Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) es un artista -"Persona que ejercita alguna arte bella", según el DRAE- prolífico -"Que tiene virtud de engendrar", DRAE también. Sostenía Valle-Inclán que "ideas las tenemos todos", pero que "lo difícil es pintar un burro con un gitano". Para el argentino, no tanto.
Pongamos como punto de partida, a modo de ejemplo, una fecha reciente: desde el 17 de septiembre de 2013, el autor de "Flaca", "Días distintos" o "Todos se van" ha publicado un disco de estudio -Bohemio-; dos en directo -Jamón del medio y Pura sangre (DVD)-; ha girado por todos los territorios hispanoparlantes sólo o en compañía de Enrique Bunbury -fruto de esa gira conjunta mexicana, vio la luz Hijos del pueblo-, y, además, ha irrumpido en el mundo bibliográfico con Paracaídas y vueltas (Cúpula, 2015), obra en la que demuestra que sabe escribir Literatura -con mayúscula-, perdiéndose por -presuntos, al menos- laberintos oníricos, fantásticos, químicos, divertidos, surrealistas. Y lo hace, como dijera Lorca en su famosa conferencia, con duende.
Hablamos sobre su primera criatura literaria:
P: ¿Dónde es más necesario el paracaídas: en la literatura o en el rock?
R: Caramba, qué buena pregunta. Sin dudas es mas necesario un paracaídas en el rock porque las caídas son mas estrepitosas, la experiencia es más picante y, cuando hay que caer, caemos de más alto. Los roqueros van a encontrar este libro interesante, es una lectura picante y, probablemente, dulce. Íntimamente, espero que los lectores habituales (consumidores de literatura, universitarios y académicos) encuentren detalles valiosos en el libro. Naturalmente, los literatos me llevan mucha ventaja pero yo tengo mi experiencia. Hay novelistas míticos con vidas aventureras, que pusieron el cuerpo; pero muchos viven en la literatura. En este contexto soy mi materia prima, tengo cosas que contar, incluso algunas para no contar nunca.
P: Podemos leer en Paracaídas y vueltas los siguientes versos: "En el puerto soy extranjero, / y mi casa es el mar afuera". ¿Se ha sentido como en casa a la hora de escribir un libro?
R: La mayoría de estos textos estaban escritos, sin embargo fue muy interesante corregirlos, elegirlos y encontrar un orden. Armamos y desarmamos el libro muchas veces, gracias a la paciencia de Rodolfo Palacios, que es mi mentor y "la madre del libro". Cantar es una responsabilidad y hablar es algo privado a la conversación con amigos. En estos términos, prefiero escribir.
P: Con o sin wifi, Kierkegaard aparece en varias ocasiones a lo largo del libro. ¿Es usted un autor existencialista?
R: No soy un autor académico ni estoy dentro de corrientes de filosofía fuera del hedonismo ético y aquellos valores que aprendí en el laberinto de bandidos, toreros y bohemios por donde tantas alegremente me pierdo para encontrarme de nuevo. Los episodios de Kierkegaard son una broma a propósito del tiempo secuestrado por las tentaciones tecnológicas. Como el texto en donde encuentro la comida podrida y la televisión encendida.
P: El subtítulo de la obra guiña a Baudelaire, quien aparece citado también en el "Ficcionario". ¿En qué medida puede ser íntima la ficción?
R: Supongo que existen cientos de libros con el mismo nombre: "Memorias", "Diarios íntimos", etc. Lo interesante de los "diarios" del poeta francés es... que siendo diarios y siendo íntimos, no intentan contar la intimidad ni la vida diaria, ni la infancia, ni detalles "humanos". Son pensamientos según se le da la gana ser pensados y escritos. Llamar "Diarios íntimos" al libro es una trampa y un juego, para que el público crea que esta comprando una biografía con detalles intimidantes de alcoba, o episodios folklóricos del rock.
P: ¿Es usted un sacerdote, un guerrero o un poeta?
R: Ninguna de las tres. No sé cuales son los requisitos requeridos para ser un sacerdote, pero ni siquiera soy religioso. Podría ser un "estafador sacerdote" pero, ahora mismo, no me siento en la necesidad de inventar una religión propia. Para ser poeta tendría que leer mas poesía, pero hay una poesía más accesible que es la "mirada poética" sobre las cosas. Un guerrero sin guerras tiene sentido, responde a un cierto rigor o preparación especial. Tendría que aceptar que soy un falso poeta, alguien que se hace pasar por un poeta. Si las circunstancias lo requieren, podría ser un falso sacerdote. Un guerrero no puede fingir la guerra, pero se puede inventar una propia.
P: ¿El arte es instintivo o inducido? ¿Es un ente (valga la palabra) digerible para todos los públicos?
R: El arte puede ser popular o académico, algo frecuente o poco frecuente. Litúrgico o pasional. Es imposible interpretar el arte de una forma horizontal porque resulta un análisis chato. No se puede resumir la religión en "gente arrodillada murmurando en latín". Fuera del contexto litúrgico, la religión sería inexplicable pero imposible de entenderla sin considerar la fe, como el fútbol. Se puede decir que son 22 jóvenes corriendo detrás de una pelota pero, nos consta que es mucho más que eso. Involucra pasión, competición y habilidades especiales. El rock fue considerado un disparate, un montón de ruido... Los artistas le dieron forma y profundidad.
