Hace un par de años, de Francisco Umbral no se acordaba ni Dios. Salvo excepciones, se entiende. Se celebraban congresos sobre el autor; sus discípulos -buenos, como Antonio Lucas y el descarado Jesús Nieto, y malos, a los que mejor no nombrar, y tan abundantes- lo veneraban y reivindicaban, y luego estábamos los lectores enfermizos, quienes teníamos que ponernos el uniforme de Livingstone y recorrer las librerías de segunda mano para encontrarnos, por ejemplo, con títulos como Los políticos (1976), Trilogía de Madrid (1984) o Del 98 a don Juan Carlos (1992), porque en la Fnac o en la Casa del Libro, como mucho, encontrábamos Mortal y rosa (1975), Las ninfas (1975), y paren de contar.
Ahora, Umbral ha sido absorbido por el campo magnético de lo mainstream. Como los palo-selfies, el escritor se ha puesto de moda, cosa que es de agradecer, y, así, se han recuperado textos de juventud -Diario de un noctámbulo (Planeta, 2015)-; recopilado artículos -El tiempo reversible (Círculo de Tiza, 2015)-, o enseñado en la universidad -destacando el curso de la Universidad de Verano de la Complutense, en 2014, en El Escorial. Además, su biografía oculta se convirtió en carne de cañón de la actualidad cultural, cuando Manuel Jabois, en El País, descubrió y contó quién fue el verdadero padre del gran prosista.
En el octavo aniversario de su muerte, la comunidad umbraliana se manifiesta en medios de comunicación, blogs y redes sociales recordando al mejor violinista -"la columna es el solo de violín del periódico", decía- de la prensa española del siglo XX. En LD nos unimos al torrente de homenajes... pero nadando contracorriente, huyendo de loas, boatos y hagiografías: hablaremos del Umbral más canalla y feroz, el que destripaba escritores y/o periodistas -nos vamos a limitar a estos gremios-; el que ridiculizaba; el que, después de acuchillar -en sentido metafórico, claro-, rociaba la herida con vinagre.
Y lo haremos -al menos, lo intentaremos- imaginando que Umbral es un personaje de videojuego, de esos que, en la primera pantalla, combate contra un villano más fácil; en la segunda, contra uno -o varios- más complicado, así hasta llegar al monstruo final, el más poderoso, el más difícil de vencer. Así pues,
Nivel 1. Pilar Urbano y el alejandrino
Empezamos con un ataque facilón. En 1980, Pilar Urbano se refirió "en su sección inalámbrica" a un documental en el que aparecía la voz de Umbral en off. La periodista le atribuía un alejandrino a un verso de este, añadiéndole, además, una sílaba al verso: "Su rostro de Dama de Elche del socialismo ruso".
Tras enterarse del asunto, en su columna "Un alejandrino" (El País, 6 de septiembre de 1980), Umbral le recordaba que "catorce versos dicen que es soneto, pero nadie ha dicho nunca que quince sílabas auditivas sean alejandrino, sino catorce". "No me duele ni pesa ni inquieta, naturalmente, todo el mogollón de imprecisiones y parcialismos que Pilar Urbano pueda muñir en torno a mí o al tema, pero me importa mucho que me pongan o me quiten una sílaba en un verso", añadía.
Después, Umbral le reprochaba la forma "tan disparatada" y superficial que empleaba Urbano para informar, invitándola "a que vuelva a ver/oír el rollo en cuestión y aprenda de una maldita vez lo que es un alejandrino, cosa que, al parecer, no le han explicado nunca en la Escuela de Periodismo del Opus (si la hay), en la Escuela de Periodismo de la Iglesia (si ha ido) ni en la Escuela Oficial de Periodismo (si aún funciona eso)". "Me duele que me desmanganilles un alejandrino y, sobre todo, que no sepas lo que es, Pilar", concluía.
