En el primer siglo de nuestra era, dos culturas tremendamente influyentes, en plena expansión, ubicadas en los extremos del mundo conocido y desconocidas entre sí entablan relaciones comerciales con la seda como objeto más codiciado. Mercaderes romanos llegaron a China en una peligrosa expedición, solo apta para aventureros, que propició el intercambio de mercancías, pensamientos y experiencias mucho antes de que Marco Polo pisase esos lugares.
"Fueron recibidos por el emperador Han en la capital, Chang-an, cerca de la Xian moderna. Era el final de un viaje extraordinario en el que, de Alejandría a la India a través de la Bahía de Bengala para la península de Malaca y las costas de Annam, tuvieron que hacer frente a todos los peligros para llegar hasta una China de fabulosas riquezas".
Así comienza esta página de la historia, hasta ahora pasada por alto, que nos desvela Jean-Nöel Robert (1949, París), latinista y experto en la historia de Roma, en el libro De Roma a China. La ruta de la seda en época de los césares. Robert, tras un intenso trabajo de documentación basado en la traducción de textos latinos, griegos y anales chinos de la época, describe esos encuentros y la vida de ciudades antiguas ya desaparecidas y de sus gentes.
Un libro ágil y envolvente, que ha sido traducido en más de una treintena de lenguas, incluyendo China, Japón y Corea. Según admite el autor, destinado "a todos aquellos que tengan curiosidad por los acontecimientos poco conocidos de la historia". Pero principalmente y como recalca Robert, se trata de "una extraordinaria aventura humana que todos los apasionados de la historia disfrutarán al descubrir".
PREGUNTA. El libro nos presenta la seda, las telas, las especies o los perfumes orientales como objetos de deseo para los romanos. ¿Hasta qué punto influyeron en el devenir de las distintas civilizaciones?
RESPUESTA. ¡No hay que exagerar! No todos los productos de lujo provenientes de Extremo Oriente o los fabricados a partir de materias primas originarias de India o de China tuvieron un impacto determinante para el devenir de la civilización romana. Sin embargo, los productos lejanos que costaban mucho dinero permitieron por su parte a los comerciantes ávidos de enriquecerse recorrer el mundo antiguo más allá del Imperio romano; y por otra parte, en el propio Imperio romano y particularmente en Roma, estos productos de lujo permitieron a una clase privilegiada demostrar claramente su diferencia social con el resto de ciudadanos. Estos productos de lujo jugaron entonces un papel importante sobre la moda de Roma y sobre el tren de vida de los más ricos.
P. Usted asegura en el libro que "no había hombre más internacionalizado que un romano de la época imperial". ¿A quiénes serían comparables hoy día?
R. Sería arriesgado establecer comparaciones y equivalencias entre la Antigüedad y la actualidad. Sabemos que la historia jamás se repite y las condiciones políticas y económicas de la época eran muy diferentes de las nuestras. La frase que usted cita pretende simplemente resaltar que los romanos construyeron un imperio inmenso y que vivió en paz durante muchos siglos, lo que no se había producido nunca antes en la historia de la Antigüedad, por no decir en la historia del mundo. Los romanos se encontraban en el centro de este inmenso imperio y no vivían sino por él.
P. Se enfrentaban a desiertos, mares embravecidos, terrenos desconocidos y pueblos violentos, como los hunos. ¿Se les puede considerar unos imprudentes? ¿Era tal la recompensa como para arriesgarse de este modo?
R. Hay que considerar en primer lugar que los hombres que se lanzaban al comercio con países lejanos, tanto por vía terrestre como marítima, reunían cualidades de audacia, coraje e incluso temeridad. Los peligros de la ruta eran muchos; los conocimientos geográficos, aunque admirables, eran muy imprecisos, e incluso aquellos que se adentraban en los países vecinos del imperio corrían grandes riesgos. En cuanto a aquellos que recorrieron la ruta completa desde el Imperio romano hasta China, fueron una minoría. Por otro lado, los comerciantes en Roma eran muy poco valorados, aunque sí es cierto que la previsión de las ganancias era lo suficientemente apetecible para que algunos audaces partieran a la aventura.
P. ¿Cuál era el mayor peligro?
R. El abanico es tan grande que es imposible decidirse por uno solo. Entre los peligros más temidos se encontraban las tempestades marítimas y los naufragios en alta mar; el encuentro con bestias salvajes en las montañas de Asia central; las inclemencias del clima, como la nieve que empezaba a caer a mediados de agosto en la Cordillera del Pamir; o el riesgo de que los yaks cargados de mercancías resbalaran y cayeran por algún precipicio; o el calor insoportable de los desiertos en los que uno se arriesgaba a perderse y morir de sed junto a sus camellos. Sin olvidar los numerosos bandidos que, como mínimo podían despojarte de todos tus bienes, y podías considerarte afortunado si te dejaban con vida...
P. ¿Cómo definiría a estos exploradores?
R. Es obvio que estos viajeros debían tener un espíritu valiente, aliñado con una dosis de locura, o al menos de inconsciencia. Pero no eran exploradores (y es una lástima, porque nos hubieran dejado unos impresionantes relatos de sus viajes); simplemente eran unos aventureros.
P. Las hazañas de Marco Polo han sido objeto de estudio de muchos historiadores. Sin embargo, estos romanos han pasado desapercibidos. ¿Por qué?
