José Antonio Soto Cruz: "Compaginar la vida normal con la del rock es duro"
El autor publica Como un rolling stone, un viaje que parte de la inocencia y de la ilusión y que desemboca en la decepción y en la retirada.
José Antonio Soto Cruz (Algeciras, 1976) vino a Madrid en busca de un Greenwich Village que lo consagrara como estrella del rock and roll. Su odisea urbana y artística estuvo cargada de batallas en minúscula, de victorias que sabían a poco y de derrotas tercas que, felizmente –siendo resultadistas-, le alejaron de las guitarras y le empujaron al íntimo espectáculo de su literatura. Su vellocino de oro es el texto perfecto, y ha sacrificado años en busca de la mejor frase, del mejor párrafo, del mejor libro. Las primeras palabras de su primera novela, Como un rolling stone (Seurat Ediciones, 2018), fueron escritas en 2011. Mezclando biografía y ficción, el autor ofrece una redacción que combina seda con nitroglicerina; un relato doliente estructurado a través de un puñado de grandes canciones –"Ballad of a Thin Man", "I Want You (She’s So Heavy)", "Suzanne", etcétera-; un viaje que parte de la inocencia y de la ilusión y que desemboca en la decepción y en la retirada. Da gusto leer una obra que apueste tanto por el idioma, que exprima tanto el español. Conversamos con Soto Cruz en el Pepe Botella, donde Monedero tomaba el café con Carmen Lomana.
P: ¿Da vértigo publicar por primera vez en el país de los cuatro millones de escritores?
R: (Risas) Hombre, publicar siempre da vértigo, y más siendo una primera novela. Además, se sabe que no se venden muchos libros hoy. Pero mi relación con la literatura no es, en ese sentido, comercial. No me preocupa el hecho de publicar y que se venda, que no se venda… Lo comercial no me interesa. Me encantaría que la gente me leyera, pero sé que no voy a vivir de eso. Tengo más vértigo en el sentido de qué le parece el libro a la gente que lo lea.
P: Decía Borges que "lo importante es el escrito".
R: En el sentido estilístico, yo me baso mucho en la frase. Hay escritores que ven mucho más a largo plazo. Tienen la historia y se ponen a escribir y hasta que terminan no vuelven atrás. Tengo envidia de eso: no puedo hacerlo. Me baso mucho en la frase, en la sintaxis. Más allá de la frase no puedo ver. Normalmente, veo la escritura como algo muy lírico. Entonces, el ritmo, para mí, es muy importante. Hasta que tengo la frase acabada, rítmicamente, en mi cabeza, no paso a la siguiente.
P: ¿Cómo es la niebla del escritor?
R: Muy jodida. En mi caso, casi siempre hay niebla (risas). No he visto la luz con respecto a la escritura. Me cuesta muchísimo escribir porque busco el rigor en cada momento. Para mí, escribir es algo muy de rompecabezas: tengo que unir todas las herramientas y darles una forma.
P: ¿A qué Dios ha buscado en la niebla? ¿Lo ha encontrado?
R: Buena pregunta… (Piensa) No he buscado a ningún dios. Me he buscado a mí mismo. Yo creo que ese dios entre la niebla, primero, es uno mismo. Ese camino de autoconocerse, para mí, es básico a través de la escritura. Con esta novela, me he encontrado con muchas partes mías que estaban olvidadas. Me he encontrado con una parte que mucha gente que me conoce no había visto: el sentido del humor, la parte más alegre..., no aparecen en la obra, pero esto es lo que ha salido.
P: Qué necesaria es la "soledad serena del artista".
R: Hombre, es que a la hora de crear es algo básico. Estar solo, encontrarse en soledad… Yo, cuando escribo, tengo que estar solo o, como mucho, con mi mujer. No soy de escribir en un bar, en muchedumbre. Me gusta la soledad. Tengo una idea, tengo algo en la cabeza y voy rápidamente a mi casa a escribirla: no soy capaz de hacerlo fuera. La soledad es algo que necesito para escribir.
P: ¿Cuándo empezó a escribir Como un rolling stone?
R: En noviembre de 2011. Ahí escribí la primera línea.
P: En un fragmento del libro, habla de la "meticulosidad enfermiza" del protagonista con su "arte" y dice que "esto a veces jugaba en mi contra, pues al querer controlar hasta el más mínimo detalle, mis actuaciones perdían alma, brillo, frescura y, lo más importante, sentimiento". ¿Cómo ha combatido ese riesgo a la frialdad en su novela?
