Sabrá el profano de Igor Paskual (San Sebastián, 1975) que trabaja para Loquillo, que le fabrica canciones, toca la guitarra –es ese, el de la boa- y hace coros. Paskual no es un músico de rock al uso: mientras se licenciaba en Historia del Arte, participó en excavaciones arqueológicas en Jordania; quiso ser poeta, pero una guitarra eléctrica reorientó –que no desorientó- la aguja de su brújula; hizo y deshizo Babylon Chàt, un grupo glam de Gijón; tiene una carrera musical en solitario; escribió –venga, me la juego- una novela de autoficción llamada El arte de mentir (Difácil, 2012); es profesor en el Aula de Música Pop Rock de la Universidad de Oviedo; ha recibido unos cuantos premios, y, amén de todo eso, participa/escribe en varios medios de comunicación. Tiene una tronera en El Comercio, se llama "Rugidos de gato" y, en un libro homónimo publicado por Efe Eme, reúne sus mejores columnas. Lo presenta este martes en el Costello Club, a las ocho de la tarde/noche. Hablamos de periodismo, literatura, filosofía, Navidad, rock&roll y política en un bar de Conde de Casal, con el resto de los miembros de la banda del Loco al otro lado del escaparate. En un rato marchan a Hellín (Albacete).
P: Raúl del Pozo define el columnismo como "una puta costumbre española, como la Guardia Civil, El Corte Inglés y la zarzuela".
R: Para mí, el columnismo es el estribillo de la literatura. Desde el punto de vista militar, los columnistas son los francotiradores del periodismo. Es una cosa muy latina, sólo existe en España. En los países anglosajones, existe la información o la opinión; nosotros, no sé si por la influencia romana, del propio Julio César, que en La guerra de las Galias emitía información y opinión de manera soterrada…, yo creo que es posible que de ahí venga. No sé exactamente, pero quizá tenga que ver con el Sol, la plaza abierta, el ágora. Y si ha habido algo revolucionario en los 20, 30 o 40 últimos años en el periodismo de España, al margen de lo que pudo haber sido Cela con algunas cosa, han sido los Umbral, el mejor Manuel Vicent de hace unos años…, donde mejores cosas han pasado ha sido en el columnismo. Y también en la entrevista.
P: ¿Qué vertebra Rugidos de gato?
R: Básicamente, la pasión por la música. Es el gran hilo conductor. Hay textos muy dispares: algunos políticos, otros muy personales…, pero están jalonados por la pasión por la música y, sobre todo, por la reflexión sobre la música. Creo que en España, los que hacemos música no solemos pensar sobre ella; los que piensan sobre ella no la hacen. Me parece muy importante reflexionar para llegar a algún lugar. La gente que he conocido que mejor ha hecho las cosas en la música es la que más piensa sobre ella. Un Enrique Bunbury, por ejemplo, cuando cambia de Héroes a su carrera en solitario. No es de este tipo de artistas del "yo hago lo que me sale", que es muy loable también, lo respeto. Tú a un músico le preguntas qué quiere hacer con su música o qué lugar ocupa él, y ninguno te sabría responder; se lo preguntas a un escritor o a un pintor, y casi todos tienen una reflexión previa sobre por qué lo hacen y para qué.
P: ¿Cómo llega una rockstar a escribir en un periódico?
R: (Risas) Gracias por lo de rockstar. Mi caso es atípico. Siempre he tenido un pie en la escritura: mi carrera como músico comienza con un concurso de poesía que gano con 17 años. Me pagaron 50.000 pesetas y me compré una guitarra eléctrica. A partir de ese momento, se acabó la poesía. Cuando empecé mi carrera en solitario, algunas de las personas que más me apoyaron al principio, cuando venía a Madrid, eran de la Asociación de Escritores de Asturias. Siempre he estado muy ligado al mundo de la literatura. Quizá tenga más amigos escritores que músicos. El escritor es noctámbulo y más bebedor que el músico. Los bares de Asturias están llenos de escritores, así como los de Madrid y los de Hollywood están llenos de actores…
P: Aún vive el Café Gijón, donde un café cuesta un riñón…
R: (Risas) Es así, es así. El caso, gracias a un gran escritor amigo mío, Diego Medrano, entré en el suplemento de Culturas (de El Comercio) y de ahí fui derivando al fútbol, que es lo que creo que verdaderamente se me da bien, y es lo que más me gusta.
