Ceferino Carrión, el confidente español de las estrellas del Hollywood dorado
Martí Gironell reconstruye en La fuerza de un destino la historia de un restaurador y bodeguero de éxito, íntimo de Frank Sinatra o James Dean.
El cántabro Ceferino Carrión partió como polizón –al octavo intento– desde el puerto francés de Le Havre con rumbo a Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Tras Nueva York, aterrizó en Los Ángeles con una identidad falsa para evitar ser detenido por desertor. Se convirtió en Jean Leon, taxista. Un día, la suerte se presentó en forma de pasajeros: recogió a Frank Sinatra y Ava Gadner. Al llegar al destino solicitado, el cantante no se percató de que olvidaba sobre el asiento una bobina con sus últimas canciones. Gracias a ese lapsus, Cefe o Jean Leon estaba a punto de cumplir el sueño americano.
"Son los golpes de la fortuna, aunque la suerte hay que salir a buscarla", asegura Martí Gironell, que reconstruye en La fuerza de un destino (Planeta) la historia de este cántabro que llegó a ser el confidente de James Dean, Marylin Monroe, Elizabeth Taylor o Kennedy. El episodio del taxi fue el inicio de una amistad con Sinatra que se estrechó cuando, y está documentado en la prensa de la época, evitó que el cantante y Joe DiMaggio, que sospechaba de que Marilyn Monroe se acostaba con otro hombre, entrasen en la cárcel. "Entra por derecho en su círculo de amistades. Sinatra lo coloca de camarero en Villa Capri. Allí trabó amistad con Natalie Wood, Robert Wagner o Paul Newman. Curiosamente, el letrista de la cación 'Fly me to the moon' le dio los códigos para moverse con soltura en ese ambiente", explica el escritor.
Jean Leon era un emprendedor inconformista y el 1 de abril de 1956 abrió La Scala en pleno Beverly Hills, un restaurante que hoy en día sigue siendo uno de los mejores locales de Los Ángeles. Las estrellas emergentes del momento abarrotaban el local: Gary Cooper, Lauren Bacall o Clark Gable. El sabía complacer a los suyos e incluyó en la carta platos como el "mostaccioli Natalie", en honor a Natalie Wood.
Paul Newman contó que, si no hubiera sido por Jean Leon, no hubiera llegado a ser el actor que fue
"La clave es que lo veían como a un amigo. Él siempre estaba ahí para escucharles, nunca tenía un no por respuesta. Cuando entraban en La Scala podían dejar su personaje fuera y ser ellos mismos. La gracia de la novela es que, a través de los ojos de Jean Leon, se puede conocer la parte más humana de estas estrellas", asegura Martí Gironell.
El gran confidente
Poco a poco, el cántabro se convierte en el gran confidente. Elizabeth Taylor fue tan íntima que levantó las sospechas de su esposa y Marilyn Monroe le confesó muchas cosas que "sorprenderán al lector". "Hay una intimidad labrada a través de los años, sabían que él era una tumba y que era más importante por lo que callaba que por lo que contaba". La discreción y la lealtad fueron sus señas de identidad.
"Paul Newman contó que, si no hubiera sido por Jean Leon, no hubiera llegado a ser el actor que fue. Cuando muere James Dean, que era íntimo, se quedó bloqueado porque le llegan los papeles que hubieran sido de su amigo. Cefe le dice que el mejor homenaje para su amigo era bordar esos papeles, la vida sigue. Tras muchas sesiones de terapia como ésta acabó haciendo la carrera que le hemos conocido", explica el escritor catalán.
La última cena de Marylin
Jean Leon sirvió la última cena del gran mito del cine. "Los Angeles Times, en los días posteriores a la muerte de Marilyn Monroe, entrevista a Jean Leon y él cuenta que le entregó su pedido de fetuccini con carne picada y un vino, como ella solía pedir. Era un servicio que ofrecía personalmente, Cefe llevaba a casa el pedido a las grandes estrellas. El periodista le preguntó si cuando entregó aquel plato ella estaba sola y él dice 'bueno, había alguien importante por allí'".
El vino de las estrellas
Funcionaba el negocio, pero las aspiraciones de Jean Leon eran mayores. Quería servir un vino que estuviese a la altura de esas estrellas que le consideraban un amigo. En un viaje a Vilafranca de Penedés, decidió plantar viñas con esquejes de Burdeos. En 1969, se embotelló la primera botella de Cabernet Sauvignon Jean Leon. Dos décadas después se encontraba entre los ocho mejores del mundo y hoy es aún uno de los caldos más apreciados. "Es el vino de su gente, si te sientes como una estrella bebes su vino", dice Gironell. Fue, por cierto, el elegido en 1898 para presidir la cena oficial de investidura de Ronald Reagan –otro de sus habituales– en la Casa Blanca.
Al autor de La fuerza de un destino la historia de este santanderino, precisamente, le llegó en forma de vino. Le sirvieron una copa de ese Jean Leon y descubrió la dimensión que escondía. "Empecé a documentarme y encontré un hombre hecho a sí mismo, que creyó en sus sueños y luchó con toda su fuerza para cambiar su destino. Es una historia de película".
Anécdotas contadas por sus familiares
Gironell ha partido de la biografía descatalogada de Sebastián Moreno, un periodista que conoció a Jean Leon en vida, de las hemerotecas de Los Angeles Times, New York Times y del Washington Post, y sobre todo, de las anécdotas y detalles contados por su hermana, que vive en Barcelona, su hijo, afincado en Tailandia, y el enólogo que le ayudó a hacer realidad el vino del Penedés que soñaba. "Antes de publicar la novela –cuenta el autor– pasé unas 150 páginas a su hermana para ver si ella veía a Ceferino en ellas y me llamó emocionadísima, llorando, diciendo que había sentido de nuevo a Cefe".
Con esta novela, además de dar a conocer "la gran dimensión de este emprendedor", Martí Gironell quiere que sirva de ejemplo para todos aquellos que tienen sueños por realizar: "Si tú crees en ellos puedes hacerlos realidad. Ve, sal y consíguelos, siempre con los pies en el suelo, como demuestra Ceferino Carrión".
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