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Pedro de Tena

Octubre de 1934: una revolución armada contra la II República según el propio Largo Caballero

Lo que podría haber sido una investigación realmente reconciliadora y compartida sobre todo lo sucedido sin partidismos ni omisiones será otra cosa.

Lo que podría haber sido una investigación realmente reconciliadora y compartida sobre todo lo sucedido sin partidismos ni omisiones será otra cosa.
Tres dirigentes socialistas con un legado distinto: Besteiro, Largo Caballero y Prieto | Archivo

Lo que ocurrió desde el 5 al 19 de octubre de 1934 en la España republicana no fue un acto fascista ni franquista ni falangista ni cedista ni lerrouxista ni derechista. Fue un violento golpe de estado en toda regla, armado y organizado en buena parte por un ala del PSOE liderado por Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y UGT, apoyado por los comunistas y secundado parcialmente por la CNT y después, repicado y aprovechado por el separatismo catalán de Esquerra Republicana.

Fue una revolución contra la legalidad republicana a la que dicen defender los impulsores de  la futura Ley de Memoria Democrática,. Pero ni la Ley de Memoria Histórica ni la que anunciaron ha de venir la tienen en cuenta. Este golpe revolucionario, como otros que se dieron contra la II República,  no tendrá cabida en una Ley que sólo contemplará las acciones derivadas de la sublevación franquista.

Lo que pasó antes de la contienda e incluso los crímenes cometidos por una parte de la izquierda contra otra en el frente y la retaguardia, no existirán legalmente. La hemiplejia enfermiza de esta operación política, que no histórica, deja sin explicación razonable lo realmente ocurrido en España para que se consumara tan sangrienta división nacional.

No ha sido precisamente la Fundación Francisco Franco, objetivo ahora de los agentes de los agujeros orwellianos de la memoria, sino el socialista y ex fiscal general de Estado designado por el gobierno de Felipe González en abril de 1992 (I), Eligio Hernández, vicepresidente de la Fundación Juan Negrín, quien contabilizó hasta ocho golpes de estado contra la II República. Por orden cronológico relaciona los siguientes:

PRIMER GOLPE: Promovido desde Sevilla en la madrugada del 10 de agosto de 1932 por el general José Sanjurjo, que fracasó. Fue condenado a muerte, indultado y luego exiliado en Portugal.

SEGUNDO GOLPE: Eligio Hernández dice textualmente: “Promovido por la revolución de Asturias desencadenada en la noche del 4 al 5 de octubre de 1934 por la izquierda comunista y por el PSOE, dominado por Largo Caballero, secretario general de la U.G.T., que desempeñaba en el momento de la Revolución el cargo de presidente del PSOE".

TERCER GOLPE: Promovido por la rebelión militar de la Generalitat contra la República el 7 de octubre de 1934,  que condujo a la declaración del estado de guerra, a la suspensión de la autonomía de Cataluña y a la condena del presidente de la Generalidad por “rebelión militar” a 30 años de cárcel.

CUARTO GOLPE: Tras el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, ya se sabe que fraudulento, se indultó a la Generalitat por la rebelión del 7 de octubre de 1934, se restauró la vigencia del Estatuto, se “incorporó a 6 ministros de ERC y a varios anarquistas a los gobiernos del Frente durante la guerra civil, introduciendo el caballo de Troya contra la República, a la cual traicionaron durante la guerra civil".

QUINTO GOLPE: Según Eligio Hernández, fue “ocasionado por la división interna del PSOE en mayo de 1936… En una reunión del grupo parlamentario socialista Indalecio Prieto pidió el apoyo para formar gobierno, pero se lo denegó Largo Caballero, siempre partidario de la revolución y no de la colaboración con los republicanos… "lo que precipitó la guerra civil".

SEXTO GOLPE: Fue originado por la insurrección militar de parte del Ejército, secundado por las derechas políticas el 18 de julio de 1936. Este es el único golpe que se ha tenido y se tiene en cuenta en las leyes de la memoria impulsadas por la izquierda española. Fue el único que triunfó tras una terrible guerra civil y dio paso a la dictadura de Franco hasta 1975.

