Un hombre aparentemente normal, casado, con dos hijos, decide comprar un motel con el único objeto de espiar a sus huéspedes. Con la complicidad de su esposa, agujereó los techos de una docena de habitaciones –"un método infalible"– y estuvo saciando su apetito voyerista durante quince años. En un diario, escribió lo que oía y veía mientras los incautos clientes se sentían libres de miradas en la intimidad del dormitorio. "Lo hice tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado", apuntaba. No satisfecho, tuvo la necesidad de hacerlo público.
El periodista Gay Talese (Nueva Jersey, 1932), redactor de The New York Times entre 1956 y 1965 y autor de Retratos y encuentros (Alfaguara, 2010), El silencio del héroe (Alfaguara, 2013) u Honrarás a tu padre (Alfaguara, 2011), recibió una carta fechada el 7 de enero de 1980 en la que el propio voyeur le confesaba los hechos. Le proponía enriquecer su próximo libro, La mujer de tu prójimo, con su estudio pseudocientífico sobre "cómo la gente se comporta sexualmente en la intimidad de su dormitorio". "Sexualmente hablando, durante estos últimos quince años he presenciado, observado y estudiado de primera mano el mejor sexo entre parejas, espontáneo, no de laboratorio, y casi todas las demás desviaciones concebibles", explicaba en su misiva. Exigía, por razones legales y familiares –su suegra vivía con él– que su identidad quedase en el anonimato. Así surge El motel del voyeur (Alfaguara), un libro controvertido que despierta un debate ético y reflexiona sobre los límites del periodismo.
Tras unos días de reflexión, Talese se reúne con el "curioso observador" y conoce de primera mano los orígenes de su parafilia –aprovechando la laxitud de ciertos vecinos a la hora de bajar las persianas–, sus "fijaciones masturbatorias" o cómo introdujo a su esposa en sus perversiones. Gerald Foos, que así se llama el sujeto, no muestra escrúpulos ni arrepentimiento. "Si nadie se queja, no hay invasión de la intimidad", argumenta. Pero Talese no solo escuchó, sino que vivió en primera persona una de esas furtivas observaciones."¿Me había convertido en cómplice de su extraño y desagradable proyecto?", se pregunta el periodista, una introspección que invita al lector a sacar su propia conclusión.
Talese recopila numerosos pasajes del diario de Foos:
Eran dos jóvenes muy atractivas, una de ellas una rubia pechugona de más o menos 1,75 y 55 kilos, y la otra una morena de 1,60 y 50 kilos. Al cabo de un rato se quitaron la ropa y la rubia le dio una masaje a la otra, lo que poco a poco condujo a que hicieran el amor de una manera muy distinta a lo que veo cuando las mujeres están con hombres.
Se han registrado un varón blanco y una mujer blanca "de casquete rápido" en la habitación 9.
Las crónicas clandestinas del voyeur terminan con una "conclusión" de lo visto, en la que, además, se permite el lujo de juzgar la higiene personal, la integridad o la honestidad de sus huéspedes.
"Un pionero de la investigación sexual"
Estas anotaciones vieron la luz después de que, en 2013, Gerald Foos decidiese que su identidad podía ser descubierta. Solo quería que no le describieran como "un mirón" sino como"un pionero de la investigación sexual".
El motel del voyeur poco tiene que ver con el resto de títulos de Gay Talese. Principalmente, resulta un compendio de anotaciones de un perturbado, sin más interés que el morbo que puede suscitar saber qué hacen más de doscientos desconocidos en su intimidad; acompañado de la narración de los sucesos y de comentarios del propio Talese, una de las principales voces del "Nuevo Periodismo".
Gay Talese. El motel del voyeur. Alfaguara, 2017. ISBN: 9788420426648. 227 páginas. Precio: 19,95 euros.