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María Dueñas: "Los españoles que hoy se van de España son emigrantes casi de lujo"

La escritora nos habla de Las hijas del Capitán,  en la que explora la importante presencia española en el Nueva York de principios del siglo XX.

María Dueñas (Puertollano, 1964) va irremediablemente unida a El tiempo entre costuras (2009), su novela de debut con la que pasó de ser profesora universitaria a fenómeno editorial. Las hijas del Capitán (Planeta), su cuarto libro, retrata la importante presencia española en el Nueva York de las primeras décadas del siglo XX.

Se calcula que, por entonces, residían en la ciudad entre 25.000 y 30.000 españoles. La mayoría empleados como estibadores, marineros, camareros, albañiles, obreros industriales o porteros de edificios, considerados por sus patrones como "muy buenos, muy currantes y nada conflictivos, dispuestos a deslomarse por ganar dinero y volver a su país". La comunidad se hizo fuerte en un enclave que algunos llegaron a llamar Little Spain, en el margen Oeste de Manhattan, cerca de los muelles del río Hudson. El epicentro era La Nacional, en la calle 14, un establecimiento al que los españoles acudían buscando techo, trabajo, comida y recuerdos de esa España que habían dejado atrás.

Las hijas del Capitán arranca en 1936. Está protagonizado por Victoria, Mona y Luz Arenas, tres hermanas malagueñas que desembarcan en Nueva York, contra su voluntad, para estar con un padre que, desafortunadamente, muere en un accidente portuario al poco del reencuentro. Tendrán que hacer frente a esa nueva situación, en tierra extraña, en una ciudad distinta de la que no comparten ni el idioma.

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María Dueñas, escritora | Planeta / Carlos Luján

PREGUNTA. Esta novela trata la presencia española en Nueva York a principios del siglo XX. ¿Por qué explora este tema?

RESPUESTA. Me interesaba escribir una novela de mujeres emigrantes, que siempre fue más anónima, a remolque de los hombres, pero que tuvo una importancia fundamental. Con ese punto de partida busqué el mejor escenario. Cuando me documenté sobre Nueva York, me pareció fascinante, algo desconocido que no se había tratado en el mundo de la ficción.

P. ¿Por qué nadie lo había tratado?

R. Fue una emigración con orígenes muy distintos, se ha tratado a modo regional. Los gallegos saben las peripecias de los gallegos, los vascos de los vascos, etc. Faltaba esa visión de conjunto.

P. ¿Se puede hablar de una Little Spain?

R. Sí se usó ese término, aunque no mucho por la propia colonia española. Hubo barrios de españoles bien definidos, con multitud de negocios, sociedades benéficas, viviendas. Hubo varios focos, el que más tiempo ha perdurado es en la Calle 14, entre la Séptima y la Octava Avenida.

P. ¿Qué vestigios quedan hoy?

R. Sigue existiendo La Nacional, la sociedad española de beneficencia, o la Iglesia de Guadalupe, donde se casaban los españoles y bautizaban a sus hijos.

P. ¿Cómo eran esos españoles?

R. Era clase trabajadora, gente poca cualificada pero muy trabajadora. Fue una emigración económica. Salían de una España muy atrasada y empobrecida. Buscaban un futuro. Iban con la idea de trabajar duro y después volver.

P. ¿La Guerra Civil frenó esa vuelta?

R. Sí, la mayoría no volvió. Tras la guerra, España quedó devastada y no les ofrecía un futuro. Además, cada vez estaban mejor en Nueva York, ya tenían hijos estudiando allí. Muchos volvieron con el tiempo, cuando se jubilaron, pero hasta los que se quedaron, nunca cortaron el cordón umbilical con España.

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María Dueñas, por las calles de Nueva York | Planeta / Carlos Luján

P. Salían de una España muy rural para embarcarse en una metrópolis como aquella. Se repite en la novela la expresión "dos mundos". ¿Llegaron a integrarse?

R. Nueva York en los años 30 tenía más de siete millones de habitantes y el 30% había nacido fuera del país. Los españoles se asimilaron muy bien, quizá porque nunca constituyeron guetos cerrados y por su fama de buenos trabajadores.

P. En aquel momento, la política migratoria era poco restrictiva. ¿Cuánto ha cambiado respecto a hoy?

R. Muchísimo. Los propios americanos tienen una sensación de tristeza de ver hoy a su país, ese que había sido tan acogedor y receptivo. Les duele que haya esas políticas tan drásticas.

P. Las protagonistas de Las hijas del Capitán son tres muchachas que llegan sin saber idiomas, sin formación, sin experiencia y sin recursos. ¿Qué se necesita para salir adelante?

