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Pedro de Tena

Pablo Iglesias, liberal y héroe fiel a la Constitución monárquica…de 1812

Hay otro Pablo Iglesias, poco conocido, el liberal y patriota español del siglo XIX ajusticiado por Fernando VII.

Pablo Iglesias González | Wikipedia

Seguramente ha habido y habrá muchos Pablo Iglesias en España. El nombre es común, gran santo, y el apellido también, gran tradición nacional. La combinación es más que probable. Pero de todos los posibles y reales apenas hemos oído hablar.

Se tiene presente, eso sí, y, sobre todo, a dos: Pablo Iglesias Posse, fundador de UGT y PSOE, por ese orden, y Pablo Iglesias Turrión, dirigente de Podemos y vicepresidente del gobierno, ambos de izquierda, uno socialista y otro comunista bolivariano. Pero hay otro Pablo Iglesias, poco conocido, el liberal y patriota español del siglo XIX ajusticiado por Fernando VII.

No se tiene casi nunca en cuenta la existencia de este otro Pablo Iglesias, Pablo Iglesias González (1792-1825), defensor de la integridad nacional ante los gabachos en la Guerra de la Independencia y convencido liberal que un 24 de agosto de 1824, tras la traición de Fernando VII a la Constitución de 1812 que había simulado apoyar y tras la ejecución de Rafael del Riego, el general Torrijos y otros muchos liberales, fue la cabeza visible de una rebelión que tuvo lugar en Almería.

Resulta sugerente que en nuestros días, en los que buena parte de los descendientes de Pablo Iglesias Posse y los seguidores de Pablo Iglesias Turrión se empeñan en la condena pública del primer rey de España defensor de una Constitución democrática y de una transición admirada de una dictadura a una sociedad abierta y libre, se recuerde tan poco a ese otro Pablo Iglesias, excoronel ejecutado en Madrid en 1825 por su defensa a pecho descubierto de la primera Constitución liberal española, la de 1812, que defendía la monarquía constitucional.

De hecho, la Pepa se autotitulaba "Constitución política de la monarquía española" y sentó los cimientos esenciales para el desarrollo de una nación española en libertad. La Constitución por la que nuestro Pablo Iglesias González dio la vida dejó claro que la nación española libre e independiente no podía ser propiedad de nadie, de ninguna familia y, diríamos hoy que de ningún partido, y que la soberanía nacional residía en todos sus ciudadanos para defensa de la libertad civil, de la propiedad y de los derechos legítimos de todos los individuos que la componían.

Monumento a los coloraos

Me lo ha subrayado hace unos días la filósofa y articulista de Diario de Almería, Irene Gálvez, una defensora de la libertad y de la nación española que está empeñada, con otros muchos, en que no se traslade el monumento a los "coloraos" – así se llamó a los liberales que con Pablo Iglesias González se alzaron contra el rey felón -, de su actual emplazamiento en la plaza almeriense de la Constitución, algo que muy pocos entienden dado que es un notable símbolo de la ciudad y representación histórica de una gesta liberal de manifiesta envergadura.

Lo que hizo el liberal Pablo Iglesias

La historia de los "coloraos", bien conocida en Almería, no lo es en el resto de España por lo que no está demás un resumen sucinto antes de pasar a relatar cómo fue aquel liberal de calado y valor que fue Pablo Iglesias González.

Sabido es que el rey felón, Fernando VII, - que nada tiene que ver políticamente con Juan Carlos I y Felipe VI, defensores de una Constitución democrática moderna -, traicionó a la España liberal . De marchar todos juntos, él el primero, por la senda constitucional liberal de 1812, pasó, en cuanto tuvo la oportunidad, a restaurar la monarquía absoluta reprimiendo con gran dureza todo intento de restaurar la Constitución de 1812.

Con ayuda de los 100.000 Hijos de San Luis, Fernando VII se impuso al pronunciamiento liberal de Rafael del Riego iniciado en Las Cabezas (Sevilla) en 1820, ciertamente no siempre libre de excesos y contradicciones, y en 1823 liquidaba la intentona de reformar la vida política nacional. Se inició así lo que se conoció como la Década Ominosa en la que muchos patriotas liberales fueron ejecutados y encarcelados. Uno de ellos fue el antiguo coronel Pablo Iglesias González.

