En Lógica del imperio, cuento de Robert A. Heinlein publicado en 1941, se puede leer: "Has atribuido a la villanía condiciones que resultan simplemente de la estupidez". Una frase parecida de los años 80 es atribuida a Robert J. Hanlon y, encima, elevada a la categoría de principio: "Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez". La maldad tiene mucho predicamento. Mejor que te consideren un bicho que un idiota. Ha pasado con Soraya Sáenz de Santamaría. ¿De verdad era tan mala? En todo caso, yo preferiría que me compararan con Lady Macbeth que con Paquito el relojero. En el otro extremo está el prestigio de la bondad. También se puede atribuir a la bondad lo que no es más que estupidez. Lo de Pedro Sánchez con el Aquarius, agarrando la vela del entierro como si fuera el relevo de una carrera de superioridad moral, tiene mucho que ver con la banalidad del bien. Al italiano ministro del Interior tendríamos que echarle a Saray Montoya. Que, miren, le dijo esto a María Jesús Ruiz: "Eres como cuando al demonio se le ve el alma, que tiene pupas de pus". Es mejor que Dorothy Parker y Virginia Woolf.
Las dos escritoras despreciaban a William Somerset Maugham. Como mucha otra gente. Vivir hasta los 91 y ser un bicharraco ayuda bastante para ir acumulando gente que te odie. Somerset Maugham, de mandar en su país, no habría aceptado un barco de inmigrantes. Claro que su país no tiene el Mediterráneo. Aunque vivía en Cap Ferrat. Churchill le decía a Alfonso Paso (sí, hablaron por lo menos dos veces) que los ingleses hubieran dado todo por tener el Mediterráneo. Hoy no sé. También les habría gustado tener "ese endiablado Real Madrid".
Según Dorothy Parker, "esa anciana" era un aburrimiento total. Por Somerset Maugham. Y Virginia Woolf anotó en su diario en 1938 que tenía una "mirada de padecimiento, maldad, mezquindad y sospecha". En Recordando al Sr. Maughan (Hatari Books), de Garson Kanin, se leen otras cosas igualmente desfavorecedoras del escritor británico. Y eso que Garson Kanin fue amigo los últimos 20 años de su vida. Era desagradable hasta con los amigos. Su letra no se entendía y Ruth Gordon, la mujer de Kanin, se quejó. La respuesta: "Querida Ruth: Escribo a máquina porque sé que no entiende usted la letra de nadie. Espero que cuando sea mayor la enseñen a leer textos escritos a mano. Las cartas de algunos, por ejemplo las de San Pablo, valen una buena cantidad de dinero si están escritas a mano".
Cuenta también Kanin lo que le dijo una conocida cotilla londinense en 1954. William Somerset Maugham (WSM) había tenido un novio durante muchos años con el que fue muy generoso, cosa excepcional en él. Incluso le regaló un bargueño adornado con oro y laca y con llave, donde el tipo guardaba toda su correspondencia (había muchas cartas de WSM). El novio de pronto decidió casarse "con una cosa muy rica y muy vieja" y el escritor, además de subirse por las paredes, le llamó de todo ("ya saben que es hombre de mucho vocabulario"). No se las dio. Pero como WSM era un hombre con suerte, el amigo se murió una noche tras una juerga. WSM fue a ver a la viuda y al marcharse le dijo: "Yo le regalé ese bargueño". "Sí, lo sé, le gustaba tanto". "Siempre habíamos quedado en que si algo le ocurría , yo debía recuperarlo". La viuda no puso reparos. WSM tenía una furgoneta aparcada fuera e hizo señales a los operarios para que entraran. Y la cotilla: "No me hablen del gran anciano. Lo conozco a la perfección: ¡es el hombre más malvado de Londres!"
William Somerset Maugham era tan cruel con los demás como virtuoso escribiendo. Pero un aburrimiento, Dorothy… Tan aburrido como Lillian Hellman, que era su albacea y ejecutora literaria. La escritora neoyorquina estuvo archivada 15 años en un despacho de abogados de Wall Street. Margaret Meade, la biógrafa de Parker, descubrió que sus cenizas permanecieron allí por años, desde que el cementerio de Ferncliff las remitió a los abogados de Hellman, como ella había solicitado por no pagar los gastos del entierro. Luego se olvidó de su amiga y murió ella también. Ni en el caso de Hellman ni en el de Maugham atribuyes nunca a la estupidez lo que puede ser explicado por la maldad.