Lourdes no está lejos de España. Ni geográfica ni espiritualmente. A menos de tres horas de viaje en coche, hoy, desde las regiones más próximas debido a lo sinuoso del trayecto pirenaico. A poca distancia está, igualmente, de la tradicional catolicidad de España que, sin embargo, no ha dado a luz ninguna aparición contemporánea de la Virgen María de la trascendencia de la acontecida a Bernardette Soubirous en Francia o la de los niños portugueses de Fátima. Lo de El Palmar de Troya, que, en su lugar y momento, la Andalucía de la década de los 60, parecía apuntar maneras agro-celestiales, ha terminado en mamarracho ruro-criminal.
Pero, aunque son las más famosas y conocidas, ni las de Lourdes ni las de Fátima, son las únicas apariciones recientes de la Virgen reconocidas por la Iglesia en el Vaticano. Resulta curioso constatar la persistencia de las visiones en Francia y Bélgica (Laus, Pontmain, La Salette, la vinculada a la Medalla Milagrosa de París, Banneaux y Beauraing) pero no pueden olvidarse otras igualmente aceptadas por la Iglesia como las de la población polaca de Gietrzwald, la iglesia romana de Sant'Andrea alle Fratte y otras bastantes, desde la originaria de la Virgen del Pilar en España hasta otras, reconocidas por las iglesias locales, incluso en Japón.
La primera impresión de Lourdes, si se llega en automóvil descendiendo los Pirineos franceses y trata de aparcarse en el estacionamiento público más próximo al Santuario es precisamente la que contiene la imagen del Grand Hôtel d´Espagne, en la ribera derecha del río Gave. En su corriente grisácea vierte más arriba sus aguas milagrosas el manantial del recinto, agua bendita que se vende en envases de diferente volumen, junto a toda clase de objetos alusivos, en numerosas calles de la población. Ya se sabe, desde hace siglos, comercio y fervor religioso no sólo no están divorciados sino que forman, por extraño que parezca, una inseparable pareja. Desde el tráfico mercantil en los oráculos y templos griegos y romanos al tráfico medieval de reliquias, los ejemplos son innumerables.
La segunda gran impresión que mana de todo lo que significa y ha significado Lourdes en la vida de la Europa cristiana, que no hay otra Europa como tal, es que sigue existiendo a pesar de Émile Zola y los embates posteriores de la descreencia y la pérdida de influencia filosófica y cultural de la Iglesia Católica. La "pobre idiota", como Zola calificó a Bernardette Soubirous, la vidente de la gruta, dio origen a una extraordinaria sucesión de peregrinaciones que aún hoy siguen impulsadas por la fe en los milagros a razón de millones de visitantes anuales. Es cierto que en los últimos diez años se ha producido un descenso significativo del número de enfermos, familias, creyentes y curiosos que penetran en el recinto, pero puede haber sido causado por la gran crisis económica o a la mutación de las formas turísticas. Sea por lo que sea originada esta merma, nadie espera una "desaparición" de Lourdes.
Año de la conmemoración del nacimiento del sevillano Bartolomé Esteban Murillo, pintor reconocido de las más famosas Inmaculadas, se cumplió hace poco el 160 aniversario de las apariciones en la cueva de Massabielle, en la ribera izquierda del río. De ellas cabe destacar que se produjeron en 1858, poco más de tres años después de la elevación pontificia a dogma de la concepción sin pecado original de la Virgen María (1854). En la imagen que preside la cueva puede leerse: "Que soy era Immaculada Councepciou", versión gascona de "Yo soy la Inmaculada Concepción", uno de los mensajes que la Señora comunicó a la joven Bernardita. Baroja (Los visionarios) recordó la íntima relación.
Una de las más profundas impresiones que causa Lourdes se desprenden de las pequeñas lápidas de granito, mármol gris oscuro u otros materiales en las que miles de personas, con su nombre explícito, agradecen a la aparecida su intervención en el alivio de alguna dolencia. Son más de 7.000 las curaciones admitidas como inexplicables a la luz de la ciencia desde 1858. Parece difícil creer que todo este trasiego espiritual se deba, únicamente, a la influencia de la fe católica en mentes poco equilibradas, a la persistencia de una superstición, al negocio levantado sobre la creencia o, si se quiere, a una manipulación general de la Iglesia.
Zola se autorregaló un personaje ad hoc para su novela - reportaje sobre Lourdes: el sacerdote Pierre Froment, hijo de un saintsimoniano amante de la ciencia y de una madre devota y creyente. Minado por la contradicción original, Pierre perdió la fe a los 32 años y, aunque se esforzaba en creer, no podía. Por ello, emprendió un viaje a Lourdes, acompañando a una amiga de la infancia, paralítica sobrevenida, como cuenta Juan Bravo en su Introducción a la novela. Por cierto, su amiga sanó, pero Froment siguió sin creer.
