A muchos se les ha ocurrido hacer una historia de las mujeres de su vida o, más modestamente, escribir algo sobre ellas. Diré sinceramente que también lo he pensado, pero nunca me puse a ello. Desde luego, si algún día decido afrontar ese reto Sigrid de Thule, la novia de El Capitán Trueno, será una de ellas.
Cuando la conocí, gracias a mi madre y a mi padre que me compraron religiosamente el cómic en el quiosco a 1,25 pesetas/unidad a pesar de la modestia de sus medios, la heroína ya tenía su edad. No sabría decirles, pero calculo ahora que la vikinga estaría en torno a los treinta. Desde luego no era una niña o adolescente como Marisol y Rocío Dúrcal, que llegaron mucho después a mi vida. Como el cómic es inmortal pero yo no, Sigrid sigue teniendo aproximadamente la treintena mientras yo ya me arrimo a la jubilación.
Sigrid de Thule apareció ante mis ojos en el número 3 de los cuadernillos, apaisados recordaba hace unos días Luis Alberto de Cuenca e impresos en blanco y negro por la editorial Bruguera, algo que me animó mucho a dibujar con tinta china. Los dos primeros tebeos, como se decía entonces por extensión del famoso cómic de la editorial TBO, se titularon A sangre y fuego y El cautivo de la fortaleza. En ellos, en plena cruzada de Ricardo Corazón de León, siglo XII, El Capitán Trueno ayudaba al inglés, o francés, según se mire, a tomar el último baluarte palestino dominado por los árabes. Pero antes riñeron en memorable combate a los gritos de "¡San Jorge por Inglaterra!" y "¡Santiago y cierra España!" Unas viñetas más tarde, ya amigos y victoriosos, comenzaron las aventuras del español con el cáliz de Montenegro que, recibido de un cautivo moribundo, el héroe se comprometió a devolver.
Fue en el tercer capítulo, cuando en la misma portada, apareció una mujer rubia, atractiva y misteriosa, por detrás del Capitán que luchaba a muerte con quien ella creía su padre, Ragnar, el pirata vikingo. ¡Al abordaje! era su título. En la memoria que conservo de aquellas fechas de 1956, cuando tenía cuatro años y medio largos y afortunadamente ya sabía leer, mujeres rubias no había, salvo en el extranjero. A Jerez, donde yo residía, no creo que hubieran llegado los tintes a los refinos o droguerías ni la libertad estética a los confesionarios. Alguna vez se mencionaba la cerveza como clarificante, pero, en fin, rubias, lo que se dice rubias, no había por la calle. De ahí supongo que procedía, al menos en parte, la aureola mágica que rodeaba a Sigrid. Curiosamente, Crispín, el joven escudero de Trueno, también era rubio, pero no destacaba. Otra parte de aquella bruma fantasiosa era su reino, la isla de Thule.
¿Aquello era amor por Sigrid? No, no, nada de eso. Era sorpresa, novedad, imaginación, extraña belleza y, sobre todo, curiosidad por el mundo exterior. Una de las maravillosas aportaciones que El Capitán Trueno hizo a un niño de Jerez que no había salido hasta entonces de la plazoleta del Mamelón era que podía viajar. Tras reconquistar el baluarte palestino, navegábamos en el barco Albatros, regalo de Ricardo a Trueno, cuando topamos contra Ragnar, el pirata de lejanas tierras vikingas, en las cercanías de San Juan de Acre, famosa ciudad de la costa israelí actual. Pero es que poco después y sucesivamente, viajamos a la tierra de los guerreros calavera, los Kadori, de piel negra (por lo que imaginamos que estábamos en alguna parte de África); a la selva virgen capturados por unos piratas de Trípoli; a España con el reaparecido Ragnar Logbrodt; a los Pirineos y…En realidad, en otros barcos como el Thorwald, viajamos por todo el mundo desde China a la América indígena del Norte y del Sur, por los hielos, por el mar de los Sargazos…e incluso hasta Thule, donde arribamos a bordo del España con una foca, Linda, de regalo sí, ríanse, para Sigrid.
Si algunos piensan que el guionista, Vïctor Mora, le dijo al dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza, Ambrós, que había que escenificar un flechazo amoroso, andan descaminados porque el amor llegó, cierto, pero mucho más tarde. Primero, la fiera nórdica - así la llamó Goliath, el gigantón del "gran batracio verde" y cascanueces de los adversarios -, intentó matar al Capitán. Luego, muy poco a poco, su corazón se fue rindiendo al certificar las hazañas y la generosidad quijotesca de quien luego sería su gran amor a partir del número 10 de la colección.
Pero, oigan, los creadores de la trama más famosa de los comics en España decidieron, se supone que por mor del suspense, que el caballero español no estaba enamorado de Sigrid y, añadieron memorablemente, "o eso creía él"·. Mi hipótesis es que los niños españoles de entonces estábamos encantados con este desencuentro porque nos consentía imaginar otros amores y albergar fatuas esperanzas, aunque luego…Hubo que esperar al capítulo 47, luego al 60, más tarde al 68 y ya fue en el 69 cuando conocimos, por fin, la historia de Sigrid. Mientras tanto, al Capitán Trueno le salieron novias y a ella novios, y, con pelucas incluidas, incluso falsos maridos extraños.