SÉPTIMO GOLPE: Dice Hernández que este fue “ocasionado por la traición del nacionalismo independentista catalán a la República durante la guerra civil". Cita al Azaña de La velada de Benicarló subrayando que la Generalidad de Cataluña “ha vivido en franca rebelión e insubordinación y si no ha tomado las armas para hacer la guerra al Estado será o por qué no las tiene o por falta de decisión o por ambas cosas, pero no por falta de ganas". Y recuerda que Juan Negrín, en noviembre de 1938, dijo que "antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco. En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los desafueros de los de adentro”. Y añade Eligio Hernández: “Pedro Sánchez e Iceta han traicionado el legado histórico, cultural y político de la Segunda República".

OCTAVO GOLPE: Fue promovido el 5 de marzo de 1939 por el coronel Segismundo Casado, con un grupo de anarquistas y socialistas, Cipriano Mera y Julián Besteiro entre ellos, que se rebelaron en Madrid contra el Gobierno Negrín. “Querían negociar la inminente derrota republicana. No les sirvió de nada, Franco no tuvo piedad con los vencidos”, concluye Hernández que ignora el sufrimiento de perpetuar una guerra ya perdida.

De estos ocho golpes de Estado que considera, sea o no discutible la relación, sólo dos fueron de índole conservadora (también inicialmente para conservar la República (II), la “sanjurjada” de 1932 y la sublevación del 18 de julio de 1936. Todos los demás fueron perpetrados para acabar con ella por la izquierda socialista, comunista y/o separatista. Pero la “memoria democrática” selectiva no tendrá previsiblemente en cuenta ninguno de ellos, salvo el de Franco.  

El pasado 5 de octubre se cumplieron 86 años del comienzo del golpe de estado de 1934. Muy pocos dentro del socialismo español han reconocido que éste fue perpetrado dos años antes del levantamiento militar de julio de 1936, que probablemente fue el origen de la Guerra Civil y que fue, además de un golpe de estado contra la II República, un primer intento de revolución que fue continuado después desde febrero de 1936.

Mis Recuerdos de Largo Caballero y el golpe de 1934, fuera de la “memoria democrática”

En el libro de Francisco Largo Caballero, Mis recuerdos. Cartas a un amigo (III), dice el autor del prólogo, Enrique de Francisco, su amigo y correligionario, que “estos recuerdos biográficos son, en realidad, una parte de otro libro que dejó escrito y preparado para su edición Francisco Largo Caballero. Y aquí sí se manifiesta insistentemente el deseo del autor de que se den a conocer sus informaciones, opiniones, y los documentos, copiados literalmente, que atestiguan su absoluta e incontrovertible veracidad histórica, sobre la guerra civil española de 1936-1939, la huelga general de 1934, la insurrección de 1930, y en general de todos los grandes acontecimientos de que fue actor principalísimo".

Aceptando tal veracidad histórica de su contenido, no cabe duda alguna de que Largo Caballero consideró una revolución lo que empezó en la madrugada del 4 al 5 de octubre de 1934. Sobre su inclinación conspiratoria se aclara en la introducción que ya fue partidario de la sublevación republicana de Jaca de 1930 –contra la opinión de Julián Besteiro—, e inequívocamente en el golpe de estado revolucionario de 1934 perpetrado contra la postura de otros socialistas como, de nuevo, Besteiro.

Es más. Afirma rotundamente su amigo De Francisco: “1934 fue Largo Caballero”. Y lo explica:

Y lo fue porque al fin y a la postre acabó por conseguir que la U.G.T. se solidarizase oficialmente con el movimiento. Lo fue porque él asumió la dirección, y organización del movimiento con un tacto y un sigilo propios de quien tuviera por oficio tal clase de trabajos. Lo fue porque arriesgó su libertad y su vida por ese movimiento. Lo es porque ha sido el único que no solamente no ha renegado de aquel movimiento, sino que hasta sus últimos días se ha lamentado de que por la clase trabajadora y la mayoría de sus dirigentes no se le haya dado todo el relieve, toda la significación que para nuestra clase social tenía.

