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Pedro de Tena

Espronceda, un parlamentario español y liberal

Legendarios fueron su "arrepentimiento" y su "desesperación", hasta el punto que se vendían como sueltos de imprenta.

José de Espronceda | Archivo

Mi madre conservaba un tomo de tapas de cartón sin título ni autor. Dentro, los poemas de Espronceda. Fue la primera poesía que leí y me impresionó. Era un poeta famoso por su romanticismo "popular", su amor a la libertad, a la idealizada Teresa Mancha (si bien murió poco antes de casarse con otra) y por su temprana muerte. Cantó y murió, dijo de él Vicente Aleixandre. Legendarios fueron su "arrepentimiento" y su "desesperación", hasta el punto que se vendían como sueltos de imprenta. En muchos colegios de mi infancia se aprendía de memoria su Canción del pirata y se lloraba, aunque mucho menos, con su Canto a Teresa. "Tu Teresa de La Mancha / rosa mecida en el fango; esta vida es un fandango, ¿quién lo bailará mejor?", le recordó Unamuno después. El resto de su obra era poco conocida.

Con los años, fuimos accediendo a El diablo Mundo, El estudiante de Salamanca (con el Tenorio en el código genético, eso sí, don Félix de Montemar y la espectral Elvira, que ensoñó a Valera, en lugar de don Juan y doña Inés), alguna referencia a El Pelayo y no muchas más. De su novela Sancho de Saldaña, ni noticia. Muy pocos de los jóvenes de la quinta del 51, salvo los muy estudiosos, sabíamos algo de la actividad política de Espronceda. Se estaba en pleno franquismo. Se conocía, sí, que fue revoltoso, "buscarruidos" le llamó el conde de Cheste; algunos señalaban que fue incluso violento, un liberal enfrentado al absolutismo y finalmente un partidario de Espartero con melena merovingia describió Valle-Inclán, pero su poesía sobresalía sobre cualquier otra circunstancia biográfica.

Yo no tenía ni idea de que había sido diputado en Cortes por Almería tras haber fracasado por Granada y que había intervenido como orador parlamentario algunas pocas veces antes de su temprana muerte en 1842. Es más, por no saber no supe tampoco que participó en el plan global del levantamiento liberal de Torrijos que terminó con el fusilamiento de Málaga cuajado en el cuadro de Gisbert.

Sobre la "desesperación" en Espronceda, que mencionaron incluso Baroja, Ramón y Cajal, Palacio Valdés, Lorca y tantos otros preparaba un artículo para conmemorar la fecha de su nacimiento, el 25 de marzo de 1808, cuando en el ensayo biográfico publicado en Madrid en 1883 titulado Espronceda, su tiempo, su vida y sus obras reparé que incluía sus discursos parlamentarios. Su autor es Enrique Rodríguez Solís, historiador, escritor y periodista además de ferviente admirador de Espronceda en tanto que confeso republicano. No será el suyo el mejor libro para conocer la vida, la obra y el sentido histórico del romántico Espronceda, estudiada ya de forma casi completa por el hispanista Robert Marrast pero el libro ya clásico del francés omitió esta parte de su vida, 1839-1842. Lo dice expresamente: "Por último, de 1839 a 1842, son tan numerosas las diversas actividades de Espronceda y tan importantes los acontecimientos de todo tipo que tuvieron gran peso en el destino de España y su literatura, que su examen requeriría otro libro". Prometió continuar con una segunda parte pero no se ha hecho, que sepamos. Por tanto, los meses parlamentarios de Espronceda y su sentido quedaron fuera del libro de Marrast.

Por cierto, como lamentable anécdota referiré que en el Congreso de los Diputados sólo se accede digitalmente a estos discursos de 1842 mediante un DVD que está a la venta al precio de ¡250 euros! y que recoge Diarios de Sesiones de los años 1836 a 1844. Sin embargo, en la Fundación Centro de Estudios Constitucionales 1812 puede encontrarse el mismo material de forma gratuita. Como lo leen.

Tomado del libro de Carmen de Busgos 'Fígaro'

La valoración de José Luis Abellán de la actividad parlamentaria de Espronceda ("Han sorprendido a los críticos sus discursos en las Cortes como diputado, donde se manifestó como un verdadero experto en cuestiones económicas") me animó a destacar en su conmemoración su inesperadamente corta presencia en Las Cortes, tal vez la más desconocida de la vida del poeta nacido en Almendralejo. Por ello, decidí dejar su desesperada desesperación desesperante "...y allá un sepulturero/de tétrica mirada/con manos despiadadas/los cráneos machacar" para otro momento ya que "aquí, para vivir en santa calma,/o sobra la materia o sobra el alma".

