Editorial Anagrama saca ahora una nueva colección "Edición limitada", en la que recupera a algunos de sus grandes autores (Baricco, Tabucchi, Auster, McEwan, Amis), en tapa dura, a un precio bajo (10 euros). En esta serie se publica una obra que obtuvo gran éxito de crítica y público hace treinta años, en 1984: El loro de Flaubert, de Julian Barnes.
El autor, nacido en 1946, es uno de los mejores novelistas ingleses actuales. En esta misma sección recomendé otra de sus novelas, Artur y George.
La que ahora se reedita suscitó entusiasmo pero también polémicas: discutían algunos que se tratara de una verdadera novela. La verdad es que la trama ficticia resulta escasa. Escuchamos la voz de un doctor inglés, Geoffrey Braithwaite, gran lector de Flaubert, que va siguiendo las huellas del novelista francés. (Hasta el final del libro, del narrador apenas sabemos que vivió un drama conyugal, sin especificar más).
Todo se centra en Flaubert, a través de perspectivas y técnicas narrativas muy variadas: vocabulario, tópicos, guía ferroviaria, examen escolar... Eso permite desplegar toda una serie de anécdotas, que van desde los animales al sexo, los viajes a Oriente, la miopía de los críticos académicos... Siempre, eso sí, con brillante inteligencia y una ironía típicamente inglesa. El llamativo título se refiere al deseo de encontrar cuál fue el animal que retrató Flaubert en su precioso relato Un coeur simple.
Está ahora de moda desmitologizar los mitos de cualquier clase, se multiplican los títulos - que llegan hasta Woody Allen – del tipo "Desmontando a..." o "Desestructurando a..." Desde un conocimiento notable de la obra de Flaubert, Julian Barnes ha escogido un camino contrario: prolongarla, utilizarla como punto de partida para la reflexión libre y el relato.
El resultado es brillante por la inteligencia de Barnes pero también – quizá, sobre todo – por la buena elección del escritor prolongado: Gustave Flaubert es, en mí, un auténtico genio literario; además, se presta muy bien a este tipo de aproximación por la abundancia de material autobiográfico y autocrítico que nos ha dejado. (Para conocerlo bien, son esenciales obras como Bouvard et Pécuchet, el Dictionnaire des idées reçues y la copiosa correspondencia).
Constituye un verdadero placer leer la numerosa serie de citas de Flaubert, bien organizadas, que aquí se nos ofrecen. Una y otra vez, aparece su implacable pesimismo y su odio a la estupidez general (que, por otro lado, le fascinaba).
Barnes resume así su opinión: "Flaubert enseña a mirar cara a cara a la verdad y a no parpadear ante sus consecuencias; enseña, al igual que Montaigne, a dormir sobre la almohada de la duda; enseña a diseccionar las partes constitutivas de la realidad y a observar que la Naturaleza es siempre una mezcla de géneros; enseña a hacer un uso lo más exacto posible del lenguaje; enseña a no abrir los libros en busca de una píldora social o moral: la literatura no es una farmacopea; enseña la preeminencia de la Verdad, la Belleza, el Sentimiento y el Estilo. Y, si estudia la vida privada del escritor, verá que enseña valentía, estoicismo, amistad; la importancia de la inteligencia, el escepticismo y el ingenio; la necedad del patrioterismo; la virtud de ser capaz de permanecer solo en la propia habitación; el odio contra la hipocresía; la desconfianza de los doctrinarios; la necesidad de decir las cosas con todas las letras" (p. 163). Cuando le acusaban de inmoral o provocador de la desolación, Flaubert se defendía con esta lacónica frase: "No puedo cambiar de ojos".
Su gran tema, por supuesto, es la unión de los libros y la vida (p. 203). El escritor siente que debe respetar profundamente la realidad; a la vez, sabe por experiencia que todo lo que inventamos es cierto: hasta unos viejos loros, que quizá contempló, hace años, un novelista francés...
Julian Barnes: El loro de Flaubert, Barcelona, Editorial Anagrama, Edición Limitada, septiembre de 2015, 229 págs, 10 euros. ISBN: 978-84-339-2838-2.