Aunque añade que “es falsa la versión según la cual entraba en los planes de Largo Caballero hacer de aquel movimiento el principio de la revolución social para implantar en España el socialismo”, es el propio libro que prologa el que lo desmiente. Cuando trata específicamente de los acontecimientos de octubre de 1934 titula el capítulo “La revolución de octubre de 1934”.

Para Largo Caballero lo tejido tan clandestinamente en 1934 no pudo ser y no fue sólo “el intento de derribar un Gobierno reaccionario y sustituirlo con uno francamente democrático dentro de la República”, lo que ya sería naturalmente un golpe de estado,  y es precisamente él mismo quien lo certifica en este libro de recuerdos.

El líder socialista justificaba su proyecto gestado en 1933, tras la victoria electoral de las derechas, en “los atropellos que se cometían dentro y fuera del Parlamento con los trabajadores y diputados socialistas, y advirtiendo que si continuaban tales atropellos la minoría se vería obligada a adoptar una resolución extrema”. Pero no se aceptó su propuesta de forma íntegra gracias a Fernando de los Ríos y Largo dimitió. No se le aceptó la dimisión y entonces dejó de asistir a las reuniones del grupo parlamentario socialista y quiso recurrir al congreso del PSOE, que no se celebró.

Un día de 1934 que Caballero no concreta, Fernando de los Ríos, dijo ser portador de “una nota recibida de una alta personalidad del ejército, en la que se informaba de las reuniones celebradas en el domicilio de Calvo Sotelo y en la redacción del diario derechista 'El Debate', en las que se hablaba de detener a Azaña, Prieto, De los Ríos, Largo Caballero y otros. Cambiamos impresiones y estuvimos de acuerdo en prepararnos para la defensa".

Luego el mismo De los Ríos hizo un informe sobre la situación en Granada que aceleró más aún los preparativos del golpe, pero, en realidad, el objetivo del mismo era impedir la presencia en el gobierno de un partido legal, como lo era la CEDA, y de su máximo dirigente, José María Gil Robles.

La división entre Besteiro, Andrés Saborit, Tritón Gómez, opuestos a preparar un movimiento de ”defensa” y los caballeristas fue total, como lo fue en 1930 con el golpe de Jaca. Dado que la UGT era controlada por Besteiro, Caballero decidió que fuese el PSOE, que presidía, el que tomara la iniciativa contando con Indalecio Prieto que propuso, dice el mismo Largo, libertad religiosa, socialización de la tierra, disolución de la Guardia Civil y algunas otras medidas que completaban los principios constitucionales. Este programa se remitió al Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores".

Y añade, evidenciando cuál fue su responsabilidad en el golpe:

Para el caso en que surgiese la necesidad de producir el movimiento nacional la Ejecutiva del Partido nombró una Comisión especial organizadora de la acción. La Comisión había de componerse de representaciones del Partido, de la Unión (si se adhería) y de las Juventudes Socialistas. La Comisión me designó como su Presidente, y como Secretario encargado de todo el movimiento de correspondencia y documentación, al que lo era del Partido, Enrique de Francisco. Los acontecimientos se precipitaron. Las derechas, cada día más agresivas, impacientaban a las organizaciones obreras y socialistas. De provincias —principalmente de Asturias— apremiaban para que se declarase el movimiento, porque si se presentaban las nieves, los asturianos tropezarían con graves inconvenientes para la acción. Era obligado comenzar antes del invierno.

Finalmente la UGT se inclinó del lado caballerista, consiguiendo la dimisión de Besteiro y Largo Caballero estuvo al frente del PSOE y de la UGT. Que el golpe de estado iba a ser violento lo reconoce el propio Largo Caballero: “Una imprevisión de Prieto, que entregó a un individuo una tarjeta con direcciones, ocasionó la detención de algunos compañeros en la Ciudad Jardín, la Ciudad Universitaria y la Ciudad Lineal, con depósitos de armas. El asunto del barco 'Turquesa' (IV) que tanto ruido produjo, estaba relacionado con el movimiento y transportaba importante cantidad de armas. Merecería la pena hablar detalladamente de este asunto, pero en la situación en que me encuentro me faltan datos precisos para exponerlo y enjuiciarlo".

