No corren buenos tiempos para artistas de la canción como Francisco, pues los contratos escasean. Pero el alicantino se mantiene muy dignamente, no ha perdido popularidad y, lo que es más importante: su espléndida voz la mantiene en forma. Los estudios operísticos que hizo a la vera de Montserrat Caballé sin duda le han servido para dosificar sus posibilidades vocales. Él pertenece a un estilo clásico de melodía romántica y así ha de ser considerado al margen de cualquiera de las modas musicales y discográficas que permanentemente se van sucediendo. Lleva más de tres décadas sin que otros colegas le hayan disputado ese privilegio de su voz lírica llevada al género de la balada sentimental.
Esta semana cumplirá cincuenta y cinco años. Está dictando sus recuerdos a un periodista para la biografía que quiere publicar pronto. Conozco muchos datos de su vida: la de un muchacho de extracción humilde, nacido en el hospital de Alcoy el 5 de febrero de 1959, que hasta cumplir los veinte años supo lo que era ganarse la vida en muy duros trabajos por un mísero sueldo. Francisco González Sarriá vivió sus primeros meses con su abuela paterna, porque su familia era muy pobre y el padre, albañil, no ganaba lo suficiente para alimentar a los suyos. Murió cuando Paquito contaba sólo trece años y él tuvo que ponerse a "currar" como peón de albañil. La madre, con seis hijos, se instaló en Vall de Uxó y finalmente en Valencia. Ha muerto recientemente, en noviembre pasado. Sacó a los suyos a base de gran esfuerzo, barriendo y fregando escaleras. Luego contrajo un segundo matrimonio. Francisco me invitó a almorzar un día con ella, sintiéndose muy orgulloso de ese pasado familiar, cuando ya gracias a sus éxitos musicales pudo ayudarla como asimismo a sus hermanos, aun cuando uno de ellos le causara serios problemas. Quien como Francisco viene desde abajo, ha conocido la miseria y no le ha sido fácil llegar arriba y mantenerse, tiene historial suficiente para alumbrar un libro que pueda servir de ejemplo a cuantos hoy luchan para salir adelante.
Hasta los dieciocho años no se atrevió a cantar en público. Su ídolo era Nino Bravo, de quien era el primer disco que adquirió en su vida: "Un beso y una flor". Se sabía todo su repertorio. Ganó varios festivales. Se anunciaba entonces con un seudónimo, Frango, resultado de unir su nombre y su primer apellido. No era muy comercial. Así es que cuando ganó en 1981 el Festival de la OTI con "Latino", ya fue conocido como Francisco. Y entonces comenzó, poco a poco, su notoriedad. Pero no siempre un artista que procede de la nada sabe digerirla convenientemente: surgen cambios de personalidad, alteraciones en el carácter. Y aquel chico sencillo, ingenuo, bondadoso, pagó una dura factura. Su matrimonio con Adela Palomo, con quien tuvo un hijo en 1985, se fue al traste. Él había conocido otros ambientes. Y se enamoró de una argentina, la modelo Karina Segarra. Se deslumbró. Pero este segundo matrimonio, por lo civil, resultó un fiasco, del que le quedó como recuerdo otro hijo. No acabó ahí la cosa: "Me enamoré locamente de una mujer, abandonando mi carrera de cantante durante cinco años", me confesó sinceramente Francisco, no sin amargura.
Vivió unas peligrosas amistades en esa segunda mitad de los años 80. En sus correrías nocturnas, lo sorprendí más de una vez en compañía de Augusto Algueró, con quien hizo una gira. Deslumbrado por el éxito fácil, el dinero que en abundancia engrosaba su cuenta corriente hasta que se le fue escapando de los dedos, acabó por admitir que iba por mal camino. Sara Montiel lo tuvo de galán cantante en un espectáculo. Amadrinado por Montserrat Caballé, tras recibir clases de canto de un profesor que había tenido ella, Francisco se convirtió en un nuevo tenor. Y no sólo eso: su vida transcurrió después más ordenadamente, con nuevos éxitos como el de 1992, cuando se alzó de nuevo vencedor en el certamen de la OTI con la melodía "A dónde voy sin ti". Su destinataria era una empresaria valenciana a la que había conocido por entonces, Paca Ribes, divorciada de su primer marido, mujer encantadora, de gran simpatía, muy conocedora de los ambientes artísticos. Contrajeron matrimonio civil hace dieciocho años, y religioso, en 2009.
Francisco, que ahora peina canas y mantiene su galanura, no ha perdido comba en su profesión. Su paso por el programa Tu cara me suena, a partir de 2011, le insufló un nuevo empuje popular. Estuvo a la altura que le demandaba la productora del espacio, imitando a la perfección estrenos de Luciano Pavarotti, Camilo Sesto, Elvis Presley, Antonio Machín, Rocío Jurado… La dimensión de un gran artista que con su poderosa voz supo adaptarse a los éxitos de tan diversos intérpretes.
Ahora, cuando tiene una amplia discografía tras de sí y es un veterano de la canción romántica, mientras va desgranando sus recuerdos a Juan Luis Iborra, que toma nota para la biografía del cantante alcoyano, selecciona el repertorio de su próximo disco y ve pasar sus días, en el sosiego de su hogar, contemplando el Mediterráneo desde la terraza de su magnífico chalé de Altea, donde este 5 de febrero brindará por sus 55 años.