R. Dos manos y voluntad, con esas armas tan simples era fácil salir adelante. Eran los años de la Gran Depresión, pero aún así, había posibilidades para gente con agallas. Mis tres protagonistas llegan muy arrogantes, pero en cuanto muere el padre, se arremangan y se lanzan a trabajar.

P. No todo lo que les ocurre es positivo, se cruzan con algún que otro canalla.

R. Sí, están en una situación muy vulnerable. Hay un personaje que les dice ‘sois inmigrantes, ignorantes, pobres y mujeres, tenéis todas las papeletas para que abusen de vosotras’.

P. ¿Había un fuerte sentimiento de comunidad?

R. He tenido la suerte de entrevistarme con algunos protagonistas, hoy muy mayores, y con sus descendentes. Todos hablan de un sentimiento de solidaridad, compasión, de ayuda al necesitado... Nunca les faltaba un plato de comida, arrimaban el hombro cuando hacía falta y constituyeron sociedades de beneficencia para velar por esos compatriotas en tierra extraña. Lo mismo celebraban la Noche Buena, que recibían ayuda médica, o les pagaban los entierros si no tenían medios. Da una idea del grado de solidaridad que había entre todos esos emigrantes.

P. ¿Era duro el desarraigo?

R. Querían trabajar a destajo, ahorrar y volver. No tenían la idea de hacer el sueño americano, ni ser ricos. Asociaban esta emigración como un paréntesis en su vida.

P. Hoy en día, ¿existe ese desarraigo entre los españoles que se van?

R. No. Los que salen hoy de España están fenomenal, salen con un título en el bolsillo, un iPhone, una Mastercard y con los padres dispuestos a seguir ayudando. Son emigrantes casi de lujo. No digo que sea fácil porque hay que ser valiente para dar el paso pero, por fortuna, y eso dice mucho de nuestro país, es otro tipo de emigración muy distinta.

P. Los inmigrantes que ahora recibe España, ¿se parecen a los españoles que se fueron?

R. Encuentro similitudes con esos emigrantes que salían con una mano delante y otra detrás, con escasa formación, procedentes de un país atrasado. España se ha convertido para ellos en una muestra de esplendor como a nosotros nos parecía ese Nueva York lleno de rascacielos, grandes clubes, puentes... Deberíamos ser más conscientes y compasivos con ellos porque hace cuatro días estábamos en la misma situación.

P. ¿Es una novela reivindicativa?

R. No necesariamente. No ha sido mi intención, pero sí que me ha resultado satisfactoria la idea de que pueda abrir los ojos sobre ciertos asuntos que tenemos adormecidos: la inmigración, lo que supone, el desarraigo, el dolor, la situación de las mujeres entonces.

P. Respecto a esto último... ¿Qué opina del movimiento #MeToo?

R. Todo lo que contribuya a dar visibilidad y generar movimiento de conciencia me parece positivo. Hay que terminar con todos los abusos sobre las mujeres y crear un entorno menos tolerante con esas actitudes. Ojo, hay que actuar sin extremismos exagerados.

P. ¿Qué le parece que le etiqueten como autora bestseller?

R. Lo asumo con satisfacción si al término se le da el sentido que tiene, de vender mucho. Significa que tengo muchos lectores que disfrutan con mis novelas y eso me hace feliz. Pero no me gusta el concepto peyorativo que a veces se le da, esa simplificación absurda y reduccionista que asume que, porque un libro venda mucho, es flojo, malo o carente de calidad. Más perverso me parece los que tienen la opinión de que un bestseller se fabrica y constituye un género en sí mismo.

P. ¿Cómo se ha llegado a este punto de desprestigiar el término?

R. Porque en este país se habla muy mal inglés, asumimos los términos del inglés y los retorcemos, a veces los desvirtuamos. Ese concepto peyorativo no existe en inglés. No sé de dónde procede ese interés.

P. ¿Qué expectativas tienes como escritora?

R. No tengo un plan fijo, me gustaría seguir trabajando con este ritmo y, a ser posible, con la misma aceptación por parte de los lectores.

P.¿Qué función tiene para usted la literatura?

R. Hay literatura de pura evasión, otra más comprometida, otra que busca unos retos de formalismo y calidad estilística por encima del contenido... Eso es lo bueno, esa riqueza. Hay un libro para cada tipo de lector.

P. ¿Echa en falta algo de su vida anterior a El tiempo entre costuras?

R. Estuve veinte años dedicada a la vida académica y fueron unos años maravillosos y satisfactorios, pero es una etapa cerrada. Es parte del pasado.

María Dueñas. Las hijas del Capitán. Planeta, 2018. 624 páginas. 22,50 euros.

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