Converso con el poeta Salvador Galán (Granada, 1981) y su último poemario, que orbita en torno a la figura del escritor alemán Heinrich Böll, en un bar donde pinchan flamenquito y, de tapa, sirven pan con chorizo y queso. Galán acaba de recibir el prestigioso Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero por La puntualidad de Heinrich Böll (Verbum, 2016), obra con un halo bélico, cimentada sobre "palabras mayúsculas".
Galán viene del mundo de la Psicología y reivindica la poesía que hay en esta materia, aunque él quiso haber estudiado Periodismo y "siempre enfoqué mi trayectoria en lo social y en el lenguaje". De ahí que abordara la Lingüística y, a los "21 o 22 años", empezara a escribir "en un par de cuadernos", cogiendo impulso al "estar fuera de mi casa", con "el vértigo que supone estar lejos, empezar a trabajar y todas esas cosas".
Pese a su juventud –perdón por el tópico-, el autor granadino ha publicado con periodicidad y sus obras han venido al mundo con un premio literario bajo el brazo, destacando entre estas la novela El Centro del frío (Lengua de Trapo, 2011), por la que se le concedió el IX Premio de Narrativa Caja Madrid. En su opinión, los premios tienen un "doble sentido": "Por un lado, es motivo de satisfacción; por otro, quiere decir si no tienes relación con el mundo editorial o un padrino, ya sea en la facultad, por temas familiares o algo así…, yo no he encontrado otra manera de entrar que tirando de premios jóvenes. Este premio –el Gastón Baquero- ya no es joven, y en septiembre saco mi primer libro sin premio, porque una editorial ha apostado por mí. Publicando yo sólo, es la primera vez que me pasa".
Galán empezó "escribiendo poesía, pero publicando prosa". Cuenta que "la métrica, la retórica y todas esas herramientas me llamaron la atención como un nuevo lenguaje, una nueva forma de aprender. No fui de verso libre: yo me preocupé por conocer los metros, los ritmos, la historia de la lírica, sobre todo, la española". Sostiene que los "libritos delgados" de poesía "son un acto de resistencia cultural" y los reivindica como "objetos a la contra de la lógica mercantil que nos rodea". "Puede que se inste que la cultura no interese –añade-, así la gente es menos crítica, compra más cosas… no digo que haya un demiurgo, hablo de intereses e influencias, tal vez bienintencionados. Pero por muy feliz que seas, cuando tu único referente es Telecinco, ahí tenemos un problema".
La puntualidad de Heinrich Böll "forma parte de un proyecto más grande de escritores. Voy a dedicar una trilogía. El que sale en octubre, Pan de Dédalus, versa sobre Joyce y su revisión del Ulises… Escribo sobre otros en parte, como homenaje, por la experiencia como lector, como fan. Además, en el caso de Böll creo que tiene un valor poético muy importante. No temía a las palabras con mayúscula, y el cuerpo me va pidiendo escribir así, más despojado pero sin miedo a cierta afectación". Galán señala que, a diferencia del alemán –"por lo que me cuenta mi mujer, que es traductora"-, "el español es un lenguaje romance, tendente a la hojarasca", y señala que los escritores jóvenes "hemos tenido acceso a una avalancha de traducciones, y eso ha afectado al español literario". "Yo ahora leo muchos clásicos españoles para tener un contrapeso, Valle-Inclán, a Quevedo…", añade.
El poeta nos cuenta que "en la vida de Böll hay sombra: actuó en la Segunda Guerra Mundial, pero fue llevado de una manera involuntaria. Su sustrato ideológico le hizo desde el principio ver eso como una aberración. Él era católico". Diferencia dos vertientes en su obra: por un lado, la "exótica" – "explota muy bien, con un poco de ironía, el tema de mártires, reliquias..."-; por otro, la "social y comunitaria": "Él fue muy crítico con la Iglesia. Acabó separado de la Iglesia, y eso que siempre se consideró católico".
En el poema "El perseguido", Galán se pregunta "¿Para qué murió Jesús? ¿Para qué murió el Che?". "Todos los relatos que sustentan Occidente –explica-, en tanto que son humanos, están plagados de sangre, de muerte, de fechorías… ¿Por qué a partir de ahí construimos nuestro mito? Creo que eso no nos ha llevado por muy buenos caminos. Simplemente lo reflexiono, no propongo nada ni doy soluciones".
Finalmente, Galán nos dice que "si quieres hacer algo bajo la mirada de Böll, tienes que ir a la entraña. Venimos de culturas distintas, pero sí que toca generalidades, y dices: "Ostras, ha dado con la clave", y "por eso es un clásico, tiene posteridad y va a seguir teniéndola".
En la obra también se cuelan Céline, Brecht, Camus o Javier Tomeo.