La isla de Thule
Otro rasgo atractivo de Sigrid era su relación con la escondida isla de Thule, de la que nos sobrevino como reina, honor del que nos enteramos en un capítulo muy avanzado. En él se nos relató que, en realidad, su padre no fue Ragnar, el pirata vikingo, sino que era hija de Thorwald, rey de Thule. En realidad, Thule ha sido mucho más que una isla del Atlántico Norte (hay otra del mismo nombre en el Sureste de Argentina), cercana a Islandia. Los últimos estudios* la sitúan con el nombre de isla de Smola, en la costa de Noruega, origen de la realeza escandinava. Hubo además un pueblo Thule, en Groenlandia. En fin, un buen jaleo cuando tratamos de determinar qué fue real y qué imaginario, en el curioso caso de la isla de Thule **.
Tile, Tyle, Tule, la Última Tule, Thule y otras variaciones no son fáciles de reconocer. Muchos escritores e historiadores han mencionado a Thule. Alberto Manguel y Gianni Guadalupi escribieron en 2004 una Breve guía de lugares imaginarios donde es tratado el tema de Thule y más recientemente Umberto Eco escribió un libro titulado Historia de las tierras y lugares legendarios con un capítulo propio dedicado a Thule.
También te he dicho cómo en Ia última parte de Noruega, casi debaxo del Polo Ártico, está Ia isla que se tiene por última en el mundo, a Io menos por aquella parte, cuyo nombre es Tile, a quien Virgilio llamó Tule en aquellos versos que dizen, en el libro I (Geórgicas):
...actua nautae
numina sola colant; tibi serviat ultima Thule.
"Que Tule, en griego, es Io mismo que Tile en latín. Esta isla es tan grande, o poco menos, que Inglaterra, rica y abundante de todas las cosas necesarias para Ia vida humana", fabuló Cervantes en los Trabajos de Persiles y Segismunda, recogiendo creencias presentes en la antigüedad.
Desde el griego marsellés Pitheas (que la consideró una tierra de hielo y fuego donde el sol no se ponía) y otro griego, Diógenes Antonio o viceversa, autor de los veinticuatro libros De las cosas increíbles de más allá de Thule*** a Pomponio Mela, Plinio el Viejo, Séneca, que incitó a Colón a no respetar límite alguno, ni siquiera el de la última isla conocida, e Isidoro de Sevilla, entre otros, citaron a Thule. Luego, la mencionaron Boecio, Beda, Petrarca y muchos otros hasta nuestros días. Entre nosotros y más cercanamente hay menciones a Thule, por poner algún ejemplo, en Emilia Pardo Bazán, en Valera en Rubén Darío, en Menéndez Pelayo, en Méndez Bejarano, y, cómo no, ya más tarde, en Arreola, en Borges y Bioy Casares y así hasta X Sánchez Dragó, en su Gárgoris y Habidis, o Pérez Reverte.
Umberto Eco relaciona la isla de Thule con los hiperbóreos, habitantes de un pueblo situado más allá del viento Bóreas, de quien Nietzsche creyó descender anticipándoe a la sociedad secreta Thule, inspiradora de algunos esotéricos nazis. Pero, en fin, lo importante en nuestro caso es saber cómo se trataba la Isla de Thule en los tebeos de El Capitán Trueno.
Sigrid y Thule, en El Capitán Trueno
En realidad, si nos atenemos al guión de Mora, Sigrid estuvo mucho más tiempo por otros países y continentes - llegó hasta la China de los mandarines -, que en la isla de Thule que el tebeo situaba en Noruega. Pero no cabe duda alguna de que la vikinga era la reina de aquella remota isla. De hecho, Sigrid, que creía ser hija del pirata vikingo Ragnar, fue informada por éste en su lecho de muerte sobre su condición real.
Sigrid no nació en Thule sino en un drakkar vikingo en medio de una terrible tormenta en el mar. Tras el naufragio de la mayoría de los barcos, llegaron a una tierra conocida como Winland, que había tomado el famoso Erik el Rojo. En aquella nueva patria, el rey Thorwald escondió en una cueva el tesoro heredado de sus antepasados. Pero el rey, al que ningún momento se asocia con Thule aunque se supone, murió y se salvó la niña Sigrid.
De Thule sólo aporta el comic que era una isla, cercana a Noruega, donde Ragnar tenía su castillo y donde había un monasterio reducido a ruinas y poco más, al menos en los primeros 204 episodios que he tenido tiempo de repasar. No son todos. Yo he comprobado que al menos se editaron 618. Tal vez en algunos de los posteriores a esta prospección se definió mejor la isla de Thule. No lo recuerdo.
En cualquier caso, es indudable que una de las mujeres más llamativas para quienes nacimos pocos años antes o después de la primera edición de El Capitán Trueno y tuvimos la fortuna de poder leerlo, se llamaba Sigrid. Era vikinga, modelo desafiante de la mujer independiente y activa y fue, para muchos, reina de Thule. Quién sabe si para algunos llegó a ser reina de su corazón. Gracias, Mora y Ambrós, por tan extraordinario regalo que nos ayudó a leer y nos metió un mundo entero en la cabeza y en la sangre contado en español y empapado de los valores de la caballerosidad y la defensa de los humildes.
*2007, sobre mapas de Ptolomeo
**Los nazis tuvieron una sociedad secreta llamada Thule que creía que la isla fue el origen de la raza aria.
***Entre Ia geografía real y Ia fantástica: "Ultima Thule" en las letras griegas y latinas, por Antonio Linage Conde en Helmantica: Revista de filología clásica y hebrea, ISSN 0018-0114, Tomo 39, Nº 120, 1988, págs. 297-310.