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Benito Pérez Galdós, el mejor 'sociólogo' de su tiempo

El novelista canario se anticipó a Freud, trazando los rasgos de los conflictos familiares.

Benito Pérez Galdós

Es un recuerdo que no me abandona. Era yo estudiante de Ciencias Políticas. Recibí la incitación de algunos maestros (Enrique Gómez Arboleya, José Antonio Maravall) para embaularme las grandes novelas de la época de la Restauración. Era el mejor modo de entender la sociedad española de entonces, antesala de la que estábamos viviendo en el siglo XX. Producto de tales lecturas fue el primer libro que publiqué, antes de terminar la carrera, una modesta Antología de Galdós (Doncel, 1960). La obrita me proporcionó ese placer de ver mi nombre en letra impresa, pero no tiene mayor mérito. Se trata de una selección de textos galdosianos, organizados con un detallado esquema.

Pero lo extraordinario del asunto vino mucho después. Algunas décadas más tarde comprobé, con asombro, que no pocos de los temas por mí seleccionados en la Antología correspondían a las investigaciones sociológicas que yo había llevado a cabo. Me había olvidado de tal correspondencia, pero seguramente seguía alojada en algún rincón de mi cerebro. Corroboré entonces mi impresión primera de que Galdós había sido también, sin proponérselo, una especie de sociólogo. Véanse algunos de los temas galdosianos sobre la sociedad española de su tiempo, que yo comprobé después inadvertidamente en el mío:

  1. Contraste entre la vitalidad de la nación española y el marasmo de la vida pública.
  2. Favoritismo y particularismo.
  3. La dialéctica de las dos Españas ideológicas.
  4. La vida cotidiana: indumentaria, alimentación, lotería, tertulias.
  5. Tipos humanos: profesionales liberales, militares, campesinos, etc.
  6. La situación de las mujeres y de los jóvenes.
  7. Las clases medias, tipos de burguesía.
  8. Diferencias de clase, desvalorización del trabajo.
  9. Contraste entre el campo y la ciudad.
  10. Comerciantes e industriales.
  11. El "quiero y no puedo".
  12. Desigualdades sociales y movilidad.
  13. La prensa y la opinión pública.
  14. El desencanto político.
  15. La desconfianza de los españoles respecto al Gobierno.
  16. La impronta de la guerra civil.
  17. La corrupción política.

De cada uno de esos apartados saqué abundantes textos de don Benito, que podía aplicarse muy bien a la situación de la España que yo iba a investigar. Insisto en que no fui consciente de la asombrosa similitud temática hasta algunos decenios después de haber publicado mi primer librito. Se trata de un caso llamativo de serendipia.

Si se ha producido esa imagen especular entre la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX y la de un siglo antes es porque efectivamente existe una "estructura". En donde se demuestra tanto la capacidad observadora de Galdós como la continuidad de ciertos aspectos estructurales. La Literatura que llamamos realista lo es doblemente. La correspondencia que digo es la que he tratado de mostrar a lo largo de 50 años de ejercicio profesional, junto a otros colegas. El consejo de Arboleya y Maravall resulto ser extraordinariamente fructífero. La Literatura es también fuente de información para los científicos sociales, sean sociólogos o historiadores.

El mérito de la constancia advertida se deriva de la sorprendente capacidad de observación de Galdós, no solo en los Episodios sino en las novelas, obras de teatro y los ensayos o artículos de opinión. Algunos resentidos literatos de su tiempo lo llamaron despectivamente "garbancero" para denigrar su estilo a la pata la llana. Hay que agradecer esa llaneza, por lo bien que nos sirve ahora para entender la sociedad de su tiempo. Don Benito publicó algunas de sus obras como folletones de los periódicos. Quizá no tenían muchos lectores, pero sí muchos "oyentes", pues era costumbre que una persona los leyera en voz alta para un grupo.

Lectura en casa de Galdós

El madrileño de Las Palmas trazó magistralmente los rasgos de los conflictos familiares en figuras universales como Doña Perfecta o El abuelo. Fue bastante antes de las especulaciones psicoanalíticas de Freud.

Una producción tan portentosa como la de Galdós debió de estimular una relación de envidia y resentimiento por parte de no pocos de sus contemporáneos. Así fue. Sus compatriotas más tradicionales montaron una campaña para que la Academia Sueca no le concediera el Premio Nobel. Lo consiguieron.

Nuestro hombre fue siempre un progresista, pero ello no quita para que fuera amigo íntimo de un integrista como José María Pereda. Tanto fue así que Galdós compró una casa en Santander, cerca de la de Pereda, para pasar juntos los veranos, la famosa quinta San Quintín.

No me resisto a omitir una pequeña anécdota que me sucedió hace algún tiempo. Iba yo de conferenciante a la Menéndez, la Universidad de Verano de Santander. Paseando por el Sardinero, me acerqué a un quiosco de información turística. Le pregunté a la amable señorita que lo atendía que me indicara la localización de la casa en la que había veraneado Galdós. La chica no tenía ni idea; ni siquiera había oído hablar nunca del tal Galdós.

Dentro de cinco años celebraremos el centenario de la muerte de don Benito. Se impone un homenaje en la Menéndez. El canario es el autor español más leído después de Cervantes. Ambos coinciden en que ocultaron celosamente sus biografías.

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