Una Barcelona paródica
Ha aparecido la nueva novela de Eduardo Mendoza, El secreto de la modelo extraviada. Narrada con un estilo muy culto y permanentemente burlesco.
Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) es uno de nuestros narradores de más calidad y, a la vez, más leídos. Vivió durante años en Nueva York - su aspecto parece conservar cierta elegancia a lo Faulkner - es inteligente y escribe bien-. En la historia quedan ya novelas notables como La verdad sobre el caso Savolta (1975) y La ciudad de los prodigios (1986). A la vez, ha seguido varias veces la línea del divertimento paródico, con un disparatado delincuente que se hace detective en El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras... A esta veta ligera, de humor disparatado, pertenece su última novela, El secreto de la modelo extraviada, que ha aparecido esta semana.
Consta de dos partes: en la primera, ese personaje investiga el asesinato de una modelo, en la Barcelona de fines de los ochenta. Aparece una sociedad secreta, APALF, formada por burgueses adinerados para evadir sus capitales. En la segunda, situada en la actualidad, retoma el caso, en una ciudad que ha cambiado radicalmente. Todo ello se narra con un estilo muy culto, permanentemente burlesco: disparate, grotesca caricatura, esperpento... El lector disfruta, sin duda, de las ocurrencias y del humor inteligente.
Este tono monocorde tiene también sus inconvenientes: la broma continua puede cansar, si voluntariamente se aleja de lo creíble. Un absurdo sanatorio psiquiátrico ostenta este lema, con letras góticas: "Por el culo te la hinco". Parece un chiste gratuito, traído por los pelos. El estilo muy culto, de resonancias clásicas, se extiende a todos los personajes, con notoria inverosimilitud: un portero utiliza palabras como "verbatim" o "subyace"; un cocinero, "jactarme de preeminencia social" o "affidávit". El narrador se divierte atribuyendo un lenguaje redicho a todos los personajes.
El juego intelectual es brillante pero –me temo– faltan sentimientos, hondura humana. Algo se remedia en la segunda parte, por la melancolía que producen los cambios, en la ciudad: por ejemplo, esa pareja de jubilados que mantienen con esfuerzo a una tortuga que les dejó su hijo, al marcharse a trabajar a Australia.
En la conclusión se escucha clarísimamente la voz del narrador:
Los barceloneses duermen hasta muy tarde y se pierden el mejor momento, el único momento en que la ciudad reencuentra su serena hermosura y su dignidad. Sólo de madrugada, con las calles casi vacías, me es posible recuperar el cariño que creía haber sentido por Barcelona en mi remota infancia.
Y también su opinión desencantada:
Cada país tiene los políticos que se merece y lo mismo sucede con los críticos.
Este humor desquiciado disimula, creo, un notable pesimismo. Un dato biográfico: en el Hay Festival de Segovia, declaró Eduardo Mendoza que la independencia de Cataluña sería perjudicial y empobrecedora, que no existen motivos políticos ni de falta de libertades que la justifiquen. En la presentación de la novela, en Barcelona, se limitó a decir que,
En lugar de reírnos de nosotros mismos, los catalanes nos estamos tomando demasiado en serio.
Es verdad pero también resulta notoriamente prudente.
Eduardo Mendoza: El secreto de la modelo extraviada, Barcelona, ed. Seix Barral, octubre 2015, 318 pgs, 18’50 euros. ISBN: 978-84-322-2558-1.
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