P: En este sentido, ¿saber apreciar la tauromaquia es cosa de héroes?
R: Nadie desarrolla oído musical sin escuchar música, ni se puede apreciar un libro sin leerlo. Ni siquiera se puede leer sin práctica, sin insistir hasta aprender. Simplificar la tauromaquia, aislando el teórico calvario del toro, es un mamarracho arbitrario. Todo responde a una liturgia, una forma de hacer las cosas... Para apreciar la tauromaquia hay que ver muchas corridas de toros, básicamente eso. Aquel que no vio con insistencia la lidia, no tiene nada que decir. Convertirse en un fanático detractor de la tauromaquia es ridículo. Preocuparse por seis toros en la plaza y aceptar cien mil muriendo asustados en el matadero (con la excusa alimentaria) es infantil, ingenuo pero también es una canallada. Porque la industria alimentaria no tiene como objetivo dar de comer a la humanidad. La realidad es que muere más gente de hambre que toros en la lidia. Ver para creer.
P: En la obra abundan alabanzas y recuerdos a los amigos presentes y ausentes. ¿Considera la amistad una especie en extinción?
R: No creo. La amistad esta sobrevaluada. Los amigos de la infancia se quedan en el tiempo, cada uno vive según su propia dirección. Yo confío en mis compañeros porque siempre están para resolver las situaciones complicadas; en mi caso, somos músicos. En la trinchera sería emotivo encontrarse con amigos de la infancia, pero lo más practico es tener al lado nobles soldados capaces de dar la vida defendiendo a un compañero. Son valores también, y muy importantes.
P: Hay un capítulo titulado "Incorrecciones", en el que encontramos textos con tintes políticos. ¿Es usted un ciudadano "nacional y marginal"?
R: Me considero cosmopolita e iconoclasta. Tengo experiencia marginal, sin dudas. Sé lo que es vivir al margen. Soy nacido en Argentina pero cierto grado de fervor nacionalista es casi una enfermedad mental.
P: Al principio de Paracaídas… se cita a El Tigre Acosta, quien dijo de usted que era un enemigo "a vencer". ¿Se ha sentido alguna vez objeto de una caza de brujas?
R: Me sorprendió mucho leer esa declaración. Hace cuarenta años hubiera sido una sentencia de muerte. Quizás responde a una declaraciones mías pidiendo pena de muerte para los culpables, a hacer efectiva en 48 horas. No soy partidario de la pena de muerte, pero hay gente que hizo muchísimo daño. Cuando pedí pena de muerte puntualice que debería ser efectiva antes de las 48 horas, era una broma sobre el pueblo sublevándose a sí mismo, furiosos de indignación. Hoy en día hay más publico para la pena de muerte que para el aborto libre o la despenalización de la tenencia de cannabis y sustancias.
P: ¿Ha cambiado, desde que escribiera "El JFK de los papas", su opinión del papa Francisco?
R: El papa es el papa de Vaticano. Considerando eso, Francisco tiene detalles que lo hacen distinto. Seguramente responde a una buena estrategia. Digamos que es un papa simpático. En Argentina hay fervor por conocerlo, pero yo soy ateo. No me importaría saludarlo pero tampoco me cambiaría la vida. Bueno, quién sabe.
P: ¿Terminar un libro (o un álbum o una canción) "es morir un poco"?
R: Bueno, muchos de mis discos preferidos se grabaron en uno o dos días. Pero muchos de mis músicos preferidos murieron jóvenes o vivieron demasiado poco. Terminar un libro no es tan importante como terminar dos libros. Dicen que "un libro publica cualquiera pero dos libros no publica casi nadie". Habrá ejemplos que demuestren lo contrario, seguramente. Escribir una canción es "nacer un poco", aunque te concedo que dejamos pedazos de vida en el transcurrir del tiempo, la música y las palabras.
P: Finalmente, y cambiando de tema, el 11 de julio lo disfrutaremos en San Sebastián como artista invitado de Bob Dylan. ¿Cómo recibió la noticia? ¿Qué espera del reencuentro?
R: La noticia la fui a buscar yo. Es importante dar el primer paso porque nadie más va a dar un primer paso por uno. Yo vivo los conciertos con mucha responsabilidad. Espero cantar bien y tener buenas sensaciones en el escenario. Es posible que al Dylan ni lo vea, nunca se sabe. Posiblemente termine y se vaya al próximo concierto sin saludar. No pasa nada. Me conformo con cantar bien. Sinceramente, lo único que me importa es ofrecer un buen concierto y disfrutar en el escenario de San Sebastián. No sabría qué hacer con Bob Dylan, pero sí espero ofrecer lo mejor posible para que sea un concierto formidable, una mancuerna de idiomas y música.
(Nota final: Calamaro firmará ejemplares de su Paracaídas y vueltas en la Feria del Libro de Madrid este sábado -de doce a dos en la caseta de Libros Cúpula, nº 257; de seis a ocho, en la de la Fnac, nº 201.)