Hasta ahora se conocía como thriller psicológico y anteriormente como novela negra, pero estos géneros han sido adelantados por la derecha por un subgénero que está sacando a flote al mercado editorial y que da el impulso necesario a los libros que cobija para escalar en las listas de ventas de forma fulminante. Se trata del domestic noir, una clásica novela de suspense y misterio en la que no hay detectives ni policías de postín a cargo de las investigaciones, sino gente corriente. Es suspense en el seno del hogar. Una madre cualquiera, un estudiante o un vecino común que, sin verlas venir, se ven inmersos en el epicentro de un crimen que cada vez torna a más turbio.
En realidad, para colocar esta etiqueta hay que hilar fino. Los matices son bastante discretos. En la novela negra o policíaca, suele ocurrir que el crimen ya ha ocurrido, la madeja no puede estar más enredada y solo hay que ir tirando de esas cuerdas hasta descubrir qué ha sucedido y quién es el culpable. Las novelas que se venden bajo el domestic noir suelen arrancar en un punto estéril, sin sobresaltos, hasta que pasa algo horrible y la trama se complica. Y el punto clave: los protagonistas viven rodeados de sus familias o forman parte de una comunidad y las apariencias engañan.
Los 'bestseller' del momento
Lo cierto es que domestic noir es el subgénero literario que más vende en Reino Unido y Estados Unidos. Los departamentos de marketing de las principales editoriales han sido decisivos en este boom. Han sabido cazar el interés de lector con la ambigua etiqueta de domestic noir. Parecía una moda pasajera cuando sonó por primera vez. Fue en 2011 con S.J. Watson. Su novela No confíes en nadie (Grijalbo), que fue adaptada al cine por Rowan Joffé con Nicole Kidman en el papel principal, contaba la historia de Christine, una mujer que cada mañana al despertar olvida dónde está, por qué está allí y quién es el hombre que duerme a su lado. Pronto comienza a sospechar que la única persona en la que confía no le está contando toda la verdad.
Luego vinieron La mujer de un solo hombre (Alfaguara Black) de A.S.A. Harrison; y Perdida (Literatura Random House), de Gillian Flynn. En este subgénero encajan los superventas de los últimos años como La chica del tren, de Paula Hawkins (Planeta), la novela más vendida del año. No llegó revolucionando el género negro ni mucho menos, sino que respetó las reglas de la novela negra y el patrón más clásico. ¿Cuál es el matiz distintivo? La protagonista. Es una joven, con problemas personales que, desde el vagón de un tren, ve más de lo que debería. También cabe Observada, de Renée Knight (Salamandra), que cuenta la historia de Catherine Ravenscroft, una mujer que encuentra en su mesilla el libro Un perfecto desconocido, con el que revive un día fatídico que decidió olvidar para siempre. Revela detalles inconfundibles sobre lo que le ocurrió veinte años atrás, su secreto mejor guardado, del que ni su marido ni su hijo saben nada. El pasado le exige rendir cuentas.
La generación 'Harry Potter'
El otro subgénero de éxito es el Grip lit, que tiene muy acotado al lector objetivo: mujeres de entre 25 y 35 años que crecieron con los libros de J.K. Rowling de Harry Potter y se engancharon posteriormente a la saga Millennium. Además, se caracteriza por ser novelas que tratan sobre mujeres escritas por mujeres. La versión irlandesa de The independent acertó a describirlo como "el nuevo género de suspense donde el crimen se encuentra con la pasión". Añade que es una buena lectura para las vacaciones estivales.
Suele cumplir cuatro reglas: la protagonista es una mujer ( y no sólo el cadáver que aparece en la cuneta), hay un romance, hay secretos inconfesables y los personajes sufren graves altibajos emocionales. Hay bastante discusión sobre si éste es un subgénero del suspense o de la novela romántica, aunque las editoriales apuestan por la primera opción.
El subgénero surgió con el libro Confesiones de una sociópata y escaladora social: Crónicas de Katya Livingston escrito por Sue Townsend. En la actualidad, destacan autoras como Alex Marwood, Claire McGowan o Kate McQuail, algo desconocidas, por el momento, en nuestro país.