En su libro de recuerdos, el responsable máximo del golpe de 1934 da detalles muy precisos de su organización. Cuando fue detenido y puesto a disposición de la autoridad militar, Caballero describe así lo que ocurrió:

El Juez Instructor militar —un coronel— se presentó con el Fiscal en la cárcel para tomarme declaración y sostuvimos este diálogo:
—¿Es usted el jefe de este movimiento revolucionario?
—No, señor.—¿Cómo es eso posible, siendo Presidente del Partido Socialista y Secretario de la Unión General de Trabajadores?
—¡Pues ya ve usted que todo es posible!
—¿Qué participación ha tenido usted en la organización de la huelga?
—Ninguna.

Cuando el fiscal le exigió verdad, Caballero insistió en que la estaba diciendo.  A pesar de las evidencias, de la mentira de la que presumió después y de la petición severa de penas por parte del fiscal, Largo Caballero fue puesto en libertad tras su procesamiento.  

De su “grandeza moral” da cuenta él mismo:

¿Hice bien o mal al proceder como lo hice? ¿Debía entregar a la voracidad de la justicia burguesa a un defensor del proletariado? Mi conciencia está tranquila. Estoy convencido de haber cumplido con mi deber, pues ofrecerme como víctima sin beneficio alguno para la causa del proletariado hubiera sido tan inocente como inútil.

La huelga de octubre de 1934 es la que llevó mayor número de obreros a prisión, de la que resultaron más condenas graves, algunas de las cuales se cumplieron.

Evidentemente, él no cumplió ninguna como muchos de los responsables del golpe revolucionario. Pero ni su conducta ni los hechos acaecidos en 1934 —con resultado de alrededor de entre 1.400 y 2.000 muertos, entre miembros de las fuerzas de seguridad y civiles de derechas, entre ellos 33 sacerdotes,  y más de 1.000 mineros a lo que hay que añadir miles de prisioneros y centenares de edificios destruidos—, van ser  tratados en la ley de la Memoria –llamarla de “memoria democrática” es hasta sarcástico— que impulsa la izquierda. El único culpable de la Guerra y la Dictadura tiene que ser, por ley, únicamente el general Franco.

Para otros, muchos, la guerra civil se pensó y deseó ya en 1934 y, de hecho, fue entonces cuando, para bastantes historiadores, dio comienzo la que estallaría definitivamente dos años después. Esto es lo que la izquierda española no quiere reconocer: su grave responsabilidad en la tragedia.

Lo que podría haber sido una investigación realmente reconciliadora y compartida sobre todo lo sucedido sin partidismos ni omisiones ni miopías interesadas con el fin de fortalecer la democracia liberal en España, que no hay otra, se va a convertir en una inesperada “resurrección de los muertos”, unos más que otros, a los que no se quiere dejar descansar en paz.

Este empecinamiento en el adoctrinamiento sectario de las casi tres generaciones que sólo han conocido una forma democrática de gobierno, a pesar de sus imperfecciones, llevará, conduce ya de hecho y por reacción, a una investigación minuciosa y rigurosa sobre lo que realmente ocurrió. A lo mejor la exposición de sus resultados es considerada “propaganda ilegal”. Es lo que falta.


(I) La Sala Tercera del Tribunal Supremo declaró ilegal su nombramiento en 1996.

(II) En las instrucciones del general Mola, se hablaba de instaurar una “dictadura republicana” para librar a la República del desorden.

(III) Manejo la edición de Ediciones Unidas, S A. México, D. F. 1976

(IV) El 11 de septiembre de 1934 el vapor "Turquesa", desde alta mar, descargó munición y armas en tres embarcaciones cuyo destino era abastecer a los insurrectos de octubre en Asturias. El cargamento fue comprado en Cádiz por dirigentes del PSOE, Prieto y Largo entre ellos. 

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