En 1889, un par de años después de culminar su gran pareja de novelas gallegas, Los pazos de Ulloa y Madre Naturaleza, publica la Pardo Bazán una novela breve, de tema erótico y ambiente madrileño, Insolación (que también hace díptico con Morriña). Tiene razón Federico Jiménez Losantos al calificarla de verdadera joya. Sin embargo, suscitó una notable polémica, por dos razones: por el tema y por la posible fuente autobiográfica.
Comencemos por esto último. En 1888, doña Emilia, unida sentimentalmente a don Benito Pérez Galdós, acude a la Exposición Universal de Barcelona. Allí se encuentra con amigos como Narciso Oller e Ixart... y conoce al rico mecenas Lázaro Galdiano: juntos hacen una excursión a Arenys de Mar. Quizás Oller se lo contó a Galdós. En todo caso, doña Emilia se lo confesará a su amante: creía que iba a ser "un error momentáneo de los sentidos" pero "me encontré apasionadamente querida y contagiada". La novela se la dedicará al propio Lázaro "en prenda de amistad". (Otros testimonios de la época creían que se refería a una aventura con Gumersindo de Azcárate).
Cuenta la relación de Asís, una viuda de 32 años, con un joven bastante tonto, Diego Pacheco, en el ambiente de la madrileña romería de San Isidro, que favorece la sensualidad. Con muchas cautelas, propias de la época, denuncia la Pardo Bazán la hipocresía social, que defiende la libertad sexual de los varones y condena la de las mujeres.
El escándalo que todo esto produjo fue notable y muchos pusieron en relación esta novela con lo peor del naturalismo. El padre Blanco García denuncia la "sima del determinismo". Pereda censura que los personajes vuelven "ahítos y saciados de todo lo imaginable, para continuar viviendo amancebados a la vista del lector, con minuciosos pormenores sobre su manera de pecar". (Exagera Pereda, por supuesto). Hasta el agudísimo Clarín la reduce a una "boutade pseudo-erótica". Pagó doña Emilia muchas envidias y muchas enemistades que se había granjeado, con su afán –decían sus enemigos– de "meterse en todo".
El escándalo social y las críticas de los compañeros
Más allá de estas moralinas, creo que Insolación es una preciosa novela psicológica, magníficamente escrita, que presenta con maestría el nacimiento de la pasión amorosa, a partir de una atracción física. Acierta Federico Jiménez Losantos al elogiar su estilo introspectivo y mencionar a Goya, o a "Solana haciendo de Cézanne por una tarde". Ambientar una historia erótica en la pradera de San Isidro no significa necesariamente que el relato sea castizo y casposo; años después, Ramón Gómez de la Serna y Edgar Neville lo probaron de sobra. Una anécdota histórica más: en un ambiente semejante, surge el amor entre Ignacio Sánchez Mejías y Marcelita Auclair, cuando él la lleva a bailar un chotis y le dice al oído una preciosa canción popular asturiana: "Si la nieve resbala por el sendero, ¿qué haré yo?".
Volvamos a la novela de la Pardo Bazán para recordar su escena, quizá más brillante (también, la que más escandalizó, al publicarse). Los dos enamorados se asoman a una ventana, proclamando simbólicamente, ante el mundo entero, la felicidad de su libre relación erótica:
"Los dos se asoman juntos, casi enlazados, como si quisiesen quitar todo sabor clandestino a la entrevista, dar a su amor un baño de claridad solar, y a la vecindad entera, parte de boda... Diríase que los futuros esposos deseaban cantar un himno a su numen tutelar, el sol, y ofrecerle la primera plegaria matutina".
Un himno a la libertad erótica femenina, bendecida por la luz del sol: demasiado para aquella España pudibunda...
Emilia Pardo Bazán: Insolación, Madrid, ed. Cátedra, 2005, 12’50 euros. ISBN: 9788437619354.