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La venganza de Thatcher con Anthony Blunt

Thatcher sabía que Blunt era el cuarto hombre, y fue la encargada de desenmascararlo en la Cámara de los Comunes.

Thatcher sabía que Blunt era el cuarto hombre, y fue la encargada de desenmascararlo en la Cámara de los Comunes.

Hasta el 15 de noviembre de 1979 mencionar a Anthony Blunt era hablar de distinción y de prestigio. Sir Blunt era todo lo que un caballero británico podía aspirar a ser: guiaba a la reina madre por las Galerías de Arte como "Protector de la Colección de Pinturas del Rey", gozaba de prestigio académico como historiador del arte, como crítico cultural en The Spectator y como profesor del Trinity Collegue. Sus obras eran referencia en el ámbito cultural. Nadie podía haber temido que fuera un traidor, pero lo era. Lo fue desde que en 1933 le reclutara la NKVD (antecesora de la KGB) y jugara un doble papel en el MI5 desde 1940.

La Reina, junto a Anthony Blunt.

Durante años, Blunt observó cómo sus compañeros de los Cinco de Cambridge fueron cayendo en desgracia, al salir a la luz su tarea como agentes dobles. Y él calló. Su secreto no se descubriría hasta 1964, pero se cubrió con un espeso velo de silencio. Hizo un pacto con el estado al que había traicionado, valiéndose de su condición de caballero, y su doble filiación permaneció oculta largo tiempo más. No fue hasta 15 años más tarde cuando una mujer, la Dama de Hierro, le quitó el antifaz públicamente.

Thatcher llevaba tiempo preparando su venganza contra el espía que había traicionado a su país, y escogió la Cámara de los Comunes para hacerlo: "A principios de la semana pasada, el Profesor Blunt fue públicamente identificado como sospechoso de haber sido espía soviético. Esta revelación, comprensiblemente, es motivo de honda preocupación", arrancó.

En media hora de sentido discurso, la primera ministra dio cuenta del pacto de Blunt, y de su oscura trayectoria vendiendo secretos británicos a los soviéticos. Reveló que él mismo había confesado, y lanzó un órdago a la justicia británica, cuestionando los términos en los que se le había concedido inmunidad.

(Pulse sobre la imagen para escuchar el discurso de Thatcher)

Thatcher no solo lanzó un órdago a la justicia británica, sino al propio servicio de espionaje del país, que había reclutado en sus filas a un marxista reconocido:

El profesor Blunt ha admitido que fue reclutado por la inteligencia rusa, cuando estaba en Cambridge antes de la guerra. En 1940 ingresó en el Servicio de Seguridad [británico].

Para nosotros hoy, parece extraordinario que un hombre que no había tenido en secreto sus creencias marxistas pueda haber sido aceptado para un trabajo secreto en cualquier parte de la función pública, por no hablar de los servicios de seguridad. Pero esto es así con la perspectiva del tiempo. Tal vez las normas se relajaron porque era un momento de considerable extensión y reclutamiento para hacer frente a las tareas de tiempo de guerra de la administración, que se dirige contra la Alemania de Hitler.

El impacto del discurso fue inmediato. Que Blunt era el "cuarto hombre" dejaba de ser una especulación, para ser una certeza confirmada por la primera ministra en la Cámara de los Comunes. El Palacio de Buckingham se vio obligado a reaccionar al instante: el anciano Blunt quedaba despojado de su título de Sir.

Hubo que esperar cinco días para que "el traidor" hablase. La prensa lo acosó durante días, a la espera de una fotografía del héroe caído en desgracia, y finalmente no tuvo más remedio que hablar. En una declaración pública, Blunt confirmó lo dicho por Thatcher, y aseguró que el encargado de entregarle la inmunidad y mantener su secreto escondido durante más de 15 años fue el entonces ministro Sir Alec Douglas-Home. Blunt se mostró arrepentido de su labor como espía doble, y justificó su colaboración con la KGB amparándose en el "idealismo" que lo dominaba por aquella época.

Mucho se ha escrito sobre los motivos que llevaron a la primera ministra británica a quitarle el antifaz públicamente a Blunt, y confirmar lo que era ya más que un rumor. El escritor Andrew Boyle llevaba años investigándolo, y ese mismo año se disponía a publicar Climate of Treason el libro que documentaba quién era de verdad ese Sir al que todos veneraban. Blunt trató de impedirlo, y The Public Eye dio cuenta y levantó la liebre: todos los ojos estaban sobre él. Thatcher vio entonces la oportunidad de sacar a la luz el secreto que había estado quemándole en las manos. Y es que la Dama de Hierro jamás perdonaría que fuera precisamente Blunt, representante de la clase media británica, la élite cultural y académica, quien se permitiera traicionar a su país en uno de los peores momentos históricos, y además, saliera impune con la complicidad de Buckingham y el MI5, apurado por esconder sus vergüenzas.

"Creo que lo hizo porque no entendía por qué el sistema debía tragar con este tipo de cosas. Fue al principio de su mandato, y creo que lo que quería decirle a la opinión pública es que los políticos deciden la política, no el sistema. Querían que supieran quién era el jefe", aseguraría la secretaria de Thatcher años después.

Amigo de la Reina, académico ejemplar, erudito y autor respetado. A Blunt se le puede catalogar por muchas cosas, pero desde esa tarde del 15 de noviembre de 1979, es imposible obviar una de las importantes: que también fue un traidor. El más refinado, ilustrado, y condecorado, pero un traidor.

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