No me he reído tanto con un libro de Historia desde que leí La Guerra de Andrés (Francisco Moreno, 2006). Recomiendo fervorosamente la lectura de este último libreto. Estoy seguro de que lo disfrutarán. Supera con mucho en gracia e ironía a la ‘novela’ que se han marcado entre el economista Ángel Viñas, el piloto jubilado de Iberia, procedente de mecánico de vuelo, Cecilio Yusta Viñas, y el patólogo y adalid de la memoria histórica en Segovia, Miguel Ull Laita. Y sobre todo es más ligero y barato.
La publicación de los tres autores lleva el título rimbombante de El primer asesinato de Franco: La muerte del general Balmes y el inicio de la sublevación (Crítica, 2018).
El grueso volumen (600 páginas) se puso a la venta el pasado enero. La propaganda para colocarlo en el mercado ha sido espectacular. Lo están presentando como la obra definitiva que no es, ni mucho menos. Pero ahora no voy a entrar en analizar en detalle las muchas inexactitudes, deformaciones y hasta falsedades que contiene. Tan sólo anoto que los autores se inventan una historia y le dan vida como si hubiese ocurrido de verdad. Luego, a base de repetirlo en la prensa y en las redes sociales, hacen creer a los incautos que sucedió realmente. Es como Matrix, pero centrado en 1936 y en Canarias.
Hoy nos vamos a centrar en otra cuestión que me ha llamado la atención de El primer asesinato de Franco. Quienes hayan leído otros libros firmados por el Sr. Viñas —cuyo ingreso como alto funcionario en la Administración del Estado se produjo en 1968 en pleno régimen franquista— ya conocen el trato que da a sus enemigos, que no adversarios. Les aseguro que en mi vida he leído un texto con pretensiones académicas, con tal cantidad de descalificaciones, menoscabo a la dignidad, falta de respeto, términos despectivos, vilipendios, insultos, y ofensas gratuitas que el libro que comentamos.
Los autores, coresponsables del texto, no dejan títere con cabeza, pero sólo a diestra; la siniestra, ni tocarla. Todos los investigadores, historiadores, políticos y/o aficionados a la Historia que no se coloquen en su bando son calificados de "profranquistas", "neofranquistas" o "extrema derecha", directamente.
No tienen empacho en reconocer que, a diferencia de otros autores, ellos no son neutrales a la hora de investigar ni escribir. En un ejercicio de sinceridad, se permiten declarar que "a veces conviene especular. Nosotros lo hacemos —¡Ojo al dato, como diría José Mª García—pero siempre sobre una base" (p. 316). Este es el método con el que se ha elaborado El primer asesinato de Franco".
En otro pasaje (ps. 64 y 65) declaran sus verdaderas intenciones, llegando, incluso, a adjetivarse a sí mismos: "Creemos que hasta el historiador antifranquista más fiero podrá pensar que la improvisación nunca estuvo a la orden del día de un tipo —se refieren al general Franco—- precavido, cauteloso, desconfiado y atento a su intereses".
Sin más preámbulo, veamos cómo califican a los personajes, historiadores, libros y documentos que pasan por su obra y que no se acomodan a sus prejuicios o no son de su agrado por lo que revelan. Es necesario decir que, a veces, estos autores utilizan subterfugios y elipsis para no mencionar al personaje blanco de su enfado. La transcripción que hacemos es literal:
Joaquín Arrarás (periodista, editor e historiador): "Fabulador", "tergiversador", "embustero", "mentiroso", "premio Nobel de la distorsión y tergiversación", "un pelota del Caudillo", "un pelota de Franco", "escribió los cuentos de Las mil y una noches", "grosero periodista a sueldo".
Antonio Bolín (abogado y periodista): "Imaginativo", autor de "una sarta de mentiras", "distorsionador", "fabulador", "publicó sus falaces memorias en pleno dislate y desconexión con la realidad", les "dan risa" las conversaciones que mantuvo con Franco.
José Antonio Vaca de Osma (abogado, diplomático e historiador): Es un "babeador", "un fantasioso", "estúpido", "no hay que tomarlo en serio", "no podemos aceptar mucho de lo que escribió", "brujuleaba", "no se fía ni un pelo".
Alfredo Kindelán (militar): "De sus memorias uno no puede fiarse".
José Calvo Sotelo: Representaba a la "extrema derecha".