P: ¿Qué requisitos debe tener un personaje para ser dueño de una columna?
R: Dos cosas muy importantes. La primera, opinión. Una forma muy particular de enfocar las cosas. Y, dos, estilo. Ritmo. Que las columnas sean pequeños o grandes poemas. Últimamente, en la poesía actual, muy derivada de la poesía de la experiencia de los 80, se descuida muchísimo la forma. También en las canciones y en cierto columnismo. No hay que olvidar que el estilo es básico. Si no, es una redacción del colegio. ¿Qué hiciste en las vacaciones? No, no es eso.
P: Dice sobre Springsteen: "No todo es corazón y cojones, también hay mucha cabeza". ¿Requiere el rock los mismos ingredientes que una columna periodística?
R: Sí. El mundo del rock es muy engañoso. Se nos trata hacer pasar por natural lo que es artificial. Es una de las claves del rock. El hecho de que una persona desenchufe una guitarra y toque un determinado acorde nos parece muy natural pero, en el fondo, hay algo muy pensado. Cómo vas vestido, qué acorde usas, qué grupos citas como referencia… Cito a Springsteen porque reflexiona mucho sobre su música. Para cada disco, hasta, al menos, a mediados de los 80, pensaba cómo iba a hacer el disco, qué quería contar. AC/DC, Los Ramones…, todo estaba muy pensado. Y cuando entras en la industria, ni te digo: para qué revista se habla, con qué periodista se habla, en qué medio sales, en cuál no…
P: ¿Escribe mejor el hombre sedentario o el nómada?
R: A mí me viene bien el movimiento, me nutre. Pero grandes columnistas han sido sedentarios. Incluso filósofos: Kant no se movió de su pueblo, y mira el corpus teórico que armó. Yo necesito el nomadismo para beber, nutrirme, y ser sedentario, para poner en orden todo lo que vives.
P: "Un gato es un ser atildado hasta lo extremo, narcisista, elegante y dispuesto a satisfacer sus deseos más urgentes". ¿Seguro que no habla de usted mismo?
R: (Risas) Mi anterior banda se llamaba Babylon Chàt, y "chat" es "gato" en francés. Me considero muy gatuno. Es el único animal doméstico que tolero, y tengo unos cuanto, incluidos pavos reales, que son maravillosos para ver, pero muy cochinos. Hablaba de mí hasta hace unos años. Cuando tienes hijos, dejas de ser el centro de atención. El narcisismo se te quita de un raquetazo. A estas alturas, es un lujo que no me puedo permitir (risas).
P: ¿Qué hay de revolucionario en la Navidad?
R: Por creencia y educación, tengo una forma de ver la vida muy católica. La Navidad celebra algo maravilloso: el nacimiento de Cristo, que sigue siendo un ser revolucionario en la actualidad. Y luego, me parece que nos gusta mucho fustigarnos en España, acabamos siendo un país cainita, y creo que la Navidad es una tregua. Y no hay nada más revolucionario que una tregua. Los Juegos Olímpicos en Grecia. Cualquier motivo para brindar, para celebrar, hay que aprovecharlo. Que le hemos visto toque consumista e hipócrita, vale. Pero el tono general de la gente se vuelve más optimista y bondadoso. La Navidad es una celebración de la vida, no de la muerte.
P: ¿Recibe crismas de cantautores?
R: (Risas) No. Tengo amigos cantautores, muy buena gente, pero muy pedorros. Gente caramelizada en todo su ser.
P: Imagino que tampoco de músicos indies.
R: Vivo en Gijón, y la ciudad está plagada. Algunos han sabido leer muy bien las críticas; otros no las entienden y siguen en su burbuja de cristal, pensando que son seres excepcionales y que son superiores al resto. Y tienen todas las razones para llevarse una crítica tras otra.