Nivel 2. El cadáver exquisito
Continuamos con un -teórico- imprevisto. Umbral mató al padre, o sea, a Camilo José Cela, al poco de que el Nobel de Literatura muriera. Lo hizo en Cela: Un cadáver exquisito (Planeta, 2002), alternando elogios y navajazos, llamándole "profesor de energía", "maestro en mi vida con el doble magisterio de la sabiduría y de la cercanía", y, a la vez, afirmando que su amigo "había terminado hace mucho su biografía", que no sabía hacer artículos e, incluso, contando que era Cela el que se fabricaba sus propios homenajes:
"Una tarde me lo dijo José García Nieto en el café:
–Que me ha llamado Camilo esta mañana, que se celebran los no sé cuántos años del Viaje a la Alcarria y que quiere un homenaje en Lhardy.
Aunque yo había seguido siempre muy de cerca la vida literaria madrileña, no llegué nunca a imaginar que los homenajes se los organice uno mismo, porque, si no, no hay un dios que te homenajee. Camilo quería que entre Pepe, Marino Gómez Santos y yo montásemos el número como efluvio natural de fervor literario de las masas. Una mierda. (…) Le dije a Pepe que yo no iba a hacer ni una sola llamada. García Nieto, siempre sabio, delicado y exquisito, no le dijo nada de mi abstención a Cela, de modo que, cuando llegué a Lhardy para el almuerzo, Camilo me saludó agradeciéndome los servicios prestados. Por una vez engañé a un gallego".
Años después, Arturo Pérez-Reverte tildó el ensayo de "oportunista e infame, escrito, eso sí, con estilo sublime". Pero no adelantemos acontecimientos.
Nivel 3. Galdós y Baroja
En la tercera pantalla del videojuego, nuestro personaje, por primera vez, se enfrentará a dos enemigos. Se trata de dos clásicos de la Literatura Española a quien Umbral no puede ver: Pío Baroja y Benito Pérez Galdós.
Del primero, cuenta a Eduardo Martínez Rico en Umbral: vida, obra y pecados (Foca, 2001): "Me parece malo por todas partes. Yo cojo una novela de Baroja y veo que está mal construida, se le olvida lo que está haciendo. (…) Es un desastre narrando porque se le olvidaba todo. Su prosa es espantosa, porque es una prosa de vasco, de una torpeza infinita. Y luego es mentira que sea un escritor de acción, porque no pasa nada".
Aquí encontramos otra rajada en una entrevista concedida al programa de TVE Los escritores, en 1978 –entre los minutos 16:20 y 20:20-:
Umbral tampoco podía ver/leer a Galdós. Los desprecios al escritor canario son constantes en su obra, pero vamos a quedarnos con este fragmento de Las palabras de la tribu (Planeta, 1994):
"A Galdós le traiciona la prosa. Su intención parece que es de cronista crítico, pero su prosa, pedestre, vulgar, carente de inspiración sintáctica, pobre, es exactamente el alimento espiritual, el lenguaje que puede entender ese público que él pretende denunciar. (…) Galdós, cuando se pone estilista, dice que Tristana tenía "una borriquita"... Y es cuando arrojamos el libro".
Y con esta otra puñalada, que hallamos en Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué (Planeta, 1997): "Galdós no trascendía. Sino que todo lo descendía. Galdós es intrascendente".
Nivel 4. Paredón de literatos
En esta pantalla, nuestro personaje empleará el fuego a discreción. En el primer subnivel, apunta contra los intelectuales, así, en general, tomando como pretexto a Miguel Indurain. Escribe Umbral en Los cuerpos gloriosos (Planeta, 1996):
"Indurain no piensa más porque no le queda sitio. Indurain tiene una sola ceja, de sien a sien, y así sólo se puede ganar el Giro y el Tour, claro, pero no escribir La rebelión de las masas.
Lo malo es que muchos de nuestros intelectuales, escritores y poetas son cejijuntos, como Indurain. Tienen la misma cara de intelectual que el campeón. Indurain es el modelo de novelista español, sólo que él se ha hecho internacional y ellos no".
En el siguiente subnivel, tomamos el Diccionario de Literatura. España 1941-1995, donde describe a Carlos Barral como "poeta malo que lo sabía y bebía para olvidarlo. Prosista infame, en sus Memorias, que, entre el catalán, el francés y el castellano, no acierta un solo adjetivo"; a Julio Llamazares como alguien que "colecta plurales premios locales, regionales, comarcales, autonómicos y nacionales", y a Mario Vargas Llosa, como un autor "faulkneriano en su primera novela, incomprensible en la segunda, realista aburrido y numeroso en las siguientes (…) Un ensayista perdido en la novela, en fin, como tantos".
