El periodista y poeta Antonio Lucas transcribía una entrevista con Marío Vargas Llosa en la redacción de El Mundo, cuando recibió un telefonazo de la Fundación Loewe para informarle de que su última obra, Los desengaños, había recibido el Premio Internacional de Poesía. Desde la Fundación le rogaron "confidencialidad", y Lucas, encontrándose en la mayor fábrica de exclusivas del Periodismo español, se sintió como en un "campo de minas", digirió en silencio el galardón y tuvo los dos primeros "orgamos tántricos" de su vida.
"Es curioso que el libro mío que tiene una raíz más doliente, a la vez, ha recibido el mayor triunfo: un premio", cuenta Lucas a LD. En Los desengaños habitan 37 poemas -la edad que tiene el autor- que giran en torno a dos crisis: la cívica, y una personal, que tiene origen en una ruptura sentimental. El autor dice que su obra "no es una afrenta contra nadie. Es una afrenta, principalmente, contra mí. Luego, contra muchas cosas del presente, que son horribles, muy feas, lo estamos viviendo todos". Considera el poeta que las crisis son un buen caldo de cultivo para hacer Literatura, aunque "cuando una crisis engloba demasiada gente dentro, sería muy grosero decir que es favorable para los cuatro que escribimos. Hay cientos de miles de personas en situaciones lamentables como para celebrar que eso pueda ser salvífico para la Literatura".
Pese a ser poemas que surgen en un ecosistema difícil, en Los desengaños hay lugar para la esperanza: "No promulga el fracaso. Está escrito con un enorme entusiasmo: de palabras, de conceptos, muy lírico".
Los poemas de la última obra de Lucas nacen "de una voluntad irracionalista" en la que "se apuesta por la imagen, la emocionalidad" y por la "carga de profundidad que tienen metáforas imprevistas". "A la vez -añade el periodista-, se vincula con una percepción menos abstracta del mundo, más centrada en un presente que daña, que tiene mucho de salmuera, que se ha convertido en una nitroglicerina feroz que está haciendo saltar las costuras de una sociedad que entendíamos, más o menos, como equilibrada".
Antonio Lucas entiende la poesía como una "gran forma de contrapoder" y recuerda a Quevedo, quien terminó encarcelado en León. Cree necesaria "una poesía en la que el poeta se vea como lo que es: un ciudadano", porque la vida no pasa por un hombre que "escribe poemas sin mancharlos, sin impregnarlos de ceniza". Afirma que la poesía no tiene por qué ser una pedrada: "Con plantear una nueva percepción sensible del mundo ya se está haciendo una gran labor de rebeldía, con no aceptar lo inaceptable".
El crítico José Corredor Matheos dijo que "lo complicado no es escribir poesía, sino que se lea". ¿Cómo se cura esto? Responde Lucas apuntando a una "mejor base educativa" y alaba el préterito método en el que los alumnos memorizaban poemas y luego los recitaban en clase. Lamenta el poeta que en España "hay un déficit absoluto en la Educación por el desafecto que ha habido hacia las Humanidades, uno de los principales motores de laminación de la Educación". "Todo tiene que ver con la escasez de seriedad a la hora de plantear ciertos programas educativos y con la absoluta sospecha que tienen los poderes, sobre todo, este Gobierno actual, en las Humanidades", agrega.
"La gente nunca va a renunciar a la Cultura"
¿Qué opina Antonio Lucas de la política cultural que está desarrollando el Gobierno? "No existe. Wert se ha dedicado a otros menesteres, como intentar joder la Educación y la universidad pública por todos sus frentes, destrozando la posibilidad de algunos estudiantes que no pueden financiar sus becas". El poeta también señala al secretario de Cultura, José María Lassalle, al que define como "un alfeñique, un tipo que no existe. Ocupa el cargo hasta que le toque salir". Añade que estamos ante "el drama de la política de siempre. En el caso de Lassalle y de Wert, han aceptado sin levantar la voz que la Cultura esté gravada con un 21%, y el fútbol con un 10%".
Por otro lado, el columnista dice que, por fortuna, "empieza a haber una cultura de calle mayor", en la que la gente empieza a "montar sus pequeñas aventuras" porque "nunca va a renunciar a la Cultura". Además, señala que Madrid "está en un momento muy efervescente, muy interesante": "Los festivales están llenos, las pequeñas salas de teatro siguen teniendo una cierta fidelidad".
¿Dónde se encuentra más cómodo 'dando cera': desde un poema o desde un artículo periodístico? "En ningún sitio -responde-. No me gusta estar todo el día 'dando cera', aunque no lo puedo evitar. Lo que pasa es que no sé hacerlo de otro modo. Si supiera escribir del mar y de los peces, lo haría, pero no me sale". Además, es consciente de que "las cosas que hago me van a pasar factura. Sé que en ciertos ámbitos del poder me miran como una mosca cojonera. Los ajustes de cuentas, a ciertos niveles, suelen ser bastante crueles".
Gabriel Celaya decía que la Poesía es un arma cargada de futuro. Antonio Lucas recurre a Antonio Gades para compartir la tesis: "No tiene más remedio que tener futuro porque está cargada de pasado". Acaba la entrevista con la siguiente conclusión: "la Poesía no viene a anunciar nada, sino a decir lo que somos, y ese decir lo que somos es un presente continuo".