R: Si hablo de música, sí es cierto que ahí jugaba mucho con la intuición. Quizá, porque no tenía la formación necesaria para ser más meticuloso en un sentido de "soy músico, sé lo que estoy haciendo". No. Con la escritura no me pasa eso: controlo mucho más el lenguaje literario. Me cuesta dejarme llevar con la escritura sin tener todo controlado. Reconozco que, en muchos aspectos, he llevado mucho la batuta. Controlo más, tengo más herramientas. No me dejo tanto llevar por la intuición porque sé lo que estoy haciendo.
P: ¿El rock and roll es la gloria o una gran mentira?
R: Es una gran mentira y la novela trata de la gran mentira que es el rock and roll. En la novela no están retratados el glamour, los excesos, las mujeres. Para el perdedor, el sabor de boca es muy diferente. No digo que no exista, pero en mi caso no lo viví como tal y, si lo viví, lo viví compaginándolo con la vida normal. Compaginar la vida normal con la del rock and roll es duro y tiene fecha de caducidad. No lo puedes demorar mucho. Tiré la toalla cuando debí.
P: Dicen que en EEUU cualquiera puede ser presidente y que en Madrid cualquiera puede ser artista. La realidad desmiente esto, ¿verdad?
R: Totalmente. De todas maneras, no quiero decir que no haya oportunidades en Madrid. Que no triunfara no significa que no hubiera oportunidades. Seguramente es que yo no era tan bueno como pensaba. Pero quiero creer que sí sigue habiendo oportunidades y que no estaba lo suficientemente preparado. No critico que no llegara donde quería llegar porque no me hicieran el suficiente caso. No llegué porque no tenía que llegar, porque no estaba preparado para llegar ahí. Pero quiero y espero que siga habiendo oportunidades.
P: En la novela, el malditismo artístico del protagonista, cargado siempre de ilusión, por no decir inocencia, deriva en patetismo, en fracaso.
R: Sí, por esa mentira que nos creemos cuando somos jóvenes del malditismo como algo romántico. Esto viene del Romanticismo: ver el fracaso como un triunfo. Que Jim Morrison muriera con 27 años no deja de ser algo bonito en el sentido de "ah, el maldito, que era un poeta…". Yo me sumergí en todo ese malditismo desde que era un adolescente. Conforme pasa el tiempo, van cayendo todos esos dogmas que te creas en la cabeza. Te das cuenta de que no es tan bonito todo. El protagonista de la novela peca, en exceso, de todas esas ínfulas que se crea en su cabeza.
P: Hay también una fuerte interrelación entre rock y literatura. En algunos capítulos que son casi ensayísticos, hablas de las influencias de Jim Morrison (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Blake) o de Bunbury (Blake de nuevo, Miguel Hernández, Casona, Sánchez Dragó). ¿En el rock se hace literatura? ¿Puede encontrarse uno, en una canción o en un disco, tanta literatura o más que en un libro?
R: Sin duda, creo firmemente en ello. Es más, muchas veces se llega a la literatura a través del rock, y creo que es algo muy positivo. En mi caso, a través de letras como Héroes del Silencio, conocí a muchos autores. Y una referencia te lleva a otra, todo va hilado. Una buena letra de rock, y el ejemplo claro, aquí en España, con Bunbury, Santiago Auserón, letras de Sabino Méndez para Loquillo… son maravillas.
P: Quizá el capítulo más carnívoro sea "Suzanne", donde describe el orgasmo de Miranda. Para mí, es muy difícil escribir sobre sexo de un modo, digamos, equilibrado, sin caer en la pornografía barata ni en el beaterío pacato.
R: Para mí, el sexo es muy lírico. Entonces, cuando quiero escribir sobre sexo, me voy por ese lado. Es algo bonito. Podría escribir en tono chabacano, pero no me sale. Tiene que ver mi influencia de Francisco Umbral, que escribió mucho sobre sexo y de forma muy lírica. Ese capítulo, en concreto, es un homenaje a Umbral en ese sentido. Muchas veces él rozó lo chabacano, pero en La bestia rosa, por ejemplo, tiene partes buenísimas. En definitiva es sexo, es algo bonito (risas).
P: Para finalizar, ¿se puede permitir uno dejar de "querer transgredir lo cotidiano"?
R: (Piensa) No se puede y no se debe. Tienes que ver el grado en que tu transgredes. Yo pensé que, al dejar la música y volver a una vida común, cotidiana, había perdido todo. Pero no, no es así: sigo luchando, transgrediendo y pensando que puedo dar más de mí. Y eso es una manera de transgredir: exigirte a ti mismo mucho más.
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