Sí "Gora ETA", no "Gora Franco"
Memoria histórica vasca, Íñigo Urkullu y a Idoia Mendía, Arnaldo Otegui, Herri Batasuna, Batallón Vasco Español
El uso de la ‘memoria histórica’ para dividir a los españoles en ‘guerreros del bien’ y opresores y para convertir la mentira en versión oficial en beneficio de los partidos gobernantes y de sus mercenarios académicos queda más claro en el proyecto de ley que ha aprobado el Gobierno vasco (PNV y PSE-EE-PSOE) que en el anteproyecto de ‘memoria democrática’.
Multas impuestas por el Gobierno autonómico y los alcaldes a quienes cometan infracciones contra la dignidad de las víctimas o de sus familiares" y "cualquier tipo de manifestación que suponga el enaltecimiento del franquismo". Bancos de ADN y exhumaciones. Posibilidad de nuevas subvenciones a las víctimas del franquismo (¿también a los etarras?). Niños robados.
Un desaparecido al que nadie busca
Lo que preocupa a Íñigo Urkullu y a Idoia Mendía (la socialista que se fotografió sonriente en una cocina con el etarra Arnaldo Otegui) son los muertos de hace ochenta y cinco años, y los de su bando, porque en España, gracias a Rodríguez Zapatero, volvemos a hablar de bandos. Al balbuceante ‘lendakari’, no le preocupa Joaquín Beltrán, el trabajador muerto al derrumbarse el vertedero de Zaldívar en febrero de 2020. Ésta es una fosa que el Gobierno vasco ha rehusado abrir. ¡Ay, si a don Joaquín le hubiese matado un falangista en la guerra!
El alcalde que no retira los retratos de los etarras de su pueblo (porque tiene miedo o porque ha mandado que los coloquen) podrá multar a quien lea en público mi Eternamente Franco o uno de los libros que recuerden a los requetés vascos de los ochos tercios que reclutó el carlismo durante la guerra civil o encargue una misa por el abuelo asesinado en las cárceles de Bilbao o San Sebastián. Y luego el ciudadano tendrá que gastarse su dinero en recurrir la multa.
En junio, estuvo a punto de celebrarse en Bilbao un homenaje a Txabi Etxebarrieta, el cobarde asesino del guardia civil José María Pardines
Los políticos de la democracia se parecen cada vez más a los alcaldes más brutos de los años 40, cuando tomaban nota de las idas y venidas de las familias de los socialistas de sus pueblos.
Recuerdo a las víctimas de Hitler, pero no de ETA
La doble vara medir entre víctimas políticamente correctas y muertos despreciables queda palpable en Baracaldo. En la ciudad antiguamente industrial, se han colocado diez adoquines dorados en memoria de los vecinos muertos en campos de concentración nazis; pero los dieciséis vecinos o residentes temporales asesinados por ETA carecen de homenaje público.
La recuperación de los incómodos asesinados por ETA (cuyo brazo político, Bildu, colabora con Pedro Sánchez y es defendido por periodistas y políticos de extrema izquierda) existe en San Sebastián, donde ETA mató a 107 personas, pero es lentísima.
El Ayuntamiento del PNV ha colocado nueve placas para recordarles. Ni la décima parte. Y todas correspondientes a muertos ilustres, no a guardias civiles o a viandantes; incluso a un concejal de Herri Batasuna, asesinado por el Batallón Vasco Español. Las correspondientes al concejal Gregorio Ordóñez y al presidente de la Diputación Juan María Araluce han sido ensuciadas por los admiradores de ETA, esa que no existe pero que cuenta con miles de seguidores. Todo un ejemplo de ‘reconciliación’ y ‘convivencia’.
Las ciudades y los pueblos vascos y navarros están llenos de pintadas de admiración por asesinos etarras. En ellos, se honra a esos terroristas, tanto vivos como muertos. En junio, estuvo a punto de celebrarse en Bilbao un homenaje a Txabi Etxebarrieta, el cobarde asesino del guardia civil José María Pardines (le disparó por la espalda), autorizado por la Audiencia Nacional. Al final, el Ayuntamiento anuló el permiso para el uso de un local municipal. Pero para el 18 de septiembre se prepara en Mondragón una fiesta a otro de esos asesinos engendrados por el ejemplo de Etxebarrieta: Henri Parot.
