'Panamá Al Brown', la leyenda del boxeo con vida de novela
Andrés Amorós recomienda la biografía de Alfonso Teófilo Brown, un mítico púgil de vida novelesca, pues además fue artista, bailarín y poeta.
Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) es uno de los pintores más importantes del arte contemporáneo español y un gran escritor. Acaba de reeditarse uno de sus libros más notorios, Panamá Al Brown (Fórcola), una biografía extraordinaria del boxeador Alfonso Teófilo Brown que se publicó por primera vez en francés en 1982 y, posteriormente, fue traducido a varios idiomas.
Es la biografía de un personaje muy novelesco. Alfonso Teófilo Brown (1902-1951) fue el primer hispano campeón del mundo de boxeo profesional. Además, fue artista, bailarín y poeta. Sin presente ni futuro, emigró desde Panamá al Nueva York de la ley seca, las bandas de gánsteres y la música jazz, donde protagonizó sus primeros combates. Se convirtió en el más grande peso mosca.
Le llamaban araña porque era todo brazos. Fue campeón del mundo de los pesos gallo, sin interrupción, desde 1928 a 1935. En el centro del cuadrilátero, exhibía un magnífico repertorio de boxeador. Derribó a un buen número de rivales –Émile Milou, Eugène Criqui, Gustave Tiger, Eugène Huat o Roland Toutian–. En su encuentro con el valenciano Baltasar Sangchilli, perdió.
Era conocido como la maravilla de ébano. Era un personaje muy pintoresco. El púgil llegó a París con traje beige claro, gorra de cuadros y zapatos de ante. Boxeaba con kimono azul celeste y pantalón casi hasta los hombros. Mandaba lavar las camisas a Londres.
Eduardo Arroyo tardó cinco años en concluir esta biografía. "He viajado a los lugares donde él viajó, me alojé en los mismos lugares donde él se alojó y visité la tumba donde reposan sus huesos. Ha sido para mí un personaje siempre fantástico", aseguró el autor en los micrófonos de esRadio.
Panamá Al Brown era opiómano, bebedor, sifilítico, jugador, músico, homosexual y negro. Se compró un Bugatti y lo quemó a los tres kilómetros. Inmediatamente, se compró otro. "Cuando llegó a París era un perfecto desconocido. Empezó una carrera fulgurante. En una semana, por problemas de dinero, boxeó en tres sitios", destacó Arroyo.
Su biografía está plagada de anécdotas. En su tierra, lo recibieron 20.000 personas. Le concedieron la posibilidad de liberar a cuatro presos. En París, fue amigo de Baker, Chevalier y Cocteau. Este último estaba totalmente deslumbrado. Usaba el agua del baño donde se había bañado.
Peleó envenenado, con el puño roto, con sífilis, con artrosis, con tuberculosis y hasta con una droga para resistir cuyo efecto sólo duraba diez minutos.
"Para vivir, lo primero que necesito son 20.000 botellas de champán. Lo demás vendrá después. Un día sin champán es un día perdido. No comprendo que se pueda vivir sin beber una botella de champán al día", dijo.
Hay una frase que lo retrata a la perfección: "Desgraciadamente, nunca he podido considerar la prudencia una virtud". Murió pobre y solo en Nueva York. Sus amigos pasearon su ataúd por los bares de Harlem pidiendo dinero para enterrarlo.
Eduardo Arroyo. Panamá al Brown. Una vida de boxeador. Madrid, ed. Fórcola, 2018, 293 págs. ISBN: 978-84-16247-99-8.
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