'El pueblo en la guerra': el libro que no se deja leer
El Pueblo en la Guerra, de Sofía Fedórchenko, recopila testimonios de soldados en el frente. Está publicado por Hermida Ediciones.
Entre los centenares de libros y exposiciones que conmemoran el comienzo de la Gran Guerra, se esconde uno que quizás sea el que mejor resuma lo que supusieron esos días para quienes estaban en las trincheras. En la solapa aparece el nombre de Sofía Fedórchenko, pero de ella es sólo el mérito de haber escuchado y retenido estas historias para publicarlas después. Los autores son decenas, quizás centenares de soldados rusos que cayeron heridos en el frente y fueron atendidos por la joven enfermera Fedórchenko, a quien utilizaron como vía de escape desde la cama del hospital, lejos ya de las bombas pero al borde de la muerte. A ella le hablaron de la guerra, de la guerra que ellos conocían: la del pánico, la nostalgia, la vileza entre los suyos, las dudas y el cansancio. Fedórchenko, con formación universitaria e interesada en la etnografía y la lingüística, reconoció el libro que se escondía entre los lamentos de los soldados. Atesoró recuerdos del hogar, arrepentimiento, poemas compuestos para levantar el ánimo y canciones aprendidas en la infancia en pueblos remotos del inmenso territorio ruso. Con todo ello, compuso un libro estremecedor, que complementa a todo lo que se ha dicho ya de la Primera Guerra Mundial.
El Pueblo en la Guerra no contiene ni nombres ni localizaciones. Los trozos de pasado que aparecen en forma de recuerdos sólo esbozan la rutina perdida de los soldados. Sus voces son absolutamente anónimas y sus testimonios, dispares. Fedórchenko tuvo el acierto, en una de las reediciones, de clasificar el material reunido –a veces sólo unas líneas, a veces largos párrafos– por temas. Hay uno dedicado al hogar, quizás el más conmovedor de todos; otros hablan del enemigo, de las heridas, de la muerte o de la durísima convivencia entre compañeros. En todos, la forma de hablar, que la autora trata de respetar al máximo, es la de los combatientes, llena de refranes, expresiones coloquiales, insultos y obscenidades. El lector termina 'escuchando', en su sencillez y en su crudeza, sus reflexiones, triviales, crueles o trascendentes.
Hay muchos que antes, de forma brillantísima, han hablado de la guerra de verdad, la que libraban jóvenes empuñando por primera vez un arma, recién salidos de sus aldeas o de sus palacios. Tolstoi en Guerra y Paz, cuando el joven Nicolai, recién llegado con su uniforme nuevo, se acuerda de los mimos de su madre mientras corre para salvar la vida. O Céline, en su Viaje al fin de la noche, con el desolado retrato de la vida en el frente, lleno de mezquindad. En El Pueblo en Guerra no hay belleza –aunque hay líneas llenas de lirismo– ni gran literatura. A cambio, hay una sinceridad apenas soportable y varios elementos que la diferencian de cualquier obra que haya tratado el tema antes. Uno de ellos, es que es un libro de guerra sin héroes. No hay hazañas, ni generosidad, ni valentía, sino miedo, mucho miedo. Otro, es la inmoralidad que puebla muchas de las páginas. Entre quienes hablan con Fedorchénko también está quien presume de sus atropellos, quien confiesa sus saqueos o quien asume que se ha olvidado de qué es ser un hombre mientras peleaba.
El tercero, quizás el peor de todos, es la desesperanza. Nadie se atreve ya a soñar con sus casas. En varios late un sentimiento que augura otro terror por llegar: el de la Revolución Rusa. Y la mayoría se pregunta qué quedará del mundo cuando acabe todo. Lo más terrible es lo que dicen de sí mismos. De quienes eran y de lo son ahora:
Quisiera visitar países extranjeros sin ser soldado. Ya estoy harto de sembrar miedo, cual centeno, a mi alrededor. (...) Ahora entras y tienes vergüenza e incluso lástima. Tienes miedo de mirarles a los ojos... Dicen: todo es como tenía que ser... Pero entonces, ¿por qué no puedes mirar a la gente a los ojos?
Leer El Pueblo en la guerra es duro, porque todo es real. Duele por lo que cuenta. Pero, sobre todo, porque eso que duele es la verdad.
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