Sólo diré que, tartamudo de niño y adolescente (ahora he aprendido a simular que no lo soy), fui obligado por uno de los Hermanos de la Salle del Colegio de la Alameda Cristina de Jerez a recitar la famosa Desesperación -seguramente la más duradera y cansina oída en muchos años-, ante todos los padres y alumnos del colegio. Lo pasé fa-ta-ta-ta-tal, pero lo agradecí después. Fue mi piedrecita de Demóstenes.

Los cinco discursos parlamentarios de Espronceda

Yo he debido mil atenciones á los Sres. Mendizábal (al que se enfrentó por destinar el dinero de las desamortizaciones a pagar a los acreedores del Estado en vez de a aliviar del sufrimiento de los ciudadanos necesitados), Istúriz y duque de Rivas, y si no he aceptado sus generosas ofertas, ha sido porque, teniéndome por inútil para empleado, no he querido confundirme con la baraja de los infinitos que cobran un sueldo a la nación por cargos que no desempeñan; y además, porque mi independencia es mi vida, y creo que ninguna de las pandillas políticas que hoy combaten merecen que yo me sacrifique por ellas.
Esta confesión de individualismo liberal da una idea de la defensa de la libertad de Espronceda, no sólo como el poeta cuya ley era la libertad sino como diputado en el Congreso.
Aunque se ha hablado del quasi anarquismo del poeta, de su socialismo (Marx, Engels, Proudhon, Bakunin e incluso buena parte del socialismo utópico -saint-simoniano se le llamó-, aún no existían como cuerpo doctrinal), de su pertenencia, hoy desmentida, a la masonería e incluso de su "satanismo" estético-teológico (expresión de rebeldía metafísica ante un Dios que lo derrota, conclusión deducible del fatal abrazo de la calavérica Elvira), sus planteamientos políticos constatados fueron claramente liberales desde una opción general republicana. Al menos, sus tesis parlamentarias en los cinco discursos que pronunció así lo muestran. Hubo otros pronunciamientos políticos como su célebre escrito El ministerio Mendizábal y algunos otros relevantes, pero ciñámonos a sus discursos en Las Cortes.


Sesión de Cortes del 11 de marzo de 1842

Se trataba de un discurso contra un proyecto de ley de movilización de 50.000 hombres para combatir, supuestamente, a los restos del absolutismo derrotado y emigrado a Francia. Espronceda exhibió su independencia de criterio nada más comenzar diciendo: "Lejos de mí toda otra pretensión que no sea la de decir la verdad conforme la siente mi corazón y la comprende mí juicio". Pero prefería no resucitar una guerra civil ganada por la libertad frente al absolutismo respetando "el reposo general del país, sorprendente después de una guerra civil que tantos vínculos ha roto".


Poco partidario de una "memoria histórica", tal y como la entienden algunos hoy, afirmó:

Dos sociedades se presentan en España, señores: una, que es el deshecho de los trastornos y de la guerra civil; otra, trabajadora industrial, deseosa de paz y de un buen Gobierno, amante de la libertad, pronta a sostenerla hasta la muerte: la primera se agita en la superficie; la otra forma el fondo de la sociedad. Importan poco las luchas de las fracciones, las rencillas, las mezquindades viejas, los rencores antiguos de los que han hecho de sus resentimientos opiniones políticas; importa poco todo eso cuando en la sociedad hay un fondo de sensatez, de amor a la paz y gérmenes que han de fecundar y vivificarse bajo la protección de un Gobierno justo

Espronceda se opuso a la medida por ser innecesaria dado el escaso peligro del supuesto enemigo con el que prefería la reconciliación nacional (porque creía que la inmensa mayoría fueron engañados), por ser un impedimento para el desarrollo de la economía y el nivel de vida y por su preferencia por un orden de libertades ciudadanas y de amor a la patria que reaccionaría en caso necesario.


Sesión del 3 de abril de 1842

El gobierno había presentado un dictamen para conseguir dinero no permitiendo que el importe de los suministros hechos al ejército desde 1838 pudieran deducirse de las contribuciones. Esto es, era una proposición que le permitía seguir entrampado con los propios ciudadanos. Es la palabra que usa Espronceda:
...dijo (el ministro de Hacienda) que desde el año 1800 acá estamos viviendo de trampas... Y pregunto yo: en la cuestión que se presenta aquí, en esta cuestión en que se trata de salir de un ahogo, de un apuro,¿Cuáles son las intenciones del señor ministro? ¿Las de seguir haciendo otra trampa; las de seguir por el mismo camino que vamos, hasta caer en un abismo... ¿no es tiempo ya de que nos paremos y detengamos esa marcha que nos conduce al precipicio?

