Si hay algo peor que el comunismo es el lugar-comunismo del comunismo. Aunque ya Flaubert se dio cuenta del peligro intelectual de los lugares comunes que se asumen como fetiches para no pensar en serio, no he visto más que en Ortega y Gasset la referencia al lugar-comunismo en general. lugar-comunismo para nuestro pensador es la fuente primordial de la estrategia oratoria usada por los políticos para hacer que sus prójimos caigan en la catalepsia intelectual, para idiotizarlos y hacerlos irresponsables. ¿Cómo? Mediante la vociferación de tópicos y lugares comunes.
Como otros muchos miles de españoles, espero, he comprado el libro de Federico Jiménez Losantos Memoria del comunismo,que, naturalmente, no he terminado de leer. Admiro a los que dicen que lo han leído de un tirón, como alucino con quienes afirman que leyeron Quijote en una noche. No diré nada sobre los que afirman haberse tragado Los enemigos del comercio I, II y III de Antonio Escohotado en una sentada. Pero, ya de entrada y consultando el índice, me he dado cuenta de que no hay en él referencia alguna, ni siquiera como apéndice, a los lugares comunes de los comunistas.
En el caso del comunismo internacional, uno de los lugares comunes más extraordinarios, tanto que parece fantástico y legendario, es el que enuncia que su teoría económica, social e histórica, con sus consecuencias en otros niveles de la realidad humana, es científica. Mejor dicho, la única científica. Es la insuperable teoría que encaja perfectamente con todos los hechos y la única que explica la totalidad de los hechos desde el método dialéctico sugerido por el idealismo filosófico alemán y puesto en valor, y cabeza abajo, por Marx y Engels.
No sé si han advertido que estamos en el siglo XXI, que Marx nació en 1818, que murió en 1883, antes de las más grandes revoluciones científicas contemporáneas, y que, para resumir, el Manifiesto comunista se publicó en 1848, esto es, mucho antes de que apareciera publicado el primer tomo de El Capital, el único que escribió realmente el alemán. Puede deducirse con rigor que el joven Karl ya era comunista antes de haber dispuesto de la teoría científica que justificaba su creencia, que vino mucho después. ¿He dicho creencia? Sí, creencia. Como dijo Ortega, antes estuvo en la creencia y luego, tuvo, creyó él, la ciencia.
Espero que se elabore un catálogo razonado del lugar-comunismo de los comunistas porque gran parte de su éxito histórico ha radicado en su capacidad para catequizar al modo religioso más recalcitrante a los adolescentes, sus víctimas propiciatorias porque no han vivido nada ni saben nada ni, salvo excepciones, piensan más que con el ego creciente y desmadrado. Ortega lo vio claro cuando comparó los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola con el Manifiesto comunista,calificando a ambos de "libros de ordenanzas". Para conseguirlo, se han basado en diseñar una relación de preguntas y respuestas prefabricadas con lugares comunes que permiten que sus adeptos abdiquen del pensamiento crítico y racional y se sumerjan en la idiocia ideológica y sectaria.
Por ejemplo, con cuatro leyes genéricas pero dialécticas, podemos explicar el mundo. capitalismo sólo ha causado daños. El comunismo defiende a los pobres. Los comunistas son demócratas. La dictadura del proletariado conduce al paraíso. El dinero es la causa de todos los males (como Flaubert). ¿Lo ven? Es necesaria esa relación del lugar-comunismo comunista para ilustrar a las mayorías, sobre todo a los jóvenes, que merecen respeto antes que propaganda.