Desde antes de la invasión definitiva de Ucrania por parte de Rusia, el pasado 24 de febrero, podían verse vídeos con intervenciones de Vladímir Putin exponiendo su punto de vista sobre el desarrollo geopolítico que ha puesto en marcha. A su repetido discurso sobre el expansionismo inexcusable de la OTAN, como si Ucrania no fuese un país soberano amenazado desde hace años por el ansia conquistadora del Kremlin, el mandatario ruso añadía unos cuantos argumentos de carácter histórico para tratar de justificar lo que ahora está haciendo. Pero, como comenta el historiador francés Stèphane Courtois en una tribuna en Le Figaro, no serían más que burdas manipulaciones, cuando no mentiras grotescas.
Putin dice que la Ucrania contemporánea fue creada por Lenin justo después de la revolución de 1917. Y se lamenta de ello, explicando que en ese momento una parte de los territorios históricos de la madre Rusia fueron arrancados. La cosa es llamativa, teniendo en cuenta el enfado mayúsculo que suscitó en el bolchevique la emancipación nacional del considerado como "granero de Europa".
En realidad, lo que hoy conocemos como Ucrania tiene una existencia histórica de más de mil años, argumenta Courtois. Sus inicios se circunscriben a la formación de la Rus en el "vasto espacio que iba desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro". Ese primer estado eslavo tuvo su capital en Kiev, "mientras que San Petersburgo y Moscú aún estaban en el limbo". Su pertenencia al imperio zarista se produjo por la fuerza a finales del siglo XVIII, lo que explica que varias décadas después, en pleno siglo XIX, se gestase con tanta facilidad "un poderoso movimiento nacionalista en torno a su lengua, su literatura y la memoria del gran cosaco que se rebela contra toda opresión".
Putin olvida también en qué consistió su proceso de emancipación de 1917. Courtois considera que su confusión deliberada tiene que ver con la simplificación que hace de la Revolución Rusa, que tuvo un primer episodio con tintes "democráticos" en febrero y que sólo en octubre alcanzaría la definitiva deriva leninista que permitiría al dictador la creación del sanguinario régimen totalitario que conoció la historia. "La abdicación de Nicolás II el 15 de marzo había provocado el derrumbe del imperio zarista, conocido entonces como ‘la prisión de los pueblos’", escribe el historiador. Eso propició, en un principio, que los diversos movimientos nacionalistas gestados en su seno —"polacos, finlandeses, estonios, letones, lituanos, besarabianos, georgianos, armenios, azerbaiyanos", etcétera— consiguieran la emancipación. El 17 de marzo, "los ucranianos crearon una Rada —asamblea presidida por Mykhaïlo Hrouchevski— que el 23 de junio proclamó su autonomía del gobierno central. Poco después, se creó un gobierno autónomo dirigido por Volodímir Vinnichenko".
Lenin no encajó bien la noticia, pero su victoria reciente y la necesidad de apuntalar su poder le impidieron reaccionar con mayor vehemencia. Se limitó a mentir, sembrando en un discurso político aparentemente amistoso el germen de una justificación que le permitiese intervenir el territorio cuando fuese oportuno. Así, el 5 de diciembre anunció:
"Hoy estamos presenciando un movimiento nacional en Ucrania y decimos: somos partidarios sin reservas de la libertad total e ilimitada del pueblo ucraniano. (…) Pero extendemos una mano fraternal a los trabajadores ucranianos y les diremos: con ustedes lucharemos contra su burguesía y contra la nuestra".
Era todo lo que necesitaba. Menos de quince días después, el 18 de diciembre, publicó un "Manifiesto al pueblo ucraniano" en Pravda en el que ya se podía ver en qué iba a consistir la retorcida política de la URSS durante las décadas siguientes. "Tras recordar, para la galería, el derecho de todas las naciones ‘a separarse de Rusia’, arremetió de frente con un soberbio ‘lenguaje de madera’", escribe Courtois. Esto decía Lenin:
"Acusamos a la Rada de Ucrania de realizar, bajo la apariencia de frases patrióticas, una política burguesa de doble trato que se ha expresado durante mucho tiempo en la negativa a reconocer los soviets y el poder de los soviets en Ucrania (…). Este doble juego, que impide reconocer a la Rada como representante plenipotenciaria de las masas trabajadoras y explotadas de la República de Ucrania, la ha llevado en los últimos tiempos a tomar medidas que, de hecho, eliminan cualquier posibilidad de acuerdo".
Terminaba con un ultimátum:
"En caso de que no se reciba una respuesta satisfactoria a (nuestras) preguntas dentro de las próximas 48 horas, el Consejo de Comisarios del Pueblo considerará a la Rada de Ucrania en estado de guerra declarada contra el poder soviético en Rusia y Ucrania".
El agresor trasladaba así la responsabilidad de la agresión al agredido, y le ofrecía sin saberlo a Putin el modelo a seguir cien años después.
"En ausencia de una respuesta, Lenin hizo proclamar una República Soviética de Ucrania en Jarkov el 25 de diciembre, que reconoció de inmediato. Luego, grupos de Guardias Rojos se apoderaron de Kiev el 8 de febrero de 1918. Menos de seis semanas después de tomar el poder, el líder bolchevique había declarado su primera guerra a una nación cuyo derecho a la libertad reconocía públicamente", dice Courtois. Mientras todo esto se producía:
"Ucrania participó en noviembre en las primeras elecciones organizadas en Rusia por sufragio universal de hombres y mujeres, que dieron como resultado la formación de la Asamblea Constituyente, exigida desde hacía medio siglo por demócratas y revolucionarios. Esta, reunida en San Petersburgo el 18 de enero de 1918, fue dispersada por la fuerza al día siguiente, por orden personal de Lenin. En respuesta, la Rada proclamó la independencia definitiva de Ucrania el 22 de enero". El 29 de abril, "Hrushevski fue elegido presidente de la República Popular de Ucrania".
"Desde ese momento hasta 1991, el poder soviético nunca dejó de combatir con terror de masas las aspiraciones nacionales de los ucranianos, intentando con hierro y fuego obligarlos a someterse a la URSS", termina el historiador. Y enumera:
"En 1920, durante la ofensiva del Ejército Rojo sobre Varsovia; en 1932-1933, durante la hambruna genocida organizada por Stalin contra el campesinado —el Holodomor, en el que alrededor de 4 millones de personas murieron de hambre—; en 1937-1938, con el Gran Terror liderado por Jrushchov; en 1939-1941, con la anexión de Ucrania Occidental durante la destrucción conjunta del estado polaco por Stalin y Hitler; entre 1944 y 1956 con el exterminio de todos los maquis nacionalistas antisoviéticos por parte de las tropas de la KGB. Una KGB de la que Vladimir Putin siguió siendo el fiel teniente coronel".
Lo que se está viviendo desde el año 2014 no sería más que el último episodio de una larga agresión, justificada siempre con mentiras y manipulaciones, para desgracia de los ucranianos.