R. Si las hazañas de estos aventureros de la Antigüedad han caído en el olvido es a causa de diversos motivos. En primer lugar, no dejaron testimonios, solo sabemos de ellos a través de algunas menciones en los anales chinos; además, la existencia de estos comerciantes no era considerada importante (no eran sino simples proveedores). Para terminar, las conmociones que sacudirían el siglo III de nuestra era no solo al mundo romano, sino al resto de imperios, contribuyeron a que cayera en el olvido el hecho de que, un milenio antes de Marco Polo, unos hombres hubieran podido ya establecer contacto entre los dos extremos del mundo conocido.
P. Se fijaron rutas marítimas y terrestres que facilitaron el intercambio comercial, pero ¿se podría hablar también de las primeras rutas turísticas?
R. No, esas rutas no tenían un uso turístico, que no se desarrolló hasta casi nuestros días. Desde luego, en el seno del Imperio Romano, sabemos que los ciudadanos más ricos podían visitar los lugares más conocidos. Por ejemplo, el destino más popular era Egipto y algunos visitantes no dudaron en grabar sus nombres en las pirámides. Pero no iban más allá de las fronteras del Imperio. Estas hazañas aventureras estaban destinadas al comercio.
P. Hay un capítulo dedicado a la deportación de diez mil prisioneros romanos tras la muerte de Craso en la batalla de Carras que queda envuelto en misterio. ¿Qué cree que ocurrió con estos hombres?
R. Este asunto está aún rodeado de misterio y no sabemos con seguridad más que el inicio y el final del periplo. En efecto, Plinio el Viejo cuenta que los partos hicieron 10.000 prisioneros tras la batalla de Carras en el 53 a.C., que acabó para los romanos en una derrota particularmente vergonzosa y deshonrosa. Sabemos que los partos enviaban a una buena parte de sus prisioneros al otro extremo de su imperio a fin de evitar cualquier intento de fuga. Resultó que ciertos romanos fueron trasladados cerca de lo que es hoy la frontera de Turkmenistán. Por otra parte, los anales chinos hablan de alrededor de 150 soldados romanos hechos prisioneros en una batalla contra los hunos y que se establecieron en territorio chino en una aldea creada ex profeso para ellos, cerca del Lop Nor, a fin de contribuir a la vigilancia de la frontera china. Todo lo que sucedió entre estos dos puntos de la historia es pura hipótesis. Se trata de una auténtica investigación policial. Pero lo curioso es que hoy, en el s. XXI, los habitantes chinos de un pueblo cercano a la antigua aldea de los romanos se declaran descendientes de esos soldados que se instalaron allí hacia el 35 a.C., y piden que se les someta a estudios científicos.
P. Resulta bastante curioso para el lector la descripción del paisaje como los "pájaros gigantes con huevos grandes como tinajas", así como los recibimientos que, en lugares extraños, recibían. ¿Qué repercusión tenían en Roma estás narraciones?
R. Los romanos ponían nombres a las novedades y los descubrimientos que realizaban en función de lo que ya conocían, lo que daba lugar a nombres en ocasiones incongruentes o poéticos. Pero no hay que olvidar que para ellos la leyenda no se distinguía de la historia y que, por ejemplo, Alejandro Magno era tan real como Hércules.
P. Y China, considerado un pueblo de mentalidad algo cerrada, ¿era más favorable por entonces a adoptar técnicas o costumbres extranjeras? ¿Queda algo hoy de aquello que le aportó Roma?
R. Tenemos el testimonio de algunas técnicas romanas que fueron adoptadas por la China de la época, como por ejemplo la formación en testudo o tortuga -es decir, la forma de combatir de los legionarios protegiéndose con sus escudos como una tortuga se protege con su caparazón-, que los chinos rebautizaron como formación "en escamas de peces". Pero no creo que podamos decir que en la actualidad quede en China algo de influencia romana. Los tiempos han cambiado.
P. ¿Qué era lo más preciado para los mandatarios chinos de los presentes que portaban los romanos?
R. Los supuestos embajadores romanos que se presentaron en la Corte del Hijo del Cielo en el año 166 de nuestra era fueron bastante decepcionantes. Traían algunas baratijas -principalmente coral y bisutería de vidrio comprado en India-, ya que no preveían encontrar un emperador tan fastuoso y una corte tan rica.
P. Bagram, a unos 60 kilómetros al noroeste de Kabul fue punto estratégico en el intercambio comercial. ¿Qué queda hoy de su tesoro?
R. Quedan aún algunas piezas muy hermosas que pueden admirarse en el Museo Guimet de París, pues fueron los arqueólogos franceses quienes contribuyeron a recuperar este magnífico tesoro.
P. ¿Qué proyecto le ocupa ahora?
En tanto que historiador de las mentalidades, en el mes de marzo publicaré una obra que hará hincapié en Pompeya. La vida antes de la erupción del Vesubio no se desarrollaba en realidad como se imagina habitualmente y la fecha de la erupción establecida tradicionalmente no se corresponde con la realidad de los descubrimientos arqueológicos. Se trata entonces de una "relectura" del yacimiento de Pompeya. Y tengo otros proyectos pendientes...
De Roma a China. La ruta de la seda en época de los césares. Jean-Nöel Robert. STELLA MARIS EDITORIAL, 2014. 339 páginas.