'Promethea': la fantasía es real, lo dice Alan Moore
Se reedita Promethea, una de las obras más personales de Alan Moore, en tres tomos de la mano de ECC.
¿Hay lugar para la fantasía romántica en la simplista postmodernidad? Alan Moore, el más afamado, extravagante y genial autor de cómic de la historia ideó con Promethea una suerte de sátira romántica del cómic de superhéroes, pero fue más allá en la confección de una fantasía definitiva, una visión del cosmos y el ser humano completa que contempla tanto la materia como el espíritu. En Promethea, el pulp y alta cultura se mezclan en una obra que cose la aventura de ciencia ficción con la poesía y la filosofía como si fueran parte de la misma cosa; un relato que aúna lo convencional y experimental en la contundente figura de una amazona como Wonder Woman, pero en realidad existe como representación de una idea más abstracta. ¿Y qué idea es esta?
Promethea es la historia de una heroína de fantasía que se encarna en diferentes mujeres y hombres a lo largo de la historia. Sus huéspedes, como el Neo de Matrix (con la que, por cierto, comparte año de debut), pueden ir y volver de la Inmateria, un universo hecho de fantasía y sentimiento que por una vez no encuentra su inspiración en sucesos bíblicos o la caótica situación política de las últimas décadas, sino en lo que un poeta romántico como Charlton Sennet, creado para la ocasión por Moore, llamaría el mundo de las ideas. Un territorio que sitúa a Promethea, el cómic, en un territorio mitológico, cabalístico y legendario un tanto distinto al habitual.
El juego de ambivalencias del autor va aún más allá si añadimos a la fórmula el juego "meta" en el que la estudiante Sophie Bangs elabora una tesis sobre Sennet que acaba convirtiéndola a ella también en Promethea; por no mencionar la figura de cada una de ellas sirve a Moore para trazar una de sus habituales analogías sobre la historia del cómic. También están, no nos olvidamos, Los Cinco Tipos Estupendos (aunque, bueno, uno de ellos es una mujer), un grupo de héroes científicos que resisten los ataques de un villano de reminiscencias jokerianas, el aterrador Muñeco Pintado, diseñado para complicar aún más los acontecimientos con resultados violentos e hilarantes.
Concebida en los albores del nuevo milenio (Promethea fue publicada en grapa entre 1999 y 2005), la obra de Moore nos llega ahora en tres tomos de lujosa encuadernación que recogen la edición Absolute norteamericana, de los cuales se ha publicado ya el primero de ellos. En ellos la nueva Promethea, Sophie, recibe la llamada a la aventura al tiempo que forma cuerpo y mente en compañía de las otras Prometheas, cada una de las cuales es la receptora de una virtud que sirve al autor de Watchmen y Supreme para dividir sus etapas de aprendizaje. Entremedias hay espacio para la diversión, como el hilarante combate que tiene lugar en un hospital, y un fenomenal cliffhanger en virtud del cual sería la propia Promethea la artífice del casi, casi bienvenido Apocalipsis, entendido no como aniquilación tanto como liberación última de la prisión terrenal.
Alegoría no solo de la evolución del noveno arte, sino también de la transmisión de mitos e historias que aquí se encarnan en la diosa Promethea, si el héroe de las mil caras que Joseph Campbell formuló en su psicoanálisis del mito insistía en el carácter incombustible del mismo, Moore sustancia esas teorías, o unas muy parecidas (la pervivencia de arquetipos simbólicos en todas las culturas a lo largo de la historia) en un personaje de ficción "real" creada para su historia: la figura de una heroína mitológica y multirracial que permite al autor fusionar cuento de hadas, relato superheroico y ciencia ficción futurista; o si quieren, fantasía romántica y parodia perversa, todo en un mismo tomo.
Pero más allá del juego fantasioso y "meta" de Moore, más de quince años después de su publicación llama la atención la puntería del autor a la hora de señalar ciertas derivas sociales y tecnológicas. No nos referimos tanto al evidente sustrato feminista que pervive en Promethea, o al menos no sólo a él. El filtro personal de Moore resultó profético en más de un aspecto y ese Gorilla Llorica que llena de latiguillos autocompasivos las conciencias del Nueva York alternativo; el dispositivo TEXTura t.m. que satura de información inútil los sentidos de sus habitantes, resultan ahora más familiares que antes, en tanto no dejan de resultar reverberaciones alienantes de esos memes de gurús de autoayuda que infectan las redes sociales de todo el planeta.
Todo empaquetado con una composición dinámica e imprevisible, en la que el artista J.H. Williams despliega todo tipo de técnicas de dibujo y soluciones visuales. Promethea podría ser el cómic más colorista e imprevisible del mercado, quince años después de su primera publicación: no hay una viñeta que sea igual a la anterior, y abundan las composiciones a doble página insertas en diferentes estructuras. Todos los recursos posibles -a veces, incluso demasiados- destinados a, precisamente, hacer posible lo imposible, a convencernos de que lo irreal existe si así lo decide el autor. El autor del logro es, por supuesto, Alan Moore, y el resultado Promethea, un cómic imprescindible.
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