Es evidente que Espronceda, como buen liberal, quiere una limitación del gasto de los recursos públicos y es hostil a nuevos endeudamientos que pueden conducir al desastre. Y lo expresa con suma claridad:

Yo quisiera, señores, que nos dijese Su Señoria si no era ya llegado el caso de salir de ellas(de las trampas). Desde el año de 1800 acá, la nación se ha encontrado en una porción de choques, de revueltas, de crísis, de guerras más o menos crueles; ha llegado el tiempo de la paz, y me parecía á mí que era llegado el caso de que saliésemos de ese camino de trampas

No le faltó ironía parlamentaria cuando el ministro protestó aduciendo que las trampas habían sido heredadas de gobiernos anteriores. Y respondió:

Ha dicho el señor ministro que culpa era de nuestros antepasados el que nos encontrásemos en la situación en que nos encontramos hace mucho tiempo en España. Fácil es echar la culpa á nuestra madre Eva de todas las desgracias que afligen á la humanidad. Algún día puede ser que nuestros descendientes culpen á S. S. de las desgracias y los males que les ocurran.

Sesión del 8 de abril de 1842

Se debatía la ley de aranceles relativos a algodones. Pero Espronceda comienza su intervención con una defensa de la representación nacional de cada diputado haya sido elegida por la provincia que fuese. Esto es, un diputado nacional representa a toda la Nación, no sólo a sus electorales de la circunscripción. Lo dijo así:
Antes de entrar en la cuestión debo decir al Congreso que ningún interés particular de provincia, ningún interés mezquino de ninguna especie me mueve. Protesto del modo más solemne que en este momento no me considero sólo diputado por Andalucía; soy representante de la nación, y como tal manifestaré lo que crea más conveniente.
Un manifiesto abierta y emocionantemente liberal. Y patriótico. Su españolidad es de tal envergadura que añade:
Para mí tan español es el nacido en las orillas del Segre como el nacido en las orillas del Guadalquivir, como el nacido en las orillas del Miño. Todos somos españoles, y me honro tanto de ser español, que si se me hubiera dado a escoger patria en el momento de nacer hubiera elegido á España, la provincia me hubiera sído indiferente.
Espronceda niega ser enemigo de la industria algodonera. Al contrario.
...esa industria me hace concebir grandes esperanzas para la nación española, pues no la considero reducida á Cataluña, sino que la miro esparcida por todas partes pues en todas partes hay elementos para que se arraigue y progrese. En algunas provincias acaso hay todavía más elementos que en.Cataluña para que prospere esa industria.
A lo que se opone Espronceda, otro rasgo esencial de liberalismo, es al proteccionismo, a la falta de competencia económica y al exclusivismo de los beneficios fiscales para Cataluña. como se oponía a los fueros navarro-vascongados.
La industria algodonera en Cataluña tiene demasiados elementos para su desarrollo, y he oído decir á todos los diputados catalanes que cuenta con inmensos recursos y grandes riquezas, y, de consiguiente, puede entrar en el mercado público en competencia con los productos de esa misma industria en el extranjero. ...Señores, la industria algodonera en Cataluña está protegida por leyes exclusivas y un sistema prohibitivo de comercio desde el tiempo de Carlos III... Cataluña, sin embargo, no ha podido presentar productos comparables (a los ingleses)...pero la verdad es que, a despecho de la protección del Gobierno, no ha crecido como otras industrias menos favorecidas.
Pero Espronceda no es un revolucionario. Prefiere la reforma. Y pide que "cese en beneficio de la nación el sistema prohibitivo absoluto, y que se establezca un derecho protector en favor de la industria algodonera." Esto es: "¿Por qué, pues, Cataluña se ha de oponer a un sistema en el cual entren los intereses generales, combinados de manera que no se falte a los particulares? ¿Por qué, pues, se ha de oponer cuando no hace más que ceder un tanto de su derecho?"