Felipe Bertrán Güell (político e industrial): "Turiferario".
Rafael Casas de la Vega (militar e historiador): "Tergiversador".
Manuel León Rodríguez (militar): "Su vida no hubiera valido un ochavo".
Esteban Carvallo de Cora (militar español): "En su pelotera obra", "babosas alabanzas" —a Francisco Franco—.
Francisco Franco Salgado-Araújo (militar): "Mentiroso", "sus memorias sesgadas", "escribió creativamente", "en una de sus frecuentes distorsiones o mentirijillas", "se inventó otros encuentros frecuentes entre Franco y Balmes", "se calló como un muerto".
José Mª Gil Robles (político): Con él tiene un poco más de misericordia. No lo considera "tan lelo", tan sólo un mentiroso que "mintió con frecuencia".
Juan de la Cierva (inventor del autogiro): Lo encuadra con un grupo derechista, cuando no lo califica como "filofascista furibundo".
Stanley Payne (historiador e hispanista) y Jesús Palacios (historiador): "El tratamiento que los biógrafos de Franco, a saber Payne/Palacios, dan al origen de la operación es de auténtica risa. Con perdón". Payne y Palacios son simplemente "gente que circula por ahí". "Payne ha emborronado centenares de páginas sin grandes descubrimientos, para argumentar tal mentira podrida (perdón queremos decir falacia)". "La obra de Payne/Palacios sobre Franco no se basa en absolutamente ninguna evidencia de archivo. Es, con perdón, un mero refrito a pesar del bombo que se le ha dado". "Payne se dedica únicamente a copy and paste".
Nicolás Salas Larrazábal (historiador): "Nadie puede tomarlo en serio, su obra es un panfleto, montaje fruto de corta y pega".
Cecil Bebb (piloto del Dragon Rapide): Sus declaraciones "no valen un chavo".
Gonzalo Queipo de Llano: "Un auténtico criminal a gran escala".
Emilio Mola: "Un terrorista sin fisuras", "terrorista general".
Luis Orgaz Yoldi: Conjeturan que pudo volar a la península "en busca de una aventura galante".
Eduardo Cañizares Navarro (militar): "Corrupto", "pelota", "incompetente", "turiferario de Franco", "delator" y "mentiroso".
Peter Day (periodista): "No tiene ni idea".
José Mª Pinto de la Rosa (militar): "Dormilón"; "la estupidez de Pinto de la Rosa"; lo que escribe es "un camelo".
Lorenzo Martínez Fuset (militar): "Amiguete" de Franco.
Rúa Figueroa (militar): "Mintió".
Teódulo González Peral (militar): "El Pelota".
Juan Yagüe y Apolinar Sáenz de Buruaga (militares): "Son purasangres".
Víctor Zurita (periodista): Otro de los "pelotas máximos canarios", "el máximo turiferario de los militares", "grosero periodista a sueldo", "historiador falaz" y "personaje chaquetero".
Bernardo Félix Maíz (historiador): Destila "mala baba"; es un "turiferario"; su obra no les inspira "gran confianza".
Francisco Franco Bahamonde: Hizo la "pelota" a Mussolini; "carnicero".
Brian Crozier y Georges Hills (historiadores): "Hagiógrafos" de Franco. Son untuosos y zalameros.
Francisco Herrera Oria y Torcuato Luca de Tena (periodistas): "Escribieron versiones miríficas".
Fernando López-Tomasety (médico militar): "El Hospital Militar mintió. Su director, López Tomasety, debió asumir toda la responsabilidad, a no ser que obedeciera ordenes". Es un "mentiroso".
Rafael O´Shanahan (médico): Para salvar su reputación y responsabilidad también "mintió "y "fingió".
José Mendoza (juez): "Muy prudentemente se había achicado".
José López López (militar): "Alucinaba".
Ricardo Serrador (militar): "Distorsiona los hechos", "Impartió órdenes de cómo orientar el expediente de viudedad".
Manuel Escudero Díez (chófer militar de Balmes): Como desmonta su teoría de la conspiración, con él son inmisericordes: "mintió"; es un "soldadito franquista". Lo define como un borracho: "si no se le hacen ascos a la botella", "se dio a la bebida para acortar su propia vida".
Domingo Padrón Guarello (militar): "Amiguete y socio de la conspiración".
José Víctor López Vergara (diputado): "Miente".
