Nosotros, los de entonces (Planeta) no habla de personas increíbles. Ni de grandes gestas históricas. No narra una aventura sin igual. Es sólo -y esa es su gran virtud- una historia cotidiana. Es el capítulo de una parte de nuestra vida, la historia de cualquiera de nosotros mismos, una novela que excava en nuestro pasado para rescatar un recuerdo dormido.
Marta Rivera de la Cruz, finalista del Premio Planeta con En tiempo de prodigios (2006), cuenta en su último libro la historia de un grupo de amigos de la universidad, ya entrados en los 40, que se reencuentran después de una década sin verse con la excusa de que uno de ellos tiene algo muy importante que contarles. Salen a la luz viejas rencillas, secretos ocultos y anécdotas entrañables que, en un hotel en la Provenza, hilan una historia de amistad, melancolía, segundas oportunidades, sacrificios y decepciones a través de largos diálogos, con ligeros toques de ironía e ingenio, estilo típico de la autora gallega, periodista y diputada por Ciudadanos.
P. La novela tiene su punto de melancolía al mirar atrás. ¿Se cumple aquello de cualquier pasado fue mejor?
R. No es mejor, sino distinto. Cuando eres joven, los amigos son lo más importante, tienes todo el tiempo para ellos, pero en la edad adulta tienes otras obligaciones y menos tiempo. No creo que sean mejores los 20 que los 40, son muy distintos, precisamente por esa falta de responsabilidades. Si echo algo de menos de cuando tenía 20 años es no tener preocupaciones graves.
P. ¿Qué anécdota guardas con más cariño de esos años?
R. Fue una época muy bonita. Recuerdo los años que pasé en un colegio mayor, esa camaradería, los primeros amores, las excursiones de verano. Es una época estupenda. Me enorgullezco de conservar algunos de los amigos de esa época.
P. Cada personaje tiene su propio obstáculo. Por ejemplo, está el caso de Valva, triunfadora y muy guapa, que se queja de que no encaja bien entre las chicas, precisamente por esa belleza.
R. Las mujeres muy guapas llaman mucho la atención y no solo entre los hombres, sino también entre las mujeres. De las mujeres muy guapas se sigue desconfiando. Parece que una mujer muy guapa tiene que ser menos lista o muy presumida, que puede merecer menos la pena. Ese prejuicio no evoluciona.
P. Y en política, ¿también ocurre?
R. En política también pasa. Yo pongo el caso de mi compañera Inés Arrimadas, que realmente es una mujer muy guapa y enseguida le ponen esa etiqueta. Es muchísimo más que una cara. A las mujeres se les exige demostrar que son algo más que una cara bonita. Nadie se plantea que un hombre, por ser guapo, sea menos inteligente. De una mujer sí se duda.
P. Nosotros, los de entonces también habla de sacrificio y vuelve a ser una mujer la que tiene que dejar de lado su carrera.
R. Se sigue esperando que la mujer, en caso de querer formar una familia, sea la que más pierda. En el trabajo, hasta que se cumplen los 30, se trata igual a hombres que a mujeres, pero al cumplirlos empiezan las preguntas de "y tú, ¿querrás tener hijos?" y "¿cuándo los vas a tener?". Es una barrera muy injusta que pagarán las mujeres y el resto de la sociedad. Se está apartando de puestos importantes a mujeres sólo por el miedo a que pierdan fuelle cuando sean madres.
P. Eres diputada por Ciudadanos. ¿Se compagina bien la literatura y la política?
R. Tengo muy claro que durante los próximos años tengo que dar un paso atrás en mi actividad literaria porque ahora mismo soy la empleada de 47 millones de personas y me debo a ese trabajo por encima de todo. Compatibilizaré hasta donde pueda, pero en el caso de tener que elegir, por supuesto cumpliré con la tarea que he elegido.
P. En los últimos meses, has estado en el centro del huracán por algunas de tus declaraciones y has recibido numerosas críticas. ¿Cuáles se llevan mejor, las políticas o las literarias?
R. Las literarias las llevo fenomenal, las políticas duelen más. No por la critica en sí, sino por lo que afecta a un colectivo del que tú formas parte. Evidentemente se llevan peor, pero nadie te obliga a meterte en esto. Son un ingrediente fundamental y tienes que estar expuesto a ellas y estar dispuesto a sobrellevarlas. No puedes pensar que vas a meterte en esto y salir indemne de todo. Un crítico jamás va a atacarte a nivel personal, a un político sí. Yo la política la conocía como periodista y entiendo que es parte del juego.
P. Hay muchas escenas en la novela regadas con vino y delante de una buena mesa.
R. Me encanta comer y me gusta tomar algún vino, aunque no soy una gran entendida. En esta novela, aunque se desarrolla en Francia, sus personajes son españoles y para los españoles todo se arregla delante de una mesa. Quise mantener eso en el libro.
P. ¿Qué esperas de esta novela?
R. Que llegue a muchos lectores. A mí me importa que se lea y quiero que vaya muy bien, no por venderse mucho, sino por leerse. Me da mucha alegría cuando voy a una biblioteca y veo una novela mía con muchos sellitos.
P. Has escrito libros para niños y para adultos, ¿con cuál te quedas?
R. Con la de adultos, sin ninguna duda. Es muy difícil escribir para niños porque tienes que tener todo el rato en la cabeza el niño que eras.
P. Como lectora, ¿qué tres libros han sido importantes en tu vida?
R. Qué buena pregunta pero qué difícil. El Werther, de Goethe, porque fue la primera novela de adultos que leí y me cambió la percepción de lo que era leer. Yo leía para entretenerme y me di cuenta de que podías leer para entender lo que te pasaba. Madame Bovary, de Gustave Flaubert, la leo todos los años y es una obra cumbre de la literatura, y La Colmena, de Camilo José Cela, es un libro brutal y lamento que las generaciones nuevas se aparten de esta literatura sacrosanta para otras épocas.