No cabe duda de que las calabazas de Halloween, con su cortejo de memorabilia terroríficos, de trucos o de tratos y de disfraces aterradores han terminado por convertirse en algo familiar en todo el planeta. La globalización ha funcionado especialmente bien en este apartado que, como los altares mexicanos del Día de los Muertos, nos recuerda el final que nos espera a todos, pero mezclando esa certeza paralizante con el humor y el desparpajo necesarios para hacer de nuestro paso por el mundo una aventura que merece la pena.
Los cementerios cobran especial importancia en estos primeros días de noviembre, en los que los vivos aprovechan la ocasión para visitar a sus muertos, depositando en sus tumbas las ofrendas florales de rigor. Como lo mío es la literatura, al oír la palabra ‘cementerio’ me vienen a las mientes dos libros de Neil Gaiman (Portchester, Inglaterra, 1960) que hicieron mis delicias cuando los leí —como el resto de la obra narrativa del autor inglés—, respectivamente titulados El libro del cementerio (con ilustraciones de Chris Riddell: Barcelona, Roca Editorial, 2009) y El cementerio sin lápidas y otras historias negras (Barcelona, Roca, 2010) y traducidos de forma impecable por Monica Faerna, la traductora habitual de Gaiman al castellano.
El segundo de esos libros, rotulado en su inglés original M is for Magic (o sea, M de Magia) y aparecido en inglés antes que el primero —al contrario que en español—, contiene un conjunto de relatos, con poema al final, dirigidos en principio a sus lectores más jóvenes, aunque la buena literatura apunta siempre a un objetivo mucho más amplio, y la narrativa de Gaiman es, siempre, literatura de excelencia (nunca he entendido aquello de que La isla del tesoro o El libro de la selva pertenezcan al ámbito de la literatura juvenil, como si sus lectores tuviesen que ser, a la fuerza, adolescentes o tener el complejo de Peter Pan y el target de esas obras no fuese cualquier tipo de lector, sin limitaciones de ningún género).
Los relatos de M de Magia están emparentados con otros libros recientes del mismo autor, entre ellos El libro del cementerio. El universo tierno, gótico, sofisticado, infantil y fantástico de Gaiman cada vez está más trabado y ofrece más conexiones internas. No es de extrañar, por tanto, que Nad, el bebé que se salva de ser asesinado por el misterioso "hombre Jack", refugiándose en un camposanto victoriano, y es adoptado por los difuntos señores Owens inicie su andadura literaria en el cuento "La lápida de la bruja", precursor de El libro del cementerio, o que el estupendo poema "Instrucciones" que clausura el tomo figurase también en el delicioso cajón de sastre que lleva por título Objetos frágiles (Roca 2008), donde también constaban otras "historias negras" de M de Magia: "La presidencia de Octubre", "Cómo hablar con las chicas en las fiestas" y "El pájaro del Sol".
Entre los relatos que componen El cementerio sin lápidas, prefiero "Caballería", que se sitúa en una esfera estética cercana a la de los legendarios Monty Python. Una señora ya mayor, Mrs. Whitaker, encuentra en una tienda de segunda mano el Santo Grial y lo compra ipso facto, pues piensa que quedaría muy bonito encima de su chimenea, entre un perrito de porcelana y una fotografía de Henry, su difunto esposo. Al día siguiente, Sir Galahad, luciendo una brillante armadura de plata, se presenta en casa de la señora Whitaker, después de atar a la valla de su jardín un robusto corcel de pelo gris… Y no sigo contando.
El libro del cementerio es la historia fascinante de Nadie Nad Owens, el niño que escapa de milagro al cuchillo asesino del "hombre Jack" y que crece en compañía de los muertos de una necrópolis que se remonta a la época romana. El libro del cementerio ha sido objeto de una adaptación en cómics del genial P. Craig Russell (hay edición española en dos volúmenes: Barcelona, Roca, 2014), que está a la altura de la novela. No hay que olvidar que Gaiman comenzó su andadura literaria como guionista de cómics, creando esa inmortal criatura que es The Sandman, una obra maestra de la historieta fantástica, ilustrada por muchos dibujantes. La escritura de Gaiman en sus dos Cementerios mezcla en la misma coctelera un chorrito de fantasía delirante, varias gotas de humor y una aceituna de exquisita sensibilidad. El cóctel resultante no puede ser más placentero para lectores como el que suscribe, y más en esta época del año, cuando los camposantos están llenos a rebosar de vivos que recuerdan a sus difuntos.