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Zoé Valdés

El homenaje debido a Tula y Baquero

Esta columna es para recordar nuevamente y agradecer la obra de Baquero y de la Avellaneda, en donde tantos escritores cubanos y españoles hemos bebido insaciables.

Se cumple este año el centenario del natalicio del poeta, periodista y ensayista cubano Gastón Baquero y también el bicentenario del nacimiento de Gertrudis Gómez de Avellaneda, más conocida como la Tula, gran poeta y escritora cubana, cuyo poema "¡Al partir!" es emblema del exilio, de su propio exilio primero y del de todos después.

En diversas universidades y ciudades norteamericanas –organizado por cubanos, nótese el del escritor Rolando H. Morelli- se ha rendido homenaje a estos dos monstruos de las letras españolas. La prensa en España, así como algunas editoriales, han publicado trabajos y entrevistas inéditas con Gastón Baquero, pero a la Avellaneda la han olvidado, por no decir ignorado. Al parecer sigue siendo considerada la puta del pueblo.

La anécdota tiene que ver con mi viaje a Almonte y a la casa (imaginada, no hay un museo ni nada parecido) donde vivió la poeta y novelista, ahí donde se ha reproducido un cuadro en azulejos donde ella va vestida de amarillo, en el centro de una plaza almontina, en su honor. Hasta allí fui hace algunos años (en el 2004) con Margarita y Jorge Camacho. Las persianas de todas las casas del entorno estaban cerradas a cal y canto. De pronto un visillo se abrió y oímos una exclamación que nos pareció suficiente:

-¡Ah, otra vez vienen a ver a la puta del pueblo!

La historia del amor de la Avellaneda, de su gran amor, es de sobra conocida, no voy a repetirla aquí. Pero de ahí a llamarla dos siglos más tarde todavía puta, describe la calidad humana del pueblo llano. Aunque ya saben que yo aprecio enormemente a las putas porque yo misma soy muy puta en su significado real, no en el metafórico.

De cualquier modo, esta columna es para recordar nuevamente y agradecer la obra de Baquero y de la Avellaneda en donde tantos escritores cubanos y españoles hemos bebido insaciables. España les debe a ambos un homenaje merecido, en forma de estudios y conferencias sobre su obra, o en la forma que sea, pero no pueden olvidar que hoy la obra antirracista de la Avellaneda, así como la lírica ensayística de Baquero, y la lírica amorosa de esta gran mujer que fue la Tula, poseen una actualidad inigualable. Ignorarlo es borrarlos, y hoy más que nunca hay que mantener sus memorias vivas.

Una de las pocas veces en las que Paco Umbral se equivocó fue al llamar en una columna suya a Gastón Baquero "poeta mulato", creo si mal no recuerdo que fue en el momento de la muerte de Baquero en 1997. Bien, Baquero era mulato, sí, pero era más que un "poeta mulato". Contrario a Nicolás Guillén Baquero no se dedicó a sacarle partido a la mulatez para convertirse en un poeta popular, bien pudo haberlo hecho, nada más fácil. La profundidad de la poesía de Baquero le permitió escribir en una entrevista que le hizo el poeta Felipe Lázaro, lo siguiente: "Dramatizar un hecho irreal, o convertir en irrealidad un hecho dramático, es cosa que nació conmigo". No hay verdad más grande.

Recordemos a modo de ilustración este gran poema, "Palabras escritas en la arena por un inocente", escrito en 1941.

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