Luís Gabarda Sitjar (militar): "Tergiversó las fechas".
José Nieto Ventura (militar): "Miente".
General Amado Balmes: "Es muy campechano" y supone que no estaría un "tanto gagá".
Ricardo de La Cierva (historiador): Es un "ingenioso", "inventor de identidades", "millonario", "turiferario", "hagiógrafo de Franco", "no era idiota".
Los cuatro forenses de la autopsia a Balmes (Arturo García, López-Tomasety, Sánchez Galindo y Ramírez): "Mintieron".
Ángel David Martín Rubio (sacerdote e historiador): "Reverendo padre de la extrema derecha".
Miguel Platón (historiador): Supone que "no se inventa nada", pero como buen maestro, le sugiere que "debe darse cuenta de lo absurdo del episodio".
Luis Togores (historiador): "El último hagiógrafo del general Yagüe".
Luis Suárez Fernández (miembro de la Real Academia de la Historia): "Un inventor de historias".
José Antonio Sangróniz:"Excontrabandista de postín", "engañó a Vaca de Osma como a un chino", "mintió como un bellaco".
Pedro Sáinz Rodríguez: "Es el último mono".
Pablo Hurtado Izquierdo: "Fiscal purasangre".
Ramón Serrano Suñer: "Mentiroso".
Álvarez Tardío y Villa García: "Historiadores de derechas".
Además de las descalificaciones a los personajes mencionados, sorprenden otras expresiones, de lo más pintoresca, pero poco académicas y científicas:
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"Franco no se fiaba ni de su padre"
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"Hambrientos perros de la guerra" (los militares franquistas)
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"Jauría de militares"
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"Los documentos franquistas son "auténtica basura"
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"Esta basura ha hecho escuela"
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"Dejemos de lado la basura que implica este planteamiento"
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"Indigencia de algunos historiadores profranquistas"
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"Los más lerdos"
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"Papo"
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"Pamplinas"
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"El descubridor de los documentos que ha hecho salivar a la derecha profranquista"
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"Cantamañas"
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"Cantamañas franquistas"
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"No se lo cree ni él"
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"Solemne paparruchada"
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"Indio mohicano"
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"El muerto al hoyo y el vivo al bollo"
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"No hay que olvidar la pela, palabra de Evangelio"
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"Franco se levanta tempranito"
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"No se pasme el lector"
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"Un documento que ha hecho salivar de gozo a la derecha profranquista"
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"Redacción mal intencionada de la autopsia"
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"(La autopsia) es un informe algo más que chapucero"
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"La autopsia fue falseada"
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"La autopsia fue manipulada"
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"La superchería que le han vendido a la derecha profranquista"
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"Jaleadores de la derecha"
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"Derramando abundantes lágrimas de cocodrilo"
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"Escama un pelín"
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"Supercherías profranquistas"
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"Ser un poco duro de mollera"
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"Novela de espionaje barata"
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"Feroces militares que sirvieron en Canarias"
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"Como en la peli de los Hermanos Marx"
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Pero ¡Oh, cielos!
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"¡Milagro, milagro!"
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"Pertenece al reino de la fantasía"
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"Le daría un bofetón de aúpa"
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"Nos hemos reído bastante"
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"Regocijantes disparates"
Después de lo visto, El primer asesinato de Franco no puede tomarse como un libro de Historia serio. Todas estas expresiones y toda la terminología zafia, guerracivilista —y a veces portuaria— provocan el rechazo de la obra de Viñas, Yusta y Ull. Me adscribo a la reclamación del historiador Pablo Sagarra en una reseña de un ensayo que refuta las afirmaciones de Viñas sobre las armas recibidas por ambos bandos de la guerra: "Mientras Viñas no responda con fundamento, y de manera adecuada —sin insultos o descalificaciones personales—, a lo expuesto en este libro, el crédito de su obra queda en entredicho".
A modo de epílogo, creo necesario referirme al profuso empleo de la palabra "turiferario". En la primera acepción del diccionario de la RAE significa la persona "que alaba de forma exagerada y generalmente interesada al poderoso"; y en la segunda acepción al que "lleva el incensario". ¿Estaremos ante el turiferario de la Comisión de la Verdad que propone Pedro Sánchez en su nueva versión de la Ley de Memoria Histórica?
Moisés Domínguez es el autor de En busca del general Balmes.