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Pérez-Reverte: "La autocensura es la peor crisis que está viviendo Occidente"

El escritor presenta Los perros duros no bailan, una novela negra con un perro como narrador. 

Arturo Pérez Reverte se ha reinventado. Este miércoles sale a la venta su última novela, Los perros duros no bailan (Alfaguara) en la que los personajes humanos transfieren el protagonismo a podencos, bodegueros, dogos, mastines... Como ya hicieran Virginia Woolf en Flush, Cervantes en El coloquio de los perros, Jack London o T. S. Eliot, Pérez-Reverte convierte a un animal en personaje e incluso en narrador: Negro, un mastín español mezclado con fila brasileña. El libro conserva, eso sí, un rasgo constante en su producción literaria: la de los héroes magullados (Lucas Corso o Diego Alatriste), reducto de su experiencia vital en sus años de corresponsal de guerra.

"Cada uno es rehén de su propia vida y yo no sé escribir de otros personajes", aseguró el autor durante la presentación de la novela. "Me interesa el héroe cansado, personas con marcas en el cuerpo y la memoria, con lastre", añadió. Son personajes, en definitiva, que llevan por bandera la "lealtad y la dignidad" en versión canina, las virtudes que más ama en los hombres y que tienen los perros.

"No sé hacer novelas románticas. No es una tara, es un condicionamiento inevitable. Escribo de lo que sé y lo que sé no lo he aprendido leyendo a Hemingway o viendo una película. Es la violencia, la muerte y el sufrimiento que he visto".

Se trata de una novela que escribió en un mes, llena de humor e incorrección política. Pérez-Reverte aprovecha, aunque insiste en que no hay denuncia alguna en la novela, para ironizar sobre la actualidad, aprovechando que las palabras salen de una boca animal. Así, recrea una escena en la que uno de los perros "se atreve" a piropear a una perra por la calle. "Siendo perro, he contado cosas que, como humano, se me hubieran echado encima todos los colectivos sociales. Cada vez es más difícil escribir. Vivimos un momento en el que todo es susceptible de crear conflicto. Estamos cortando la lengua a gente necesaria que no se atreve a hablar porque un tuit puede hundirles la carrera. Yo he pasado esa línea, y otros escritores como Javier Marías. No nos va a perjudicar una campaña en contra".

En este sentido, alertó sobre el problema de "la autocensura". "Vivimos un momento terrible de autocensura. Está en peligro la única garantía de libertad, la prensa libre. El día que nos callemos por miedo a un colectivo, estamos perdidos. Nunca habíamos vivido un momento así en Occidente. Peor que la crisis económica o que la falta de publicidad en los medios es la autocensura por miedo a la reacción de las redes sociales".

Negro es el protagonista de Los perros duros no bailan –guiño aLos tipos duros no bailan de Norman Mailer–. Tras haber sobrevivido a las peleas organizadas por los humanos y de haberse reinventado como perro guardián, se ve obligado a regresar a aquel infierno para rescatar a dos amigos, Teo y Boris, ambos secuestrados y obligados a pelear en naves industriales.

"No hay libertad que se gane sin luchar", reiteró el escritor. "Estamos disfrutando de los resultados conseguidos por una lucha pasada", añadió, e insistió en la necesidad de ser conscientes de lo efímero de los logros actuales. "El humano debe estar en guerra psicológica constante porque todo puede desaparecer. Estamos en un lugar peligroso y hostil donde hay que ganarse la libertad. Esta novela recuerda que a veces tenemos que luchar", expresó.

La feminista, la prostituta y el homosexual

El escritor y académico despliega una galería de razas caninas. A cada una de ellas atribuye un rasgo "revertiano": desde el dogo noble y leal o el galgo español cazador, hasta versiones llenas de humor como los dóberman neonazis o un teckel majara que disfruta zurrándolos. Así, pinta un bodegón donde hay espacio para el aristócrata, el chulo, el perro policía, el podenco culto y filósofo, la feminista, la prostituta o el homosexual del barrio.

Reverte nunca ha escondido su pasión por los perros: "Si me perdiera en una isla desierta, con una librería y un par de perros tendría la vida resulta. He perdido el respeto por muchos seres humanos pero jamás a los perros". En este sentido, aprovechó la presentación del libro para cargar contra la ley. "Esta novela no pretende denunciar nada. Es una novela policíaca, una novela canónica, corta, seca, rápida. Tiene humor y guasa, pero sin buscarlo, también crueldad y drama porque a medida que me fui metiendo en el mundo de los perros, descubrí su lado más oscuro. La Ley española es de las más infames de Europa. Da igual la atrocidad que le hagas a un animal, que la condena será un año de cárcel y una multa. Deja indefensa a la autoridad", expresó de forma contundente.

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