Para los que quieran conocer con detalle que fue lo que ocurrió en Almería desde el día 14 al 24 de agosto de 1824, puede consultarse el concluyente libro de la escritora granadina Carmen Ravassa, El "colorao" no es rojo (Editorial Soldesol, 2016) de sugerente e inteligente título que ella explicó en una entrevista de esta manera:

"Me di cuenta que algunas personas confundían el Colorao, color de las casacas (liberales), con el rojo de la pasada guerra civil, y pensaban que el Monumento situado en la Plaza de la Constitución era en honor de estos últimos, por lo que decidí estudiar este tema y detallarlo en un libro cuyo título juega con estos colores".

En realidad, a aquellos heroicos liberales se les llamó "coloraos" porque, siendo militares en su mayoría, no podían llevar el uniforme oficial realista. Por ello, su indumentaria de combate fue una casaca roja y un pantalón azul oscuro, tal vez por influencia británica. Al llegar a Almería procedentes de Gibraltar, donde se trenzaban intereses varios desde los gubernamentales ingleses a los masónicos liberales, pronto se les conoció popularmente como "los coloraos".

Días antes, otro grupo audaz de liberales al mando del coronel Valdés pertrechado asimismo en Gibraltar llegó a las costas de Tarifa donde sus componentes fueron cercados y reducidos por las tropas de Fernando VII. Todos ellos fueron fusilados en los muros del cementerio de Algeciras. La misma o parecida suerte corrieron los valerosos liberales que desembarcaron en Almería al mando de Pablo Iglesias González.

Un resumen escueto de los hechos debe recoger que el 6 de agosto de 1824, la expedición insurreccional organizada por la sociedad secreta Santa Hermandad y bajo el mando del antiguo coronel Pablo Iglesias, zarpó con destino a Almería procedente de Gibraltar a bordo de un bergantín de bandera inglesa, el "Federico". Llevaba a bordo 48 personas que pretendían tomar la ciudad de Almería y restaurar la libertad de la Constitución de 1812. Fueron traicionados por algún francés amigo del general Lafayette y víctimas del espionaje del alto mando de Fernando VII.

Llegaron a Almería el 14 de agosto, pero ya se había sofocado la insurrección liberal que alcanzó Tarifa. Por ello, las tropas absolutistas conocían con detalle el intento y el plan. El fracaso de la acción fue total siendo muchos de los participantes (22) fusilados en la Rambla de Belén. No fue el caso de Pablo Iglesias González que logró escapar. Días después, el 22 de agosto, fue detenido en Cúllar Baza. Tras un proceso con fines ejemplarizantes, fue ahorcado en Madrid un año después, el 25 de agosto de 1825.

Entre 1868 y 1870, se erigió el Monumento de los Coloraos o "Pingurucho", que estaba en la Puerta de Purchena siendo trasladado en 1900 a su actual emplazamiento en la Plaza Vieja o plaza de la Constitución. Fue demolido en 1943 tras la victoria franquista y fue reconstruido en 1987 por suscripción popular. Cada 24 de agosto, todos los partidos celebran un homenaje a los "Coloraos" al pie de su monumento. Pero ya en tiempos de un gobierno socialista se estudió su traslado a otra ubicación municipal dando origen a una polémica ciudadana, muy acentuada en estos días por estar la alcaldía desde hace años en manos del PP almeriense.

Los últimos días del liberal Pablo Iglesias

Hay quien quiere ver en las páginas finales del Episodio Nacional de don Benito Pérez Galdós, El terror de 1824, el retrato fiel de la ejecución de Pablo Iglesias González. Es una conjetura porque en ningún momento aparece el nombre del famoso "colorao" en ese Episodio ni en ningún otro. Eso sí, puede suponerse que las escenas finales de la vida de un condenado a muerte por su defensa de las libertades constitucionales, Patricio Sarmiento, igualmente ahorcado como Iglesias, pueden haber sido recreadas a partir del original.

De hecho, el Sarmiento de Galdós, poco antes de morir, exclama: "…porque la libertad por quien muero renacerá de mi sangre, y el despotismo que a mí me inmola perecerá ahogado por esta misma sangre, y el principio que yo consagro muriendo, lo disfrutarás tú viviendo, lo disfrutarás por los siglos de los siglos", expresión que se asemeja bastante a las pronunciadas por Pablo Iglesias antes de ser ahorcado como comprobaremos enseguida.