El Gobierno de Pedro Sánchez pretende disolver la Fundación Nacional Francisco Franco, la Fundación Yagüe y la Fundación Blas Piñar, porque ofenden a las víctimas del franquismo y "del golpe de Estado que causó la guerra civil"; pero no le conmueve la existencia de la Asociación en Memoria de Etxebarrieta. ¿Porque el pistolero era de izquierdas?
Los muertos del bombardeo de Guernica, que están muy lejos de las cifras dadas por los publicistas abertzales y no alcanzan los doscientos.
Franco y los combatientes de 1936 tienen que estar pagando permanente sus actos, aunque ya sean polvo en este mundo, mientras que los etarras tienen derecho a la reinserción y al olvido porque nos han hecho la merced de dejar las armas. Veremos a éstos dando charlas en los colegios vascos y las universidades del resto de España, y dentro de unos años algunos tertulianos madrileños de vacaciones en San Sebastián se asombrarán de que les destrocen el coche.
El presidente del PSOE que fue golpista
Cuando entre en vigor la ley de ‘memoria histórica’ vasca, supongo que se considerará apología del franquismo recordar:
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El golpe de Estado de octubre de 1934 en Vizcaya y Guipúzcoa, en el que los pistoleros socialistas tenían listas de personajes a los que secuestrar y asesinar. Hubo cuarenta muertos. La víctima más conocida fue el diputado tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui, muerto a tiros en la casa del pueblo socialista de Mondragón por orden de Celestino Uriarte Bedia, cuyo pasado se ha blanqueado para convertirlo de asesino y terrorista en ‘luchador antifranquista’.
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La participación en ese golpe de Estado del socialista Ramón Rubial, futuro presidente del PSOE, por lo que fue condenado a cárcel y luego indultado. Rubial jamás se arrepintió de haber recurrido a la violencia después de que su partido perdiera las elecciones de 1933.
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La adhesión de las organizaciones provinciales del PNV de Álava y Navarra al alzamiento, justo en las provincias en que triunfaron los militares, lo que convierte al partido nacionalista en cómplice de los golpistas y de la represión cometida en esos lugares.
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Los muertos del bombardeo de Guernica, que están muy lejos de las cifras dadas por los publicistas abertzales y no alcanzan los doscientos.
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La matanza de las cárceles de Bilbao, perpetrada el 4 de enero de 1937 por la chusma de izquierdas sin que el PNV, que ya controlaba la consejería de Gobernación del Gobierno vasco, moviera un dedo, y en la que se asesinó a casi 230 personas indefensas.
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Los asesinatos de 125 presos, muchos detenidos por meras sospechas y todos sin que hubieran sido juzgados, en los barcos-prisión anclados en la ría del Nervión; de casi 400 en varios lugares de Guipúzcoa (cárcel de Ondarreta, cementerio de Polloe, fuerte de Guadalupe…) en el verano de 1936; y de 22 en el cementerio de Durango.
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El boicoteo por varios batallones de ‘gudaris’ de los intentos del Frente Popular para anular la industria pesada de la ría del Nervión, que en junio de 1937 se puso a producir material bélico para el Ejército de Franco, con el que se bombardeó Madrid y Barcelona.
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El pacto del PNV con los fascistas italianos para traicionar a sus aliados del Frente Popular, que en el verano de 1937 llevó a que los gudaris abandonasen sus puestos en el frente y hasta colaborasen en los ataques italianos. Gracias a esta traición, los nacionales ocuparon Santander sin un solo tiro.
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El trabajo como chivatos para la CIA de numerosos miembros del PNV en la Guerra Fría, como Jesús Galíndez, a cambio de que EEUU ayudase a los separatistas en sus sueños para derrocar a Franco o les diese apoyo.
La izquierda ‘expañola’ y los separatismos están recuperando la propaganda de la guerra hecha por sus mayores para presentarse como encarnación del antifascismo y así justificar su superioridad moral y su impunidad. Nosotros debemos sacudir el pináculo en el que se encuentran.
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