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La escritora de amoríos que fracasó en su matrimonio

Corín Tellado escribió miles de historias de amor… pero fracasó en su matrimonio.

Todavía se encuentran novelas románticas de Corín Tellado, aunque la escritora falleciera hace ahora seis años. Más de cuatro mil títulos se publicaron con su firma, y algunos otros con un par de seudónimos que a veces utilizó: Ada Miller Leswy o simplemente Ada Miller. Se calcula que el total de ventas de sus libros supera la cifra de ¡cuatrocientos millones de ejemplares! Con razón era considerada la novelista más leída de habla española, después del autor del "Quijote". Y es que no sólo era conocida en nuestro país sino en toda Hispanoamérica. Lo atestigua el "Libro Guinness de los Récords", en su edición de 1994.

El argumento de sus novelas giraba siempre sobre el amor, pues raramente eligió otra temática: ocasionalmente alguna vez acerca de asuntos sociales. De las dos entrevistas que le hice, una en los años 70 y otra a finales de los 80, recojo al respecto estos comentarios: "El amor nunca pasa de moda y aunque mis novelas puedan parecerse entre sí, todas son diferentes. El desamor es lo que más está presente en ellas. Antes de que el divorcio fuera aprobado en España yo lo abordé en mis relatos, claro está que ambientando las historias en otros países. Hay gente que ha aprendido a leer con esos escritos míos y aunque se insista, al citarme, que todos mis lectores son poco menos que analfabetos o de baja condición cultural, quiero que se sepa que no es así; que los hay de muy elevado círculo social, cultural y económico".

Sobre ese último punto conviene recordar que cierto día, acordada por supuesto la cita de antemano, se presentó en casa de Corín Tellado nada menos que el entonces futuro premio Nobel, Mario Vargas Llosa, acompañado de Patricia, su esposa. Confesó el laureado escritor peruano ser admirador de la novelista asturiana, a la que había leído en su juventud. Y es que no sólo las féminas compraban aquellas novelitas tenidas por banales, sino también lectores varones. Y quien asimismo declaró ser un entusiasta de su obra fue el cubano Guillermo Cabrera Infante, con gran sorpresa de nuestra autora cuando charló con él en Gijón. "Conozco muchas novelas tuyas, que he leído por obligación pero también con gusto". Un tanto perpleja, Corín Tellado siguió escuchándolo: "Esas novelas tuyas aparecían periódicamente en la revista Vanidades, de La Habana. Donde yo trabajaba por entonces de corrector de pruebas, razón que justifica esa necesidad de leer todos tus textos, que me gustaban mucho".

Cabrera Infante, con su punzante ingenio, calificaba a su colega como "inocente pornógrafa". Lo cierto es que la bibliografía de Corín Tellado sería objeto de varias tesis doctorales en Universidades españolas y extranjeras y de otros estudios a cargo de relevantes intelectuales, caso por ejemplo de Andrés Amorós, que se ocupó de ella en su Sociología de la novela rosa, editada en 1968. La censura vigilaba estrechamente cuanto escribía. Pero ¿por qué se despertó en ella ese interés por contar vidas ajenas, inventadas? María del Socorro Tellado López, a quien llamaban Socorrín (de ahí lo del apócope Corín) vino al mundo en un pueblecito asturiano llamado El Franco, el 25 de abril de 1927. Su padre era maquinista naval de la Marina Mercante. Cuando falleció, la familia pasó por serias dificultades económicas. A Corín le gustaba escribir y tras probar suerte en una editorial con su primera novela, Atrevida apuesta, en 1946, percibió por su publicación nada menos que tres mil pesetas, cantidad importante. Ello la animó a seguir escribiendo, con lo que aseguró el porvenir inmediato de los suyos.

Se levantaba a las cinco de la mañana. Metódica, a las siete ya estaba
sentada ante un mazo de folios –ciento cincuenta- que en menos de una semana se convertía en un nuevo título, tras una jornada de ocho horas. En los años 50 las novelas de Corín Tellado se vendían como rosquillas. Dos de ellas fueron llevadas a la pantalla: Tengo que abandonarte, dirigida por Antonio del Amo en 1959, y Mi boda contigo, amén de una serie para una cadena de televisión sudamericana. Paradójicamente quien tantas historias de amor urdió en su vida no tuvo suerte en su matrimonio. Su boda tuvolugar en 1959, él se llamaba Domingo Egusquizaga Sangroniz, tuvieron dos hijos, Begoña y Domingo, y en 1962 se separaron. Nunca más volvió a enamorarse. Viviría cuidando de sus retoños y, ya criados éstos, prefirió la soledad de su piso de Gijón y la de una casa de campo en Roces. "Tampoco era fácil entonces irme a vivir con otro hombre. La soledad deseada es buena", me confesó. En los primeros años 60 firmó un contrato en exclusiva con la editorial barcelonesa Bruguera, que le reportaba anualmente ciento cincuenta mil pesetas. Pero creyéndose perjudicada, sabedora de que sus novelas suponían un gran negocio, firmó con otra editorial, Rollán, en 1964. Una equivocación, al incumplir su anterior contrato, lo que llevó a Bruguera a demandarla. La sentencia favorable a la editorial obligaba a Corín Tellado a pagarles nada menos que trescientos sesenta y cinco millones de pesetas y trabajar en exclusiva para ellos hasta 1990.

La suerte favoreció a la escritora asturiana cuando en 1986 quebró Bruguera, recuperando así sus derechos. Incansable trabajadora, con una facilidad pasmosa para hilvanar historias sentimentales plagadas de conflictos, que resolvía juiciosamente, no le faltaban ideas para publicarlas, semana tras semana, ante su máquina de escribir. Había lectores que le sugerían algunos argumentos, pero como ella me dijo: "Esas cartas que me mandaban contándome sus penas algunos comunicantes no las tenía en cuenta. ¿Para qué, si lo que a mí me sobró siempre fue imaginación?"

Era Corín Tellado menuda de estatura, algo entrada en carnes, de apariencia introvertida, aunque al poco de tratarla mostrara su afectuoso talante asturiano. Bien cierto que en su mirada parecía traslucirse un halo, siquiera leve, de tristeza, de norteña melancolía. La pasión era ya asunto literario de quien con toda justicia pasaría a ser conocida como reina de las novelas rosa. Desde 1995 hubo de someterse a periódicas sesiones de diálisis. Entonces, dictaba sus historias a su nuera. Murió de infarto cerebral el 11 de abril de 2009, dos semanas antes de cumplir ochenta y dos años.

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