100 años desde que Lola Montes cantó por vez primera el cuplé "El novio de la muerte"
El Cristo de Mena, a quien se la cantan los legionarios, fue quemado en 1931. Seis cabos legionarios custodiaban inmóviles como estatuas la famosa escultura.
Se asocia esta popularísima canción militar a los legionarios españoles que trasladan a hombros el Jueves de cada Semana Santa al Cristo de la Buena Muerte hasta su templo de Santo Domingo tras desembarcar en el puerto de Málaga. Este año los actos se anunciaron de este modo:
Los actos comienzan con el desembarco de los legionarios desde el puerto de Málaga sobre las 10:00 horas. El desfile lo realizan la Legión española y la Marina, con tropas, banda de música y banda de cornetas, debido a su vinculación a ambas." Fue el pasado 1 de abril.
Desde hace casi cien años, la relación de esta canción con los legionarios españoles y de éstos con el Cristo de Mena, que fue la imagen original, se ha convertido en un lazo popular y entrañable para los malagueños, los andaluces y los españoles. Ayer el Ayuntamiento de Málaga recordó que hizo 100 años que la canción se cantó por primera vez.
El recorrido del desfile procesional anual va desde la plaza Fray Alonso de Santo Tomás hasta su trono procesional en la iglesia de Santo Domingo. Pero, en realidad, el Cristo que desfila no es el que esculpió Pedro de Mena en 1660 sino el que replicó Francisco Palma Burgos, hijo de artistas antequeranos pero nacido en el barrio de la Victoria y discípulo de Mariano Benlliure, en 1941.
Por esto del miedo a contar la verdad histórica que está extendiendo la liberticida Ley de Memoria Democrática, apenas se menciona por qué el que es conocido como "Cristo de Mena" es en realidad el Cristo de Palma Burgos. Hay medios de comunicación malagueños que dicen incluso que la imagen "se perdió" en 1931 y los hay que ni siquiera reparan en la contradicción de llamar Cristo de Mena al Cristo actual. Otros, sencillamente, ignoran los hechos.
Diario Sur publicó el pasado mes de mayo de este año que el 13 de marzo de 1883 el diario El Avisador Malagueño daba cuenta del descubrimiento de una talla de cedro, de más del tamaño natural, de un Crucificado que los cofrades de la Buena Muerte quisieron que sustituyera a la muy pobre en calidad artística que estuvo obligada a ser la imagen titular de la Hermandad.
Fue el reputado escultor Antonio Gutiérrez de León quien, tras examinar la imagen, certificó que la escultura era obra del artista del siglo XVII, Pedro de Mena, que la habría tallado hacia 1660. Por eso, ya el 23 de marzo de 1883 la estación de penitencia de la cofradía exhibió la imagen restaurada del que se conoció desde entonces y hasta hoy como el Cristo de Mena.
Posteriormente, Mena no fue considerado sólo un discípulo de Alonso Cano sino uno de los mejores imagineros españoles. Su descubrimiento apareció en muchos periódicos del mundo, sobre todo de España y América.
Pero fue, añade el reportaje de Elías de Mateo Avilés, cuando la talla del Cristo de Mena "se quemó en los aciagos y trágicos sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931" que "aquella imagen se elevó a la categoría de mito y paradigma, rangos que todavía conserva a principios del siglo XXI."
Aquel Cristo, el original, fue recreado por Francisco Palma Burgos, y se ha convertido en un emblema nacional de la Semana Santa española ocupando portadas de Stars and Stripes, del Ejército norteamericano (2009) o de The New York Times (2012) y numerosos espacios televisivos.
Pero lo que pasó, pasó. La historia no es la falsa memoria o el recuerdo sectario o la amnesia interesada. El famosísimo Cristo de Mena no desapareció en 1931. Hay un libro titulado Arcadia en llamas: República y Guerra Civil en Málaga 1931-1937, de varios autores, en el que hay un testimonio novelado de lo que pasó. Contémoslo antes de que la infame ley del gobierno social-comunista nos haga imposible hablar de ello.
