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Conversación inédita con Ana María Matute

El director del programa de esRadio Música y letra comparte con los lectores de LD las confidencias con la escritora fallecida.

Ana María Matute en 1978

Además de admirar su obra, todos los que hemos conocido a Ana María Matute la hemos apreciado como persona entrañable, tierna, imaginativa, de apariencia débil y gran fortaleza, en el fondo. (No tuvo una vida fácil, desde luego).

A los lectores, les recomiendo Olvidado Rey Gudú, su indudable obra maestra. Y su discurso de ingreso en la Real Academia Española, "En el bosque", donde, alejándose de los tópicos, subraya la trascendencia –y la dureza y la crueldad – de los cuentos infantiles.

En su casa de Barcelona en 2005

Como homenaje a Ana María Matute, reproduzco ahora algunos fragmentos de la conversación pública que tuve con ella en Albacete, el 22 de marzo de 1988, dentro del ciclo sobre "Literatura Española Actual" en el marco del programa "Cultural Albacete", de la Fundación Juan March.

Creo que, dentro de la novela española actual eres una figura singular, atípica, difícil de clasificar.

Me parece que sí lo soy. Puede ser una consecuencia de mi tendencia a la soledad: soy muy poco sociable, muy solitaria. Trabajo dentro de mí misma. Siempre he escrito para explicarme a los demás. Quizá la causa radique en mi infancia: desde niña me sentí muy alejada de un mundo que no entendía y lo tuve que inventar.

Suele decirse que, si Kafka hubiera sido feliz, a lo mejor no hubiera escrito. Si, desde pequeña, te hubieras encontrado encajada en el mundo, satisfecha, ¿hubieras sido escritora?

Casi todos los escritores tienen, en el fondo, un problema de soledad, de inadaptación. En general, eso es extensible a muchos seres humanos, pero unos lo llevan con más soltura; otros, con menos; algunos, hacen profesión de ello. En una ocasión, un escritor húngaro me dijo que no conocía más que una internacional, la de los escritores: es verdad, porque existen tantas clases de escritores como de hombres.

¿Te sientes más unida con las escritoras? ¿Hay en tu arte algo peculiarmente femenino?

El escritor es asexuado. Es probable que, al escribir, la mujer tenga unas características específicas, por su condición de mujer, pero yo no me planteo nunca que el hecho de ser mujer pueda influir en mi obra.

En tu vida y en tu obra ha pesado el hecho de ser una niña de la guerra.

Sí, ese hecho fue muy importante, en mi vida, y se refleja en lo que he escrito. Fue como un súbito despertar, porque yo vivía mi infancia en un mundo burgués, con los sentidos amordazados. De repente, irrumpió la vida de verdad, no la inventada. En ese momento tuvimos conocimiento de la existencia de una forma brutal, tajante. Se ha dicho que, en mis libros, existe una gran obsesión por Caín y Abel: es cierto, yo tenía diez años cuando comenzó la guerra y eso marcó profundamente mi trayectoria personal y mi obra.

¿Te encuentras próxima a otros escritores que vivieron esa experiencia y la reflejan en sus obras?

Sobre todo, a los de mi generación: Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Juan Goytisolo, Carlos Barral...

La crítica suele decir que, en tu obra, se conjugan la realidad, la imaginación y el juego. ¿Te parece cierto?

Sí pero es aproximado. Yo no conozco a nadie que sepa con exactitud dónde termina la realidad y comienza la fantasía.

También han señalado, en tus relatos, la importancia del tiempo.

Para mí, es una verdadera obsesión, que existe al margen de mi voluntad. En mis primeros cuentos, ya existía esa inquietud, una obsesión, el terror de llegar a ser una mujer...

Algunos críticos te colocan en el grupo de los novelistas sociales. Yo creo que vas por otro camino.

No me identifico con la novela social, no he tenido nada que ver con esa etiqueta. Lo que sí existe en mi obra es una preocupación social: la denuncia de lo injusto, por ejemplo, se da ya en Primera memoria pero yo no pertenezco a esa escuela.

Otros críticos te califican como escritora romántica, de fuertes contrastes pasionales.

Eso puede darse en mis primeras obras; luego, ya no. Algunos críticos te encasillan por el impacto que les producen los primeros libros de un escritor.

Tú empezaste a escribir pronto y tus primeras obras tuvieron éxito. Quizá eso ha contribuido a encasillarte, ha perjudicado tu imagen.

Sin duda. Está claro que mi obra ha ido mejorando, conforme ha ido creciendo. Ahora hago cosas mejores.

Y en esto, como en tantas cosas, Ana María Matute tenía razón.

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