Hablamos muchas veces de lecturas de verano como sinónimo de algo intrascendente, banal, pero no tiene por qué ser así. Si las vacaciones nos ofrecen más tiempo y tranquilidad, son una oportunidad para leer buena literatura (que no hay que identificar con libros aburridos). Por eso recomiendo hoy uno de Sándor Marai, del que ya comenté La mujer justa y La extraña.
No es nada alegre la vida de este gran escritor húngaro (1900-1989). Huyó de su país en 1948, por la llegada del comunismo. Se suicidó en San Diego, California: simbólicamente, pocos meses antes de la caída del muro de Berlín.
Esta peripecia biográfica debió de influir para que tardara mucho en divulgarse su obra en España. Ya en el siglo XXI, se ha convertido, para muchos, en autor de culto. Es un ejemplo claro de esa literatura centroeuropea del período de entreguerras, como Robert Musil o Stefan Zweig: esa gran cultura nacida en Viena, Budapest o Praga, el símbolo de una cultura europea refinadísima que, por desgracia, ya pasó a la historia.
En menos de 200 páginas, El último encuentro narra un drama íntimo, concentrado: un general de 75 años recibe la visita de su íntimo amigo de juventud, que huyó de su lado hace cuatro décadas. Desde entonces, su vida cambió radicalmente. En una larga charla nocturna, se van a aclarar, ¡por fin!, las causas de una crisis que cambió la vida de los dos.
El autor maneja con sabiduría la información sobre el caso. Como si fuera Hitchcock, vamos descubriendo, muy poco a poco, datos e incógnitas de esa tragedia. Escribe Sándor Marai con elegancia, pasando continuamente de la anécdota concreta a los grandes temas vitales: la necesidad de ser amado; la amistad y la traición; los cambios en la sociedad, en las naciones, en los individuos; la dificultad y la absoluta necesidad de aceptarnos como somos; el peso de la edad y la progresiva soledad de los seres humanos.
Evidentemente, la gran cualidad de Sándor Marai es la sutileza en el análisis psicológico. Su terreno propio es "la verdadera naturaleza de las relaciones humanas" (p. 102). El ritmo, por lo tanto, puede parecer demorado a un lector malacostumbrado a best-sellers y series televisivas pero, si uno entra en este laberinto sugestivo, caerá preso de su encanto.
El símbolo del final de una época
A la vez, este drama individual es también el símbolo del final de una época: "¿Qué queda de todo aquello? Lo que lo mantenía todo unido, esa argamasa secreta, ya no existe. Todo se ha deshecho, se cayó a pedazos. Mi patria era un sentimiento. Ese sentimiento resultó herido. En momentos así, hay que partir" (p. 85). El símbolo de ese mundo en ruinas puede ser la refinada y dolorida música de Chopin, que Marai glosa con gran brillantez.
Toda la historia tiene el aroma fatal de las auténticas tragedias. El mayor misterio consiste en intentar amar a alguien que es diferente a nosotros, que forma parte de otro mundo interior, pero, a la vez, eso es lo más atractivo, lo que buscamos siempre. Por eso, como en el comienzo de La Celestina, el mundo entero está hecho a manera de contienda.
No se queda Marai en las anécdotas, busca indagar en lo esencial, en esa última pregunta, que suele estar oculta. Igual que San Agustín: "En el interior del hombre habita la verdad".
No es ésta la novela adecuada para un lector que busque el puro divertimento o un relato de acción. El que acepte las reglas de este mundo narrativo, tan sutil y oscuro como los motivos que impulsan a los seres humanos, disfrutará con una auténtica obra maestra.
Sándor Marai: El último encuentro, Barcelona, eds. Salamandra, colección Letras de Bolsillo, 189 págs., 7 euros. ISBN: 978-84-9838-428-4.