![Hammond muere y el ejército bombardea la isla en 'Parque Jurásico' El primer libro tiene muchísima más acción que la primera película; el segundo aburre y se pierde por discusiones científicas.](https://s.libertaddigital.com/images/trans.png)
El primer hombre que mostró a dos niños huyendo de un grupo de velocirraptores no fue Steven Spielberg, sino el escritor estadounidense Michael Crichton. Fue en 1990, tres años antes de que el mundo se sobrecogiera viendo a ese tiranosaurio volcando un jeep o al dilofosaurio escupiendo veneno en la cara de Wayne Knight. ¿Quién ha visto Jurassic Park? Todo el mundo alza el brazo. ¿Quién ha leído la novela? El número de brazos en alto mengua.
(Antes de seguir, señalar que se avecina un monzón de spoilers, imprescindibles para justificar este artículo.)
El señor Hammond de Crichton no es ese anciano entrañable que encarnó Richard Attenborough, sino un filántropo con mala leche, más cercano al doctor Moreau de H. G. Wells que al abuelito de Heidi. Ha creado un parque de dinosaurios en una isla, pero algunos de estos bichitos, voilà, se han escapado, han llegado a zona continental, y están atacando a niños y a ancianos. El empresario quiere que un grupo de expertos avale el parque -como en la película- y, por ello, invita al paleontólogo Alan Grant -con un físico parecido al de los ZZ Top, pero con camisa hawaiana, muy lejano al de Sam Neill-, a la paleobotánica Ellie Sattler, al matemático Ian Malcolm y al inversor Donald Gennaro. A la excursión se suman los nietos de Hammond, Tim y Lex, quienes tienen unos roles completamente distintos a los de la película: él es el hermano mayor, el chico listo, el que sabe de ordenadores; ella, una niña insoportable.
Como en la película, el desastre nuclear lo provoca Dennis Nedry, el informático contratado por Biosyn -la némesis de InGen- para robar los embriones del parque. En paralelo, los dinosaurios se reproducen, el doctor Henry Wu no trabajó con las secuencias de ADN como debía y, en el recuento de animales, cuando las pantallas de ordenador debían mostrar doscientos y poco, en realidad, aparecen casi 300 bichos -especialmente prolíficos son los velocirraptores.
Contra pronóstico, el libro tiene muchísima más acción que la primera película. Por ejemplo, encontramos la persecución de un tiranosaurio a Grant y a los dos niños por un río, un ataque de pterosaurios o a un velocirraptor saltando desde un tejado sobre un tipo y destripándolo al estilo Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro).
¿Cómo se resuelve todo? Hammond es devorado por una manada de Procompsognathus, los supervivientes son rescatados, y el ejército de Costa Rica bombardea la isla, destruyendo animales e instalaciones. Ah, y entre las víctimas se encuentra Ian Malcolm.
La novela se vendió muy bien, tuvo el aplauso de la crítica, la película reventó todas las expectativas, Crichton se embolsó un pastón y, entonces, se sacó un nuevo libro de la manga. En 1995 publicaba la segunda parque de Jurassic Park, El Mundo Perdido. Dos años después, Spielberg dirigió la pertinente película. Entonces, se produjo algo extraño en este tipo de cosas: resulta que la película es muchísimo mejor que el libro.
Crichton resucita a Malcolm y lo justifica de un modo vago y casi infantil. Resulta que, tras el bombardeo, hubo quien acudió a la isla Nublar, lo encontraron aún con vida y, tras no sé cuántas operaciones y derivados, el matemático se recuperó.
Después de explicar al detalle en el primer libro el proceso de fabricación de los dinosaurios, nos encontramos en El Mundo Perdido con que lo que se hacía en Nublar era, simplemente, una fachada, que la verdadera industria se encontraba en una isla llamada Sorna, lugar en que liberaron a los animales, algunos de los cuales no aparecen en el primer libro, incluido un Carnotaurus que, como los camaleones, cambia el color de su piel en función de donde se encuentre.
La novela se pierde por divagaciones sobre la extinción y el comportamiento de los dinosaurios, empezando la verdadera acción en torno a la página 300 (el libro tiene unas 400) y concluyendo con un final flojo, aburrido y agotado, siendo mucho mejor el de Spielberg, con el T-Rex campando a sus anchas por San Diego.