"Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía '¿dónde está vuestro Dios?'. Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad": así arengó a la tropa don Juan de Austria, el hermanastro de Felipe II que, en palabras de Cervantes, lideró la victoria de "la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros". O sea, la batalla de Lepanto, cuyo aniversario no se ha celebrado en España nunca y que tuvo lugar un 7 de octubre de hace 450 años.
A modo de brevísimo resumen: el sultán de entonces, Selim II, se llevaba con su gran visir, es decir, su primer ministro, Mehmed Pachá, tan bien como Díaz Ayuso con García Egea. Pachá tildaba al sultán de bragazas por no haber apoyado, como Alá mandaba, a los moriscos rebeldes en las Alpujarras, y Selim, para ganar autoestima, pensó en cómo tocar las barbas a los españoles, que entonces éramos súbditos de Felipe II y primera potencia mundial. Tras un intenso devaneo de sesos, los turcos atacaron Chipre, que pertenecía a la Serenísima República de Venecia desde 1489. Los venecianos, por cierto, habían firmado un tratado de paz no hacía mucho con los otomanos, pero estos alegaron lo de siempre: que había que recuperar una antigua tierra del islam, etcétera.
El papa Pío V, que le veía los colmillos a los Pachás, tenía en mente hacer una Liga Santa, y esta idea suya cristalizó tras el ataque otomano a Chipre. La formaron los propios Estados Pontificios, la agredida Venecia y España. El pontífice puso al frente de las fuerzas combinadas a don Juan de Austria, a quien definió como "un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan", comparándolo con el Bautista. Lentitudes diplomáticas y tensiones entre españoles y venecianos al margen, estos se acabaron organizando y, finalmente, atacaron a los turcos en el golfo de Lepanto, al este de Grecia. Y los nuestros –porque eran los nuestros– ganaron.
¿Por qué es importante Lepanto?
Emilio Lara, doctor en Antropología, licenciado en Humanidades, profesor y novelista, cuenta a LD que, tras Lepanto, "el Mediterráneo volvió a ser el Mare Nostrum para la cristiandad". El autor de La cofradía de la Armada Invencible recuerda que "los turcos tenían un área de penetración en el centro de Europa" y que, "en 1570, se había producido la rebelión de las Alpujarras, de los moriscos, que Felipe II aplastó": "Existía un riesgo importante de que los turcos ayudaran a los piratas berberiscos y a su vez a los moriscos. La victoria fue importantísima a nivel geoestratégico: a partir de entonces, hubo un statu quo que se mantuvo durante siglos".
El escritor jiennense alaba la "gran dimensión diplomática y militar" de don Juan de Austria, al que tilda como "antecesor de Eisenhower", quien tuvo que "conciliar muchos egos y las distintas sensibilidades nacionales": "Algo así hizo don Juan de Austria para unir, continuamente, los intereses de las galeras que prestó el papado, la flota veneciana con la flota española".
Javier Santamarta, politólogo y colaborador de esRadio, destaca que, tras Lepanto, "la expansión (turca) que se estaba produciendo en el Mediterráneo y en las costas adyacentes del Imperio Turco se frenó en seco", y el filósofo, profesor, escritor y colaborador de Es la mañana de Federico, Gabriel Albiac, nos regala un titular: "La importancia de Lepanto es clara: es el nacimiento de Europa. Hasta ese momento, lo que ahí hay es un conglomerado de zonas geográfico-políticas, pero la identidad, nos guste o no, se forja ante una amenaza. Hubo una posibilidad verosímil de que el islam se expandiera por el continente y, frente al riesgo del islam, se puede caracterizar el mundo europeo".
¿Y por qué no se celebra?
Al gran pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, no le sorprende que en España no se haya celebrado nunca el aniversario de Lepanto: "Son tantas las victorias, las éxitos militares de España, que estaríamos todos los días de celebraciones". "Salvo el Ejército –añade–, que sí que hace un pequeño recordatorio, no recuerdo que se haya celebrado alguna vez".
Emilio Lara cree que Lepanto no se conmemora "por un remordimiento de conciencia de una absurda alianza de civilizaciones": "De la misma forma que hay que conmemorar el desembarco de Normandía, hay que conmemorar Lepanto". En la misma línea va Javier Santamarta: "Son los complejos por nuestra Historia. Complejos que nos han llevado a no celebrar la primera circunnavegación, la conquista de Tenochtitlan, el desastre de Annual y la carga de Alcántara… No se está celebrando absolutamente nada, ¡ni siquiera el V Centenario de los comuneros! En España, los políticos están de espaldas a ese tipo de conmemoraciones, que son nacionales, y el Estado no se involucra".
Finalmente, responde Gabriel Albiac: "Lepanto no se celebra porque Europa quiere morir". El filósofo nos regala otro titularazo. "No es mío –nos dice–. Lo dijo Freud en 1919".