'Morir en primavera', de Ralf Rothmann
Libros del Asteroide publica un libro que impactó en Alemania por cómo aborda las consecuencias de la guerra en los hijos de quienes la vivieron.
Los hijos y nietos de los alemanes que vivieron la guerra, en el frente, en el campo o en la ciudad, lidian todavía con los silencios y la culpa de la que tanto se ha ocupado la literatura del país de finales de siglo y que aún lo impregna todo, desde los monumentos a las víctimas del Holocausto a las decisiones políticas, el lenguaje o los debates públicos. Aunque no faltan los libros que analizan lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista de los perdedores y verdugos, son muchos más los que hablan desde el otro lado. Por eso destacan tanto libros como Morir en primavera, venerado en Alemania por la sensibilidad con el que toca un tema aún tabú en muchas familias y que busca comprender hasta qué punto puede marcar lo que se vivió en esos años una vida y también las de sus descendientes.
Lo que hayas vivido, sea lo que sea, te alcanzará por el resto de tu vida
Morir en primavera sitúa la acción en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. El protagonista es un chico muy joven, Walter, que trabaja como lechero en una granja del norte y que hasta los 17 años ha conseguido vivir más o menos al margen de la guerra, entre el ganado, sus jóvenes compañeros y los refugiados que van llegando a la zona, entre ellos una adolescente esquiva que le atrae y que le hace pensar por primera vez en el amor. Todo se trunca cuando las cada vez más diezmadas tropas alemanas deciden reemplazar a sus soldados muertos por chiquillos y ancianos: Walter y su mejor amigo, Fiete, son reclutados y llevados hasta el frente cuando faltan pocas semanas para la victoria aliada y ya hay signos de la derrota por todas partes.
Rothmann acierta al escoger como personajes principales dos personas capaces aún de creer en el futuro y en su suerte. Su juventud les hace haber conocido sólo el nazismo; su forma de vida hasta ahora, la de aprendices en el campo y no en alguna de las grandes ciudades alemanas que sufrieron más los bombardeos, les ha permitido vivir relativamente al margen,
Estos eran todos mis hombres. La semana pasada todavía cantaban alegremente...
manteniendo sus sueños, su fe en sí mismos. Así que su mirada sigue siendo inocente cuando acuden a los primeros cuarteles y se encuentran con la escasez, la crueldad y sobre todo la desesperanza en medio de misiones casi suicidas. La evolución de Walter será paulatina, y en ella le acompaña el lector, viendo con él, gracias a las vívidas descripciones de Rothmann, escenas escalofriantes aunque Walter nunca vaya al frente: debido a su puesto de camionero, no llegará a luchar, pero lo que vive es más que suficiente para imaginar lo demás.
El autor quiere contarnos que nadie salió indemne de esos meses, aunque no tuviera que disparar nunca, aunque sólo supiera de la primera línea de batalla por el ruido y las columnas de humo. Los contrastes entre lo que siente Walter, la primavera que estalla a su alrededor y la guerra, omnipresente, se hacen especialmente visibles en el pasaje del libro en el que el protagonista consigue un breve permiso para tratar de encontrar la tumba de su padre, uno de tantos miles de soldados muertos en la contienda. En unos pocos días de libertad inesperada, solo, a bordo de su vehículo, Walter se cruza sucesivamente con lo que debería ser la vida y con lo que le acecha por todas partes: desertores fusilados, tropas en retirada, oficiales de fiesta cuando la muerte está más cerca que nunca.
La búsqueda del padre del joven Walter es también la de la voz que narra la historia: Walter aparece al principio de la novela en el presente, descrito por su hijo como un anciano silencioso, taciturno, incapaz de hablar del pasado. La historia de su paso por la guerra da las claves del cambio e ilumina el presente, el porqué de una tristeza insalvable 50 años después.
¿Qué pasa con el que tiene que disparar? ¿Qué dejará en herencia? Seguramente una gran tristeza
El autor no juzga –¿quién podría?–, sólo refleja cómo una concatenación de hechos –el reclutamiento de quienes nunca deberían haber vivido algo así; la desesperación de altos mandos que hace mucho que perdieron lo que les hacía humanos– llevaron a Walter a una situación agónica que irremediablemente le cambió para siempre. La sombra de esos años cayó sobre sus descendientes, como en tantas familias con silencios similares. Sin absolver al protagonista, el autor sí logra que el lector empatice con quien es ahora, a través de lo que fue y lo que pudo llegar a ser. Que sufra con los que vivieron momentos casi insoportables y tuvieron que seguir viviendo después.
RALF ROTHMANN: Morir en primavera. Libros del Asteroide (Barcelona), 2016, 240 páginas. Traducción: Carles Andreu
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