'El resplandor', de Stephen King: nunca se alojen en un hotel con espíritus
Una novela de terror magnífica, muy bien construida, de esas que agarran al lector por la camisa y no lo liberan hasta que concluye.
Bienvenidos al Hotel Overlook, Colorado, EEUU. El complejo se encuentra a 65 kilómetros de Sidewinder, muy cerca de las Montañas Rocosas. Cuenta con 110 habitaciones, un desván, un sótano -atención con la caldera, que es vieja y puede reventar-, un enorme y lujoso salón-comedor, amén de una pila de espíritus malignos que intentarán poseerte y te convencerán para que mates a tu familia.
Menudo novelón se marcó Stephen King con El resplandor. Tras publicar sus dos primeras novelas -las dos ambientadas en Maine: Carrie y El misterio de Salem's Lot, ¡casi nada!-, el autor quiso cambiar de aires y se mudó durante una temporada a Boulder, Colorado, junto a su esposa e hijos. Allí, el matrimonio se tomó unas pequeñas vacaciones y, el 30 de octubre de 1974, la noche previa a Halloween, acudieron a un hotel cercano al Parque Nacional de las Rocosas. Eran los únicos huéspedes. Cenaron solos el único menú disponible: "Fue como si Dios me hubiese puesto allí para escuchar y ver esas cosas. Y cuando me fui a la cama esa noche, tuve el libro en mi mente". Tres años después, la obra vio la luz.
Para esta reseña hemos leído/trabajado con una de las primeras ediciones de la novela en español, publicada en Plaza y Janés en 1982. Lo primero que llama la atención es que, en el texto, jamás se utilizan las palabras "resplandor" o "resplandecer", sino "esplendor" y "esplender". Vale que los términos sean sinónimos, pero no termino de entender por qué en la traducción del título (The Shining, el original) se emplea una palabra, y en el cuerpo de la novela, otra.
¿De qué va? La sombra del divorcio impregna el matrimonio formado por Jack y Wendy Torrance. El primero arrastra un pasado no demasiado lejano de alcoholismo y ataques de ira que se ha cobrado un puesto de trabajo y estuvo a punto de despedazar a su familia. En cierta ocasión, Jack tuvo un pronto con su hijo, Danny, lo agarró de mala manera por un brazo, y le rompió la muñeca. El niño tiembla cada vez que escucha que su papá ha hecho "Algo Malo". Wendy no pasa ni una más. Jack mejora tras apuntarse a alcohólicos anónimos, y encuentra una oferta de trabajo en un hotel de Colorado. Será el vigilante del inmueble por todo el invierno. Marchará junto a su familia, presentándose toda una oportunidad para estrechar vínculos, despejar las tinieblas y escribir un libro. Miau.
Jack y Wendy saben que su hijo Danny, de cinco años, es un chico especial. Tiene un amigo invisible que se llama Tony y que le avisa de lo que le pasará en el futuro. Al crío le atormenta una palabra: "REDRUM". No sabe qué significa, pero le aterra. El tal Tony no hace otra cosa que decirle que ni se le ocurra ir al Overlook. El cocinero del hotel, Dick Hallorann, le explica qué es el esplendor, mide su fuerza y, oliéndose lo que puede pasar, le dice que si necesita ayuda, que se la pida. Hablan de la habitación 217.
El Overlook se vacía de personal. Solo quedan Jack, Wendy y Danny, además de una tropa de espíritus que desean matar al niño para 'asimilar' su esplendor... utilizando a su padre. No tardan en aparecer los fenómenos paranormales: de un avispero rociado con gasolina y, en teoría, vacío, salen un enjambre de avispas y atacan a Wendy; una manguera antiincendios cobra vida y se transforma en una serpiente; los setos del jardín, con formas animales, se posicionan como fieras al acecho. Conforme pasan los días, los espíritus cobran fuerza, intiman con Jack, atacan al niño... Y así, hasta que arranca el particular apocalipsis de la familia Torrance, que concluye con un final de infarto.
En definitiva, estamos ante una novela de terror magnífica, de esas que agarran al lector por la camisa y no lo liberan hasta que termina. La trama está muy bien construida y ambientada. Ya hemos dicho que King no es un gran prosista, pero hila muy bien sus historias, las dota de solidez. El autor traza un plano perfecto de un hotel: leyendo El resplandor es difícil no imaginarse paseándose por sus pasillos, bailando con los espíritus en el salón-comedor, o huyendo de Jack Torrance, quien quiere reventarte la cabeza con un mazo de croquet.
El único problema que tiene El resplandor de Stephen King es que Stanley Kubrick hizo una adaptación cinematográfica muy buena, con un Jack Nicholson icónico e impresionante -aunque el escritor detestara su actuación-. Eso sí: el libro y la película no son idénticos. Así pues, no se priven de leer la novela si ya han visto la película. Y, si se alojan en la habitación 217 de cualquier hotel, háganse un favor, y comprueben que no hay una muerta viviente en su bañera.
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