El resultado fue una descripción meticulosa de casi 600 páginas, donde se destaca el aspecto mercantilista de Lourdes, cosa que no agradó a la Iglesia. Su personaje recuerda intensamente al San Manuel Bueno, mártir de Unamuno, sacerdote igualmente no creyente capaz, sin embargo, de construir fe y misericordia a su alrededor. Froment fue tan útil al propósito de Zola que siguió protagonizando su ciclo de novelas sobre la fe y las ciudades de su trilogía Lourdes, París y Roma.
En la novela de Zola, la ciencia vence a la fe del carbonero, la razón a la creencia injustificable y su padre a su madre. En las últimas páginas lo expresa así:
Entonces una gran claridad inundó su mente para dejarlo deslumbrado (a Froment). Era la razón, que protestaba contra la glorificación de lo absurdo y contra la decadencia de sentido común…Ahora lo comprendía, era su razón, en rebelión constante, lo mismo en la Gruta que en la Basílica y en todo Lourdes, la que no le había dejado creer…Existe con toda seguridad una explicación natural que en este momento desconozco.
Aun así, Zola no se atrevió del todo. "Los padres de la gruta hacían negocios de oro, porque vendían lo divino", pero la sed de lo divino asociada al dolor y al sufrimiento humanos, acentuada al finalizar el siglo XIX en Francia de la mano de la fe y del espiritismo, no se apagaba fácilmente. Es más, la humanidad necesitaba lo divino. "Es cosa demostrada ya -concluye -, la ciencia sola no le basta; no habría más remedio que dejarle abierta una puerta hacia el misterio". ¿Cuál? Una nueva religión que sustituyera a la católica y recuperase el consuelo y la esperanza: el mismo camino que su admirado conde de Sant-Simón, el socialista utópico.
El paisaje humano del Lourdes actual se diferencia poco del descrito por Zola, pero nuestra confianza en el poder de la ciencia se ha modificado pasando de la fe ciega del siglo XIX a la aceptación crítica. Desfiles casi interminables de enfermos sentados en sillas de ruedas o en camillas, procedentes de diferentes países, gran cantidad de voluntarios, católicos y turistas de diferentes continentes, confluían en el recinto para pasar por delante de la gruta, tocar sus rocas, beber su agua, poner sus velas y rezar y cantar oraciones que nos devolvían a la infancia, como el Ave Maris Stella, que también escuchó Zola o el Ave María de Lourdes, en el seno de un silencio general fervoroso.
En el otro extremo de la consideración descreída de Lourdes se situaba el famoso médico y premio Nobel, Alexis Carrell. Von Mises se refirió a estas diferentes interpretaciones de Lourdes para exponer su teoría de la acción humana en la historia y citó expresamente al francés. En un relato sobre un viaje a Lourdes de 1903, casi coetáneo del de Zola, Carrell dice por boca de su personaje Lerrac que "nada prueba que Dios no exista y que la Virgen no sea más que un producto de nuestra imaginación. Me parece difícil demostrar la existencia de Dios, pero es igualmente imposible negarla. ¿Cómo puede ser entonces que ciertos espíritus (Pasteur, por ejemplo) lleguen a conciliar la fe científica con la fe religiosa? Es probable que, en definitiva, cada una de esas cosas tenga su método propio". Luego se hizo católico.
Gustavo Bueno, nuestro filósofo, consideró que la ciencia hace ciencia cuando usa sus categorías y conceptos y no la hace cuando el científico utiliza otros ajenos. "Wallace (el creador junto con Darwin de la teoría moderna de la evolución) creía en la telepatía; Crookes (el descubridor del talio y de los tubos de su nombre) creyó haber logrado fotografiar un espíritu; y Alexis Carrell creía en los milagros de Lourdes. Científicos distinguidos como Fred Hoyle o Carl Sagan 'creen' en los extraterrestres…" Por eso, es imposible ver el mismo Lourdes si se parte de supuestos distintos.
La opinión de Pardo Bazán
Por no cansar, expongamos el resumen sobre la cuestión que hizo la Pardo Bazán:
Los que defendían la persistencia del milagro protestaron en nombre de las maravillas que se realizan en Lourdes los días de procesión solemne: los paralíticos curados instantáneamente al sumergirse en aquellas aguas, estremecidas…o las llagas de Luisa Lateau -adornada por la virtud del Cielo con cinco sangrientas señales-. A esto respondieron los escépticos que las llagas de Luisa Lateau eran un fenómeno patológico ya explicado por la ciencia, y que las curaciones de Lourdes se originaban de una impresión puramente subjetiva…
Entonces la Condesa introduce a Tristán de Cárdenas, que arguyó que el milagro existe, pero que ahora no se manifiesta externamente sino que es inmanente: "El universo es un milagro espantoso de puro grande y de puro incomprensible. No lo vemos porque formamos parte de él".
También próximo temporalmente al fenómeno de las apariciones, Rubén Darío, en el capítulo VIII de La caravana pasa, dedica bastantes líneas a Lourdes. En un ambiente de exaltación de los fenómenos psíquicos, el nicaragüense pregunta a un ocultista cristiano por los milagros de la Virgen. Entre sus respuestas, destaca una: "Con la misma piedra (Lourdes), sin embargo, Dios ha matado dos pájaros: a la ciencia materialista, y al catolicismo romano". De lo que opinaba Rubén Darío sólo conocemos su inquietud. Bueno, también que Zola llevaba razón pero que esa razón sólo se revelaba visitando Roma. En un cuento suyo, un cura exclamaba: "¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las visiones de Bernardetta!"