Ya Salvador Dalí, mucho más que un pintor extraordinario, que estuvo en la Semana Santa de Málaga de 1930, había profetizado lo que iba a pasar desde una casa que Gala y él alquilaron en el "villorrio" de Torremolinos. Dijo textualmente:
De vez en cuando recibíamos la vista de un pequeño grupo de amigos intelectuales surrealistas que se odiaban entre sí apasionadamente y empezaban a ser roídos por las ideologías de derecha e izquierda. Vi enseguida que el día en que estos cánceres alcanzaran el tamaño de las serpientes, la guerra civil en España sería algo feroz y grandioso…
El año siguiente, los días 11 y 12 de mayo de 1931, poco después de proclamada la República tras unas elecciones impropias, tuvieron lugar las quemas de iglesias, conventos y edificios civiles y periódicos en Málaga, protagonizados por turbas republicanas a las que las autoridades no quisieron o no pudieron domeñar. Luego, eso sí, pidieron disculpas atribuyendo los desmanes a los "incontrolados".
Una de las iglesias incendiadas sin miramiento fue la Iglesia de Santo Domingo, donde reposaba el tesoro artístico de la talla del Cristo de Mena. Alberto Insúa, un escritor español de origen cubano que llegó a ser gobernador civil de Málaga por el partido de Alejandro Lerroux desde 1933 a 1935, contó en su libro Ha llegado el día (1932) cómo seis cabos legionarios custodiaban inmóviles como estatuas la famosa escultura. Y contó lo que pasó con el Cristo en esos días de aquel terrible mayo de 1931:
Los incendiarios penetraron en la Iglesia. Serían unos treinta. Casi todos jóvenes. Unos con hachas, picos y martillos. Otros con bidones de gasolina y latas de petróleo…A quemá, a quemá. Basta de contemplasiones. Pues tendría grasia que respetáramos Santo Domingo…
Como cadáveres exhumados por sepultureros locos, las imágenes iban saliendo de su refugio manchadas, desarticuladas; crujían, se rompían. De un hachazo rodó la cabeza de la Virgen de la Esperanza. Al aparecer el Cristo de Mena, Jorge se lanzó a protegerle con tal furia que, un momento, dudaron los fascinerosos, y Palma pudo ayudarle a levantar el Crucifijo en hombros. Llegaron con él al medio de la iglesia, al través de las llamas que salían de los altares y del coro y de unos muebles y enseres amontonados junto al púlpito. La puerta principal estaba abierta. Entre trombas de humo, llegaban hasta ellos grandes voces y gritos. Podían ser de los cofrades o de la fuerza pública.
-¡Ánimo, animo!
Después, Jorge sintió primero un golpe en una mano; luego, en un costado. Aún pudo advertir que Palma salía corriendo de la Iglesia con un brazo del Cristo entre los suyos. Y comprender -por un resplandor y humareda que le cegaron -que ya ardía allí mismo, en una enorme pira y confundido con las otras imágenes, la del Cristo de Mena -eI de su amor-, que habla defendido con su sangre.
Aquel Cristo quemado, del que luego se ha dicho que se recuperaron sus restos calcinados, algo que no cree el especialista José Jiménez Guerrero, era el verdadero Cristo de Mena, un tesoro nacional, inspiración del rememorado meritoriamente por Francisco Palma que, ahora, los legionarios llevan a hombros cada Jueves Santo mientras cantan la canción El novio de la muerte, la canción que cantó hace 100 años Lola Montes en el teatro Vital Aza de Málaga.
Ayer, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga conmemoró, en el recinto musical Eduardo Ocón del Parque, el centenario de la primera vez que se cantó El novio de la muerte con público.
Mercedes González Fernández, que era el verdadero nombre de Lola Montes y que nació en el madrileño barrio de Lavapiés, lo cantó en versión cuplé. Tomen nota del curioso acompañamiento del piano. Ayer fue la cantante Virginia Gámez la que interpretó la misma versión cuplé, tal y como la cantara la Montes hace un siglo.
En la nota del Ayuntamiento de Málaga se dice que luego intervino la Banda de Guerra del Cuarto Tercio de la Legión, venida desde Ronda, que volvió a interpretar la canción pero con un coro de 18 legionarios.
El aniversario, además, se encuadra en la celebración del centenario de los acontecimientos conocidos como el desastre de Annual, que cuentan con una exposición en las Salas Mingorance del Archivo Municipal y en la sede de la Asociación Torrijos.
En 1921, Lola Montes se encontraba en Málaga recién llegada de América y tenía la intención de cruzar el Estrecho para animar a las tropas españolas que sufrieron en Annual. Fue el 20 de julio cuando interpretó por primera vez con público la ahora tan famosa canción.
Esperemos que ahora, cuando cada Jueves Santo suene la canción interpretada por los legionarios cuando cargan al Cristo "de Mena", se recuerde que no hay ni habrá Ley de Memoria alguna que trate de sepultar la verdad contundente de los hechos.
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