En 1938 estalla el fenómeno Superman –aunque el personaje había nacido unos años antes- y el hombre de acero se convierte en el personaje de cómic más conocido de la historia y, sobre todo, en una verdadera máquina de generar ganancias no sólo a través de las millonarias ventas de sus tebeos, sino también en todo tipo de productos franquiciados.
Las editoriales, los dibujantes y los guionistas se lanzan a la búsqueda de personajes que puedan repetir el éxito de Superman y llevarse su parte de las grandes ganancias que, tal y como demostraba el de Krypton, los personajes de cómic eran capaces de generar.
En este contexto, un joven dibujante -Bob Kane- y un guionista con el trabajaba -Bill Finger- inventan un nuevo personaje, Batman, que debutará en el número de 27 de Detective Comics, publicado en mayo de 1939, justo hace 80 años.
Superhéroe sin superpoderes
Batman tendría un éxito casi tan explosivo como el de Superman y rápidamente se convierte en uno de los personajes más populares del mundo del cómic aún a pesar de que, a priori, se trata de una figura bastante menos sorprendente o maravillosa que la identidad secreta de Clark Kent: no viene de un lejano planeta, no tiene ningún poder especial, puede ser herido –de hecho lo es con frecuencia- y ni siquiera tiene algún extraño poder fruto de una mutación, la picadura de un mosquito, un extraño viaje espacial o un fortuito accidente nuclear.
Pero lo que sí tiene Batman es una historia personal como no la ha tenido ningún personaje de cómic antes, en parte afortunada –es un rico heredero y multimillonario empresario-, pero sobre todo desgraciada: su padre y su madre fueron asesinados en un atraco en presencia del todavía niño Bruce Wayne.
Así, el ciudadano tras la máscara de Batman no sólo no es un superhombre sino que es un hombre, a secas, con problemas, en el que se mezclan casi al cincuenta por ciento las ansias simples y sencillas de justicia con las personales de venganza.
Grandes rivales
¿Qué es un superhéroe sin supervillanos? Poco más que un loco vestido de la forma más estrafalaria posible. Para evitarlo los guionistas y responsables de Batman han creado durante toda su historia una amplia y variada gama de asesinos, locos y malvados rivales a su altura.
El más conocido sin duda es el Joker -más aún desde la fascinante encarnación cinematográfica de Heath Ledger en El caballero oscuro-, una auténtica encarnación del mal y, en manos de los mejores guionistas, una herramienta para explorar la locura y la misma maldad.
Joker es, como Batman mismo lo es, un villano peculiar: no busca el poder, ni dominar el mundo, ni siquiera el dinero más allá del que necesita para sus planes: simplemente busca el mal, causar daño, hundir la ciudad en la peor de las anarquías.
Hay más, y con algunos la relación es tormentosa, como con la sensual Catwoman. Con otros Batman asiste como privilegiado espectador –o incluso desencadenante- de una caída a los infiernos que lleva a un prestigioso fiscal a convertirse en el psicópata Dos Caras.
Los hay complejos y poco menos que demoníacos como Ra's al Gul y otros poco menos de caricaturescos, llegados de los inocentes primeros años del cómic, como el Pingüino.
El renacer del mito: Frank Miller
La oscuridad, la doblez, la porción de locura incluso que todos asociamos con el personaje se desarrollan, sobre todo, a partir de los años 80 y, muy especialmente, después de que uno de los mejores creadores del cómic de todos los tiempos, Frank Miller, le dedicase dos de sus grandes obras.
Estábamos en la segunda mitad de los ochenta y Miller publica El regreso del Caballero Oscuro, una novela gráfica protagonizada por un Batman retirado y ya en la sesentena que tiene que volver al trabajo para salvar Gotham una vez más, en una batalla que le llevará a enfrentarse con el mismísimo Superman.
Para su segundo acercamiento al Hombre Murciélago, Miller volvió al origen del héroe y a contar su historia desde el principio. Se trata de Batman, año uno y en ella redefine a Bruce Wayne y su alter ego y se revalorizan personajes que venían acompañándolo prácticamente desde sus inicios como el comisario Gordon, auténtico coprotagonista de esta saga.
El genio de Miller nos trajo el Batman oscuro, doble, al borde de la ley y de la locura que ha definido el personaje como uno de los más interesantes del mundo del cómic de superhéroes y, probablemente, como el más complejo y el más adulto. Lo elevó allí donde poco antes Alan Moore había logrado llevar el género con su impresionante Watchmen.
Una línea en la que se apresuraron a profundizar otros grandes del género como Grant Morrison en Arkham Asylum o el propio Alan Moore en La broma asesina, y que recientemente ha saltado a la gran pantalla con la excelente trilogía de películas de Christopher Nolan que han saldado la deuda que sin duda el cine tenía con Batman –especialmente tras el grotesco fracaso artístico de Tim Burton.
Frente al universo maravilloso y más o menos despreocupado de Marvel; frente a los dotados de superfuerza, supervista o asombrosas mutaciones; en coche o moto en lugar de volando... Batman es quizá el único loco enmascarado que seguirá interesando al lector al cumplir los 40, no sólo divirtiendo, no sólo entreteniendo y no sólo haciendo disfrutar del arte de dibujantes e ilustradores, sino manteniéndonos pendientes de la vida y la mente de ese hombre con problemas que sigue luchando por la justicia, a su manera, ahora que ha cumplido 75 años.