De héroe universal a icono de la leyenda negra. No es una biografía: El mito de Cortés, de Iván Vélez, contextualiza la figura del conquistador de Tenochtitlán. Detrás de este libro hay una gran labor de documentación y un deseo: poner en el lugar que le corresponde a este personaje de talla histórica. Aunque la imagen mítica de Cortés es la de un triunfador bélico, y así se le representa, también era un gran líder político con un gran dominio de la diplomacia, papel fundamental en el poder. El autor contrapone la figura de Hernán Cortés con la de Alejandro Magno –otro gran mito bélico– para percibir la magnitud como conquistador que tiene este personaje.
Hernán Cortés no fue un héroe individual. En este libro se huye del concepto decimonónico del caudillo que –por sus propios y únicos méritos– es capaz de arrastrar a una sociedad hasta llegar al poder. Los que acompañaron a Cortés (Pedro de Alvarado, Diego de Ordás o Jerónimo de Aguilar, entre otros) tuvieron un peso importante, como recoge el autor. Sostiene que el Hernán Cortés heroico, el que ha llegado hasta nuestros días, no se construye cuando marcha de Cuba, sino en las playas de Veracruz en las que adquiere una serie de poderes que le permitirán llevar a cabo su plan.
Astuto y diplomático
Se habla de la conquista como su principal logro y así fue. Consiguió dar con una serie de sociedades en el Nuevo Mundo, que estaban sojuzgadas a una entidad de mayor envergadura: la de los mexicas, cuyo emperador era Moctezuma. Su principal mérito fue no armarse con una espada, sino excitar esas rencillas con el entonces Huey Tlatoani (el gran líder del Imperio Mexica). Cortés debe ser reconocido como libertador de algunos pueblos que estaban sometidos, y consiguió engrosar las magras filas de su ejército con la población indígena, que le nutre del músculo para poder hacer frente a los mexicas.
Leyenda negra e imperiofobia
Hernán Cortés no fue a destruir una paz idílica sino un imperio salvaje: con matanzas y sacrificios. El indigenismo que proliferó en el siglo XIX, una moda mundial, hizo que el mundo salvaje de los mexicas fuera glorificado en detrimento de este héroe universal, hasta pasar a ser considerado un icono de la leyenda negra.
La gran crisis de Cortés comienza en el XIX pero también en el XX, cuando se potencia el indigenismo, que en América llega de la mano de las iglesias evangélicas (de la oposición catolicismo-protestantismo). Es complicado hablar de imperios buenos y malos, pero sí debemos distinguir entre imperios depredadores y generadores. En el caso de los mexicas (aunque haya un componente de ambos lados en toda acción imperial), se termina con un imperio que posee componentes propios de la barbarie. La acción civilizadora de Hernán Cortés vino de la mano de componentes políticos pero también religiosos: espada y cruz. De este modo se logra despojar a esa sociedad de los sacrificios humanos, la antropofagia, y la esclavitud, entre otras costumbres bárbaras.
La india Malinche
De todos es sabido que la amante de Hernán Cortés, la india Malinche, jugó un papel crucial en la conquista. Tenía un olfato político igual que Cortés, a lo que se le sumaba la visión interna propia de una indígena. Doña Marian (nombre que adoptó cuando fue bautizada) fue la auténtica estratega que le facilitó acceder al control de los pueblos tlaxcaltecas.
El mito de Cortés, de Iván Vélez, hace un detallado repaso de los mitos oscurantistas o esclarecedores que han acompañado a la histórica figura de Cortés. Aporta novedosas fuentes sobre esta figura excepcional de nuestra Historia, trazando una nueva línea en torno al personaje, más allá de la Leyenda Negra.
Iván Vélez, El mito de Cortés. Editorial Encuentro, 2016. 338 páginas.