Su liberalismo es explícito:

"Señores, tengo la gloria de defender una cuestión muy liberal; la cuestión de libertad de comercio, es liberalísima; es la cuestión de la asociación de los pueblos. Los que defiendan la contraria, no pueden defender otra cosa que intereses pequeños y mezquinos, que tienen que desaparecer ante el interés general. Es un gran principio de libertad, señores, la cuestión de libertad de comercio...desde el momento en que el verdadero espíritu mercantil ha aparecido en Europa, y sus Estados han dejado de ser guerreros para ser industriosos y comerciantes, ha desaparecido ese exclusivismo, y la libertad de comercio es el camino de hierro que ha de unir los opuestos extremos del mundo....No, señores, los intereses de Cataluña no están en oposición con los de las demás provincias; no pueden producir trastornos de·ninguna especie...Los intereses particulares llevan en sí algo de deletéreo y mortífero cuando un lazo moral no los une. Un sentimiento debe dominar sobre ellos: el amor a la patria....Ante el ara de la patria debemos todos doblar la rodilla; y yo espero que los diputados catalanes, como españoles, que son, sean los primeros á hincarla haciendo abnegación completa de antiguas preocupaciones y sacrificando al bien general la parte que de sus intereses particulares les corresponda.
Sin comentarios. Han pasado casi 175 años, pero no para todos....

12 de mayo de 1842

La posición liberal de Espronceda se refleja asimismo cuando se trata de los gastos del Estado:
Las economías bien entendidas son las que borran de los presupuestos todo lo innecesario, las que arreglan el sistema rentístico y la administración, las que ponen orden donde no le hay, y al mismo tiempo establecen un sistema tal, que con él se eviten para siempre esos ruinosos contratos de que aquí tanto se ha hablado, y se entre por el buen camino. Estas son las verdaderas economías, no la de quitar mil reales a un empleado, al cual se le pone acaso en el dolorosísimo trance de desmoralizarse. No es economía entorpecer la marcha del Gobierno ni ponerle en el duro caso de no poder realizar un pensamiento por no tener medios para ello.
El objetivo de Espronceda era la defensa del decoro diplomático de la nación española y su papel en el marco de las relaciones internacionales. Ese sí era para él un gasto necesario. Por ello, se niega a que, con el pretexto del recorte presupuestario indiscriminado, se limite el papel de España en el futuro europeo:
Antes de concluir, diré que los diputados españoles escojan: ¿quieren que sea una verdad la independencia nacional, quieren mirar por el honor de su patria, quieren que esté dignamente representada en el extranjero, o prefieren un sistema equivocado de economías a todas estas razones?
Por eso, buen conocedor de la penuria de los diplomáticos españoles en el extranjero pedía dignidad y decoro para ellos. Es sabido que el pensamiento liberal defiende un Estado capaz de amparar eficazmente la defensa del país y sus intereses generales.


16 de mayo de 1842

Se trataba de debatir cuántos "quintos" (soldados) debían aportar las diferentes provincias. Pero, según el poeta, no se aplicaba el principio de proporcionalidad sino criterios arbitrarios que hacían que unas provincias aportasen mayor número de quintos de los que les corresponderían proporcionalmente. Se quejaba Espronceda de la existencia de tres censos "de distintas épocas, y precisamente las provincias que quedan recargadas son las que han cumplido con su deber, y las que quedan exentas y libres de la carga que a las otras se impone, son las que no han cumplido con la ley. El Gobierno debía haber tomado un tipo común para todas, y de ninguna manera tipos diferentes para evitar que salgan unas recargadas y favorecidas otras".

Liberalismo expreso en defensa de la provincia de Almería a la que un gobierno parcial cargaba con una aportación desproporcionada a sus efectivos.

23 de mayo de 1842: sesión interrumpida

El 17 de mayo fue el día de su última sesión parlamentaria. Tras una breve y angustiosa enfermedad, probablemente difteria o "garrotillo", Espronceda moría inesperadamente. En la sesión del día de su muerte, se suspendieron los debates. Como consta en el acta de la sesión, "el señor secretario, Domenech, lee profundamente conmovido la siguiente comunicación:

Excmo. Sr.: A las nueve de la mañana, y al rigor de una aguda enfermedad, hemos tenido el dolor de perder al dignísimo diputado por la provincia de Almería, don José de Espronceda.

El Sr. Presidente (Acuña) (vivamente afectado): Con el mayor sentimiento acaba de oír el Congreso la desgraciada noticia de la muerte de nuestro compañero el Sr. Espronceda. Con él ha muerto un honorable diputado y un distinguido literato. Yo espero de todos los señores diputados que procurarán honrar, su memoria asistiendo a su funeral, que será mañana.

Había muerto un liberal, esto es, un hombre que amaba la libertad, la suya y la de sus conciudadanos.

Y es tan triste morir cuando aún la vida
nos brinda con sus galas y sus flores,
cuando dejamos la mujer querida.
venturosa cantando sus amores,
que el corazón transido
y hasta su mismo Dios le da al olvido.

En Madrid, su tumba acompaña a la de su buen amigo, al que lloró años antes, tampoco masón pero también liberal, Mariano José de Larra. Sit tibi terra levis.

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