Castronuño, un pueblo de menos de mil habitantes en Valladolid, vive desde hace siglos coronado por su iglesia románica, una joya del patrimonio español y Bien de Interés Cultural (BIC). Recientemente, un viandante se percató de un detalle: algunas de sus grietas habían sido rellenadas con cemento. Nadie en los alrededores sabe quién es el responsable de la obra ni cuándo la llevó a cabo. Ni siquiera Enrique Seoane, el alcalde, tiene respuestas para las incógnitas. Lo único seguro es que el valor artístico del templo se ha visto dañado notablemente. Pero quienes viven allí denuncian otra realidad diferente.
Según unas declaraciones de Seoane recogidas por el diario El País, el problema real sería otro. "El cemento es una anécdota", dijo. La cuestión es que el hecho de que el edificio sea un Bien de Interés Cultural, a la larga, termina siendo una traba para sufragar su conservación. "No se puede hacer nada sin el visto bueno del Arzobispado y de Patrimonio, aquí no llega el dinero", recoge el citado medio de boca del alcalde, que además lamenta que siempre se intervenga "demasiado tarde".
Por su parte, el Arzobispado de Valladolid ya ha anunciado que eliminará los parches de cemento y diversos portavoces de Patrimonio han explicado que están investigando lo sucedido "para valorar el impacto, la responsabilidad y la reparación". Seoane, siguiendo la línea de su denuncia, ha asegurado que las últimas mejoras en la estructura se realizaron hace 60 años.
El caso recuerda al de tantos otros ocurridos en los últimos años y en los que personas sin la cualificación adecuada intervienen sobre elementos de gran valor artístico e histórico. Desde Catronuño consideran que es la mezcla de ignorancia y buena fe, unida al estado de abandono de buena parte del patrimonio nacional, lo que termina acarreando cosas como la que acaba de salir a la luz en su localidad.