Galdós se hizo eco del prestigio de la Virgen de Lourdes para favorecer nacimientos en matrimonios estériles y contaba una propuesta:
Hablamos luego de la Virgen de Lourdes, de lo bien arreglado que está aquello, de lo conveniente que sería que en España hubiera algo parecido para que no fuese el dinero de los devotos a Francia, y para que la piedad y el negocio marcharan en perfecto acuerdo. Díjome que en Madrid iba a hacer propaganda para que a la más popular de las Vírgenes se le dedicaran peregrinaciones y jubileos, a fin de llevar dinero a Zaragoza. Había patriotismo o no lo había.
Permítanme una licencia porque no puedo silenciar por más tiempo que Sabino Arana fue detenido por la malaria que le atacó durante su viaje de bodas cuando se dirigía a Lourdes, escenario planeado de su luna de miel. Compensemos contando también que el gran pintor, y escritor Salvador Dalí, dice su hermana, veía en uno de los dos dientes de leche que no se le cayeron y quedaron para siempre en su dentadura inferior "a la Virgen de Lourdes, como en los palilleros de marfil que de allí vienen."
José María Gironella logró un premio Planeta (1971) con una novela donde mencionaba:
Si los cristianos patrios obraban de ese modo ¡la salvación era posible! Porque escrito estaba que las fuerzas de Satán nada podrían contra la oración y la castidad; y él, a través de sus incontables viajes a Lourdes acompañando a agonizantes y de las profecías de la madre Ráfols, había comprobado la veracidad de tales asertos.
Más atrás todavía, Miguel Mihura la obligó, a la Señora, a hacer un milagro en casa de los López. Y más atrás aún, la virgen de Lourdes está bien presente en La vida nueva de Pedrito de Andía, de Rafael Sánchez Mazas. Gonzalo Torrente Ballester, en Los gozos y las sombras, tiene en cuenta que a quien hay que encenderle velas es a la Virgen de Lourdes.
Llévele una vela a la Virgen de Lourdes. Lo concede todo. El Señor no sabe negar nada de lo que la Virgen de Lourdes le pida.
Otro premio Planeta (La guerra del general Escobar, 1983) hace de Lourdes motivo de una sospecha política de fuga de España. Un subordinado le pidió permiso al presidente de la República, Manuel Azaña, para peregrinar a Lourdes por sentirse en deuda con ella por razones de la curación de su brazo y otras cosas. Le fue concedido pero Largo Caballero interpretó el viaje como un pretexto para que un católico huyera de España.
Entre los escritores recientes, Francisco Umbral se refirió bastante a la Virgen de la Gruta lo hizo poco en serio. Tampoco en sus Memorias borbónicas. Gala, o un personaje, se decepcionó ¡por su belleza! y Cela, en su San Camilo 1936, por no ser capaz de resucitar al rey Cirilo de Inglaterra. Cierto es que en Lourdes nunca ha resucitado un muerto, a pesar de que en la época de Zola, el padre Picard sumergió un muerto en la piscina, mientras dirigía las suplicas de los congregados implorando su resurrección. Lo cuenta el nada sospechoso René Laurentin, en su Lourdes, relato auténtico de las apariciones.
El agua curativa de Carlos Ruiz Zafón
Almudena Grandes, vía Malena, se decepcionó de Lourdes por los malos olores de los enfermos en los trenes. Carlos Ruiz Zafón hace referencia al agua curativa traída en autobús desde Lourdes y a otros objetos, como las medallitas, en La sombra del viento. En su paseo inventado por Chile, Isabel Allende compara a la Virgen del Carmen con la de Lourdes, algo inferior tal vez, sopesa.
Son ejemplos de cómo ha estado y está presente Lourdes en nosotros. Cuando se visita el santuario en 2018, si se mira con todos los ojos, se ve todo lo que vio Zola, lo que vio Carrell, lo que han visto todos, detractores y defensores. Pero no tenemos claro que haya una única visión "verdadera" que nos lo aclare todo. Lo único que nos queda clara es la honda presencia de la cultura católica en nosotros mismos. Si son los restos de un naufragio o los componentes de una "aparición" aun por ocurrir, ya lo veremos.
Finalicemos con humor. Se conoce poco la mediación del santuario de Lourdes en la boda del virtuoso rey de Bélgica, Balduino, con la española Fabiola de Mora y Aragón. Se ha contado que el cardenal Suenens, confesor de Balduino, le aconsejó al soberano encomendar el "problema" de su soltería a la Virgen de Lourdes, y junto a la monja irlandesa Verónica O’Brien, actuó de celestino. Para impedir que el rey se hiciera trapense, la monja eligió en Madrid a Fabiola de Mora y Aragón como la esposa perfecta. En junio de 1960, durante un encuentro en Lourdes, Fabiola le dio el "Sí, quiero" para una boda que fue la primera que se vio en España por Eurovisión. Milagroso.