Más sorna/sarna aún emplea con Rafael Sánchez Ferlosio: "se emborracha, cambia de ideas todos los años y su dialéctica consiste precisamente en decir que cambia de ideas todos los años. Su padre, el gran escritor fascista Sánchez Mazas, era mejor que él y más fecundo", o con Luis Martín Santos:
"Tiempo de silencio (es) un subproducto que perplejizó a los antifranquistas de entonces que no habían leído a Joyce". Continúa señalando que su mensaje es "harto delicado, tímido, confuso, alegórico y remoto como para que pudiera inquietar ni a la mamá de don Juan Aparicio. (…) El autor, que moriría tempranamente, en accidente, dejó otro libro paralelo que luego publicaron póstumamente sus amigos, con equivocada voluntad de enemigos".
Final Round. Pérez-Reverte
En la pantalla final, Umbral se enfrentará a un rival que muerde, valiente, que planta cara con talento y mala leche: Arturo Pérez-Reverte. En una conferencia de prensa en Buenos Aires, el autor de Hombres buenos o Territorio comanche tildó a Borges de "gilipollas". Umbral defendió al argentino: "Pérez-Reverte ha elegido a Borges como chivo emisario para atacar a todos los escritores de prosa pura, de creación verbal".
El murciano respondía en un artículo titulado "Sobre Borges y sobre gilipollas", en el que cargaba con dureza contra Umbral: "Comprendo que debe de ser muy duro ganarse la vida haciendo magníficos artículos de folio y medio cuando lo que a uno le gustaría es ser novelista, y vender muchos libros, y aparecer en las listas de más vendidos. (…) Y es el lector -que está lejos de ser el imbécil que Francisco Umbral supone- quien al final decide".
Umbral pasó del conflicto cara a cara, optó por el silencio y la pulla más o menos sutil. En "Episodios nacionales" (11 de octubre de 2004, El Mundo), escribe:
"Pérez-Reverte saca una novela sobre el descalabro de Trafalgar, es decir, otra novela de capa y espada, de decadencia española y de Galdós. Los episodios nacionales de Pérez-Reverte a mí me parecen mejores que los de Galdós y además hay que comprarlos todos porque si no te vuelven a vender Las edades de Lulú. Entre la pornografía histórica y la pornografía de Almudena Grandes uno se queda con Pérez-Reverte y con la bandera roja y gualda".
Poco después, en la entrega de los Planeta, Umbral subió el nivel de bilis: "Tampoco tiene estilo y ningún crítico se lo reprocha". En su reacción, Pérez-Reverte optó por un ataque atómico. En "El muelle fojo de Umbral", escribe que aunque este tiene "la mejor prosa de España", "también cultiva una imagen, más social que literaria, inspirada en el malditismo narcisista y la soledad del escritor incomprendido y genial. Pero eso es cuanto tiene". "En realidad, Umbral nunca tuvo nada que decir", añade.
Además, Pérez-Reverte critica la "bajeza moral" de Umbral, reprochándole que sus ataques siempre habían sido dirigidos a novelistas ancianos o fallecidos. "Tan miserable hábito no lo mencionaría aquí de limitarse a lo privado; pero es que Umbral tiene la bajunería de salpicar con él su literatura. Su bello estilo. A todo eso añade una proverbial cobardía física, que siempre le impidió sostener con hechos lo que desliza desde el cobijo de la tecla. Pero al detalle iremos otro día. Cuando me responda, si tiene huevos. A ver si esta vez no tarda otros cinco años".
Que el lector juzgue si la partida quedó en tablas o si, en realidad, estamos ante un game over. Pero que se enganche a Umbral, aunque sólo sea por moda. Que acuda a sus libros. Que vaya más allá del "me gusta porque me he leído tantos artículos". "La lengua elige a unos cuantos tipos para expresarse, para salvarse, para decir todo lo mucho que tiene que decir, que es decirse a sí misma", dijo una vez. Umbral entró en esta convocatoria.