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Miguel de Cervantes: El español por excelencia

Libertad Digital recupera el capítulo del libro Los nuestros: cien vidas en la historia de España (Planeta, 2000). Un compendio biográfico único.

Libertad Digital recupera el capítulo del libro Los nuestros: cien vidas en la historia de España (Planeta, 2000). Un compendio biográfico único.
Miguel de Cervantes

Los nuestros son cien vidas en la historia de España. El libro aborda de una forma original y brillantísima, con tanta información como talento literario, el inmenso legado cultural español. A continuación reproducimos el capítulo dedicado a:

MIGUEL DE CERVANTES

El español por excelencia

El 9 de octubre de 1547, en la iglesia de Santa María de la Mayor de Alcalá de Henares, un cirujano sordo bautizaba a un nuevo hijo en la capilla del Oidor. Seguramente había nacido el 29 de septiembre, San Miguel, de ahí su nombre, pero no venía con un pan debajo del brazo. Si madre, Leonor de Cortinas, se empeño en casarse con Rodrigo de Cervantes, hijo de un corregidor sin escrúpulos que abandonó esposa e hijos por buscar fortuna en Andalucía. Los Cervantes de tres generaciones abandonaron indefectiblemente a sus mujeres, legítimas e ilegítimas, para volver a con ellas muy tarde. Fue una pareja rara aquella de Rodrigo y Leonor, en la que ella puso mucho amor y él fantasías y deudas.

Quizá Miguel acompañó a su padre en algunos de sus viajes para ganarse la vida fuera de Alcalá: Valladolid, Cabra, Córdoba o Sevilla. Tal vez entonces conoció el camino y la pobreza. Su madre, hecho no muy frecuente, sabía leer y escribir y durante las ausencias paternas debió de aprender de ella las primeras letras. Su formación intelectual adulta la completó en Madrid, donde vivieron desde 1561, en el estudio de Juan López de Hoyos, que lo llama "amado discípulo". No se creía especialmente dotado para el gran género de su época, la poesía ("yo siempre me afano y me desvelo/por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo"). Y aunque "aficionado a leer hasta los papeles rotos de las calles", jamás pensó en dedicarse profesionalmente a la literatura, sino a las armas, que en aquel tiempo eran cauce de ambición y albur de gloria y fortuna. No había cumplido los veintidós años cuando, al tiempo de ver publicados sus primeros versos, tuvo que huir de España. Hirió gravemente en duelo un tal Antonio de Sigura y la justicia lo condenó a diez años de destierro y a cortarle la mano derecha. Se unió al séquito de Acquaviva y después se enroló como soldado, participando en el fallido asalto a Chipre y, sobre todo, en la batalla más importante de su tiempo: la de Lepanto, gran victoria cristiana contra los turcos cuya dirección y mayor esfuerzo eran españoles. Cervantes estaba enfermo en la galera Marquesa cuando se entabló el combate, pero contra sus jefes, se empeñó en combatir. Lo hizo con tanto valor como infortunio. Fue gravemente herido de dos arcabuzazos en el pecho, la frente y el brazo, cuyo uso perdió para siempre. Convertido en el Manco de Lepanto, Cervantes siempre se mostró orgulloso de haber defendido su religión y su patria en "la más alta ocasión que vieron los siglos".

Tras curar en Mesina, se reengancho en el tercio Lope de Figueroa y, cuando se creyó a salvo, volvió a España. Pero avistando ya Reus unas galeras piratas lo apresaron junto a su hermano y los llevaron a Argel. Por una carta de la Corte, lo creyeron personaje importante y pidieron por él gran rescate. Cinco años pasó en Argel, esperando en vano. Pudo islamizarse y acomodarse pero prefirió la resistencia y la huida. Hasta cuatro veces escapó y fue capturado. Dejo que su hermano fuera rescatado en primer lugar y convencidos los piratas de que nadie pagaría por el manco lo consignaron a Constantinopla. Estaba ya en embarcado cuando llego un monje trinitario llamado Juan Gil con dinero, pero no suficiente. Lo pidió en el muelle y lo bajó de la galera en el último momento. Así se salvó para España y Occidente un soldado al que, al llegar a su patria, nadie recordaba ni pensaba mantener.

Desesperado por conseguir algún cargo con sueldo, impedido incluso de pasar a América, otra ocasión de aventura y olvido, emprende una breve intensa carrera literaria, menos por afán de gloria que de supervivencia, que le lleva escribir para el teatro algunas comedias y una novela pastoril La Galatea (1585) con cierto éxito. Se han perdido algunas obras teatrales ,pero su tragedia La Numancia algunos maravillosos entremeses como El retablo de las maravillas y otras comedias como Los tratos de Argel dan fe de que era notable dramaturgo. Pero tuvo la desgracia, normal en él, de tropezar con Lope de Vega que barrió de las tablas a todo el mundo. En esa época tiene amores con Ana Franca a queda a luz una niña llamada Inés. Pero Cervantes, desengañado, se casa con una joven supuestamente rica llamada Catalina de Salazar y se retira a Esquivias (Toledo). Tres años aguanta la mediocridad aldeana y parte en busca de fortuna por Andalucía. Comisionado para la Armada Invencible, acaba tan náufrago como ella: encarcelado dos veces, sin real, molido y desengañado. Tras 15 años de andar por los caminos, le quedan su experiencia y su pluma que nadie recuerda. Vuelve a Esquivias, por volver.

Corbis

Convertido en pretendiente inútil de una corte itinerante, prueba de nuevo escribir y entonces se produce el milagro. El que tenía más amigos en la en el hampa que en la nobleza, bebía mas vino del que podía soportar (probablemente murió de cirrosis hepática) y tenía dos hermanas, Andrea y Magdalena, de pésima reputación, publica El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, primera novela digna de ese nombre en España y la mejor de todos los tiempos, ¿cómo denominarlo si no milagro? En ella está todo: la literatura, historia, la vida estremecida, el humor, la liberalidad, la compasión, la gracia, la melancolía. El éxito popular es inmediato. Se suceden las ediciones legales y piratas, las figuras de don Quijote y Sancho aparecen en las mojigangas de Madrid ese mismo año y el viejo soldado gusta por primera vez el sabor de la fama. Eso no le priva de ir otra vez a la cárcel, por un asesinato las puertas de su casa, junto al matadero de Valladolid. Pero ya no es norte en escribir. Durante los años que le quedan de vida y de deudas pública sin parar: Novelas ejemplares: Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados; Viaje del Parnaso; la segunda parte del Quijote y la novela bizantina Los trabajos de Persiles y Segismunda, que aparecerá póstuma. Poco antes de su muerte, el 23 de abril de 1616 termina el Prólogo, dirigido al conde de Lemos. Se ha dicho que Cervantes no se entiende sin España, pero también que España no es la misma después del Quijote, y es verdad. Por eso se nos saltan las lágrimas al leer sus últimas palabras: "El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de […]

¡Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos: que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida!" Querríamos repetir como Sancho: "¡No se muera vuesa merced!", pero de pronto recordamos que don Quijote, por la gracia de nuestro padre Cervantes, es inmortal.

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