Mujeres liberales contra Fernando VII
La represión de las mujeres liberales, una vez fracasada la experiencia del Trienio Liberal, fue exhaustiva.
La historia de las mujeres está lastrada por la historia de género, caracterizada por la militancia feminista de sus autores, que buscan una reivindicación política y social a través de un relato histórico convertido en moraleja. Hacía falta, como muchas otras cosas, un estudio sobre las mujeres liberales (también las hubo con otras ideas; porque la mujer no es un sujeto homogéneo) en la primera mitad del siglo XIX, aferrado a las fuentes y con un adecuado cuadro de análisis. Juan Francisco Fuentes, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y reconocido especialista en el liberalismo del XIX, que ha dedicado años al estudio del exilio, y Pilar Garí, editora y traductora, acaban de publicar Amazonas de la libertad. Mujeres liberales contra Fernando VII, que precisamente trata de llenar ese hueco.
El libro deja claro que una de las grandes diferencias entre las dos Españas del XIX, la del liberalismo y la del absolutismo, fue la organización estatal de la represión. Mientras en el bando liberal no se ideó un castigo político, sino que se buscó continuamente la integración –la generosidad liberal tras la derrota del carlismo en 1839 es innegable–, el bando reaccionario utilizó los resortes del Estado para organizar una laminación despiadada.
A partir de 1823 la depuración de la Administración, del Ejército y de la sociedad civil fue uno de los objetivos principales. Fernando VII en persona se dedicó a elaborar listas para la purga, a pesar de que firmara a José María Calatrava, el último presidente del Gobierno de aquel año, un documento prometiendo que no perseguiría a los liberales. Formó Juntas de Purificación que administraban justicia, y dio carta blanca a los Voluntarios Realistas, auténticas partidas de la porra que funcionaban desde la invasión francesa de 1823 y que asquearon por su fiereza al propio Angulema. Creó un cuerpo de policías y espías que se dedicó a seguir y perseguir a los desafectos, gracias a lo cual tenemos hoy la documentación necesaria para hacer la biografía de esos represaliados, tal y como Fuentes y Garí han hecho en su libro.
Amazonas de la libertad nos muestra a unas mujeres que no actuaron en grupo ni de forma organizada, a diferencia de los hombres. Normalmente, su adhesión al liberalismo se debía a su educación –buena y privada–, o a su relación familiar o sentimental con un liberal. Las actividades que llevaron a cabo eran las mismas que las de los hombres, a pesar de no tener reconocidos sus derechos de ciudadanía: escribían para la prensa, participaban en tertulias y asistían a actos públicos. Además, como personas entregadas a la causa, transportaban correspondencia comprometida, organizaban suscripciones o confeccionaban uniformes y banderas para la milicia nacional –la fuerza burguesa por antonomasia–.
La represión de las mujeres liberales, una vez fracasada la experiencia del Trienio Liberal, fue exhaustiva. Se beneficiaron en algunos casos de los estereotipos de la época, de tal manera que algún juez las absolvió porque creyó que era inconcebible que una mujer estuviera metida en asuntos políticos de tal envergadura. Por este hueco se coló alguna liberal, como Antonia Mendo, que declaró ante el juez que se trataba de una "pobre viuda" y que sus "limitados alcances" la impedían comprender de qué la acusaban.
La exposición de casos realizada por Fuentes y Garí es política y humanamente interesantísima. Llama la atención el caso de María del Carmen Sardi, cuya trayectoria comenzó en 1814, con el restablecimiento del absolutismo, y que tres años después la obligó a exiliarse. Esto no la hizo temerosa: estuvo en la calle luchando contra el golpe de Estado fernandino del 7 de julio de 1822, y arengó a los madrileños en febrero de 1823 a favor de una regencia que alejara a Fernando VII del Trono.
También destaca el estudio de Mariana Pineda, cuya vida política fue intensa desde 1820, y que no perdió ocasión para conspirar. Fue detenida en 1831, y convertida en mito por los antiborbónicos en 1868 y 1931. Otros casos que los autores relatan, y que quiero resaltar, son los de Rosa Zamora, imputada tras el fracaso de la intentona de 1824 y encarcelada en Granada con las presas comunes tras un proceso judicial de risa, y el de las hermanas Alesón, acusadas de cantar a la guitarra el Trágala.
En suma, Amazonas de la libertad se va a convertir sin lugar a dudas en una obra imprescindible para abordar mejor la revolución liberal y la represión política del reinado de Fernando VII.
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