Hay que situarse. Realmente impresiona observar el monasterio de Uclés desde la distancia, cuando aún la villa se encuentra lejos y sólo esa enorme silueta recorta el cielo para abarcarlo todo. Es intrigante. Después se deja ver: el pequeño pueblo que se extiende por su falda parece diminuto debido al contraste. Allí arriba, la presencia del vetusto monumento pesa tanto que parece hundir raíces en en la misma loma que le sirve de altar. Su arquitectura recuerda a un rito eterno. Esas torres levantadas hace siglos, igual que brazos hacia el cielo. Y más allá, por todas partes, el único gobierno de la quietud manchega. Los campos se extienden alrededor con un oleaje ondulado y pétreo, como un piélamo de tierra congelado. Sólo las distintas tonalidades pardas expulsan de la imaginación el recuerdo lejano del océano. Observar el monasterio de Uclés desde la distancia impresiona, sí. Y lo hace aún más con el frío del atardecer, cuando la sombra de sus muros va cubriendo como un manto cada una de las casitas que se acogen a su protección, adelantando el inicio de su noche. Hay grandezas que interpelan. En Uclés existen preguntas obligatorias.
Fernando Núñez, por ejemplo, no para de repetir una en concreto. "¿Qué nos falta por conocer de Uclés?". Aunque la pregunta es engañosa porque, en realidad, se trata de una síntesis de muchas más: "¿Cómo existe un edificio así en este pueblecito conquense? ¿Por qué la villa estuvo doblemente amurallada? ¿Cómo pudo ser que Alfonso VIII la escogiese, allá por el siglo XII, como centro y cabeza de la Orden de Santiago?". Ahora poca gente recuerda y pregona todas esas cosas, pero Uclés sigue siendo un enorme yacimiento cultural del que se pueden extraer tesoros en abundancia.
Núñez no sólo se hace preguntas. Es uno de esos empresarios longevos que alcanzaron su éxito en los años en los que la única receta era el trabajo. Incluso cuando habla del tiempo lo hace marcándose objetivos, quién sabe si ideando simultáneamente estrategias para evitar sentirse a su merced. Ahora su reto es recuperar y embellecer el objeto de sus desvelos. "Cuando se está enamorado siempre se quiere que la novia sea la más guapa del mundo", explica. De ahí que la fundación que lleva su nombre haya puesto en marcha el proyecto MDU RE_NACIMIENTO, un ambicioso plan cultural que no se limita únicamente a convertir el recinto en una sala de exposiciones, sino que pretende ir desmaquillando el edificio de todos los sedimentos que ha dejado sobre él el paso del tiempo, para captar la esencia atemporal de cada una de las épocas que lo han vestido.
"Hay que tener en cuenta que el monasterio tardó en construirse varios siglos. Como cualquier edificio antiguo, ha ido conservando aportaciones de varias épocas, lo que abre el abanico de opciones infinitamente", explica David Pérez, museólogo experimentado y encargado principal de todo el proyecto. "Nuestro objetivo es revitalizar todo el patrimonio encerrado aquí. Devolver el esplendor de este lugar y acercárselo de la manera más apetecible posible a la gente". Para ello se han servido de la mejor tecnología, reinventando espacios y elaborando nuevas formas de hacer llegar la esencia del lugar a los visitantes. "Estamos convencidos de que los artistas y arquitectos que trabajaron aquí en el siglo XVI utilizaron todas las herramientas que tenían a su alcance. Si viviesen ahora, no dejarían de innovar tampoco".
El monasterio de Uclés fue la sede principal de la Orden de Santiago pero otras muchas cosas también. Paradójicamente, Pérez reconoce que la pandemia les ha ayudado a recomenzar, a darse cuenta de que los nuevos retos de la situación podían usarse como alimento a la hora de diseñar un recorrido completamente revolucionario. "Lo que buscamos es inventar una nueva forma de gestión cultural", explica. La piedra angular de esa ambición se encontrará en el laboratorio permanente que se quedará instalado en el monasterio para continuar ideando nuevas formas de acercarlo al público. "No queremos que esto sea una visita al uso, en la que la gente avanza mirando retablos y leyendo pequeños letreros", resume Núñez. Así, la propuesta variará cada pocos meses y convertirá Uclés en un destino obligado al que regresar.
De momento se ha inaugurado la "fase 1", que ya deja intuir lo que vendrá después. "Nosotros hemos decidido hacer partícipe a la gente de todo el proceso creativo, que se encuentra en constante evolución". La idea es ir quemando etapas, avanzando poco a poco hasta recuperar todo el esplendor de un edificio que impresiona por sus dimensiones pero que anda lejos de ser lo que fue. Los visitantes podrán recorrer estancias que llevaban cerradas décadas, adentrarse en recovecos centenarios y dejarse llevar por una narración inmersiva, pensada para recuperar la esencia misma de las épocas que han pasado por esos pasillos. Los juegos de luces y pantallas ayudan a generar atmósferas, por ejemplo, que introducen a los presentes en esa extraña dialéctica entre las armas y las letras, que recuperan el poder invencible de la muerte o resucitan el antiguo ritual del caballero velando armas en la sacristía. También se adentran en la historia, explicando las dos batallas principales que vivió esa localidad, trascendentales para comprender el devenir posterior de toda la península; o dejan más espacio al recogimiento en las distintas salas de exposiciones, que también tendrán un hueco. La cosa sólo acaba de empezar, por lo que todo puede cambiar antes incluso de lo que se imaginan los propios responsables de llevarlo a cabo. "Lo bueno es que seguimos descubriendo el edificio a medida que avanzamos. Todavía esconde infinidad de cosas. Es increíble lo que nos falta por conocer".