P: Con el exministro Wert tampoco se iría de vacaciones.
R: No, me ha parecido un ministro muy nocivo. No ya de todos los gobiernos, sino dentro del PP. Su aportación ha sido nula. Recortar también lo sé hacer yo. Tiene una visión elitista de la universidad. Él, que tanto hablaba de meritocracia, ahora vemos los 8.000 euros al mes que gana viviendo en Francia por haber hecho nada. Ha cumplido muy poco con su ejemplo. Hace poco, la Universidad de Oviedo ha salido en el ránking de las mejores en The Times. Los recortes se notan y está ahí metida. Se pueden hacer cosas, pero eso es gracias a los profesores. Siempre he creído en la selección de los mejores, pero todos debemos mostrar nuestras posibilidades. Lo que quería Wert era que la gente mostrara sus posibilidades dependiendo de su origen social. Yo quiero una competición limpia.
P: Escribe: "Es mejor que aprendan todos lo mismo, o sea, nada. Y, de este modo, crear una generación de analfabetos funcionales".
R: Eso va contra la reforma de la LOGSE. Con cosas muy bienintencionadas se bajaron los niveles. Esa moda que se puso de no suspender a la gente porque se deprime. La cultura del esfuerzo se la han intentado apropiar una serie de políticos, habitualmente, de derechas, cuando quienes se han tenido que esforzar ha sido gente como mis padres, de orígenes muy humildes. La cultura del esfuerzo no es Rajoy, Rato o Wert. Y la LOGSE fue una ley nociva, que ya digo, fue socialista, bajó los niveles. La gente debe aprender de los fracasos. Si yo toco mal en un concierto, debo cargar con ello. No hay que meter a nadie.
P: "Contra las dos Españas, rock&roll", escribía en 2012. ¿Cuántas Españas hay en octubre de 2015?
R: Hay muchísimas, pero creo que sigue habiendo una gran polarización entre dos Españas. Quizá haya una tercera, que quiere ser más neutral. Ojo, no somos el único país polarizado: lo es Inglaterra, EEUU, Francia…, es una cuestión inherente al ser humano. Afortunadamente, en España no hay riesgo de sangre. Nos tildan de país de sangre caliente, pero somos un país cojonudísimo, con muchas más razones para querernos que para odiarnos. Somos un país espléndido: cultura, gastronomía, arte, acentos, paisajes, orografía… Somos un país de la polla.
P: Denos un avance de lo que será su nuevo disco, Tierra firme.
R: El disco sale a finales de noviembre, aún no puedo decir la fecha oficial. Hablamos de la sociedad líquida, de que no hay nada a lo que aferrarse…, es un error. Te puedes agarrar al amor, al rock, a la familia, a nuestra profesión. La tierra firme no debe ser un lugar en el que reposar, sino al que volver. Tenemos la obligación moral de hacer una odisea para luego volver a esa tierra firme. Es un canto a la vida. Musicalmente, es un disco muy heterogéneo. Tiene las canciones más extremas que he hecho hasta el momento.
P: Hablábamos al principio de la entrevista de la reflexión del músico. ¿Qué lugar ocupa usted en el ecosistema patrio?
R: En España entendemos el rock desde una manera muy conservadora, de poco riesgo. Los arreglos son los mismos, los acordes, las letras…, o ya te vas al otro lado, al de vanguardia, donde no tiene nada que ver con el formato canción, que es un formato que me sigue interesando mucho. Intento demostrar que desde el ADN del rock, de la canción, se puede investigar muchas zonas, formatos, texturas…, sin que deje de ser rock. El rock monolítico, cerrado, deja de ser rock.
P: Para finalizar, una pregunta bizarra, pero conste que la tomo de un textual suyo. ¿Cómo se despierta uno junto a una cabra?
R: (Risas) Yéndote de bares en compañía de cabrones. Hay cosas que la noche te ofrece, hay que vivir. Una de las lecciones más valiosas que extraes es que la vida es corta, y hay que gastar el tiempo con la gente que nos quiera o que nos aporte.