Parece probable que el poeta José de Espronceda escribiera un poema o epitafio en conmemoración de la muerte de Pablo Iglesias González y así lo asegura, entre otros, Leonardo Romero Tovar en su edición de las Obras del poeta:

Mártir sublime de la patria, un día
fue honor y gloria del hispano suelo;
y ora del libre, luminosa guía,
astro de libertad brilla en el cielo


Pero en otras ediciones de sus obras, estos versos parecen dedicados al señor Guardia, Fiscal de las milicias nacionales en 1841, y aparecen al final de un soneto titulado "A Guardia".

Las últimas horas de Pablo Iglesias en capilla, que fueron nada menos que 51, fueron recogidas en un pequeño libro por "su amigo y compañero de cuarto en la prisión", Francisco Rodríguez de la Vega en 1835, a partir de los apuntes realizados por el confesor, por el testimonio de algún amigo y de algunos escritos personales del propio Iglesias.

No pudiendo resistirse el autor de libro titulado Los últimos momentos de don Pablo Iglesias le preguntó al condenado:

- ¿Por qué viene usted preso? ¿Quién es usted?
- Llamóme Pablo Iglesias, respondió... El motivo de mi prisión, una friolera: Haber venido de país extranjero a las playas de Almería con las armas en la mano, resuelto a no dejarlas hasta destruir el despotismo y dar de nuevo la libertad a la patria.

En el relato de los hechos de Almería se destaca que Pablo Iglesias "fue designado para jefe de una pequeña expedición, que debía desembarcar en Almería, al mismo tiempo que el coronel Valdés hizo su tentativa sobre Tarifa. Sabido es el resultado de esta atrevida y heroica empresa. Un puñado de españoles, acalorados por el amor de su patria, a trueque de innumerables sacrificios, penetraron en la península proclamando la Libertad, que con el auxilio de un ejército extranjero acababa de proscribirse".

En esas horas previas a la ejecución se le oyó decir:

Aspiré al título de libertador de mi patria, y la suerte me destina a morir por ella: otro será más dichoso. Mi delito es noble; he arrostrado mil peligros por hacerla feliz, y lejos de haber adelantado mi fortuna, la he destruido toda por sostener el juramento que había hecho a la Constitución. Esta idea me consuela.

Qué diferente conducta y disposición patrimonial a la que se observa en otros que dicen defender la libertad a todas horas.

Un día antes de su ahorcamiento reflexionó sobre la compatibilidad de la libertad y el cristianismo:

Mañana a estas horas (oyó dar la una) ya seré ciudadano de la Jerusalén celestial, donde el hombre es verdaderamente libre. Quiero hacer ver a los ignorantes que la libertad política, de ningún modo es incompatible con la religión de "nuestros abuelos".

Y añadió:

Muero con la resignación y entereza de un cristiano, que espera vivir eternamente. Estos dos virtuosos sacerdotes (volviéndose a ellos) que me han asistido los tres días, y acompañado hasta el patíbulo, son testigos de mi creencia y de mis piadosos sentimientos; porque, aunque he sido despreocupado, nací, he vivido y muero en el seno de la iglesia católica, cuya fe confieso, y protesto firmemente. Sin embargo, si, por igual causa que yo, os llegáis á ver en este sitio, unid vuestras voces a las mías y "que vuestras últimas palabras sean Libertad o Muerte". Ese fue desde el principio el lema y grito de guerra de los "coloraos".


Su idea de la política estaba lejos de la mezquindad y la corrupción. Escribe en una carta final a su esposa, doña Francisca López:

Iglesias pendiente de una horca por amante de la libertad, por haber intentado contribuir a derrocar el trono de la tiranía y hacer libres a sus compatriotas oprimidos.... es un objeto digno de la veneración de todos los hombres virtuosos y crea de este modo una nobleza de origen superior a la que consiguieron otros por medio de vilezas, intrigas y otras bajas y detestables artes.

Ya en 2013, el diplomático y escritor Inocencio Arias, que hizo la honra anual a los Coloraos de Almería, dijo que "a 'Los Coloraos' les dolería esta España". Imagínense lo que les dolería hoy nuestra España después de lo que ha llovido a peor en estos siete años transcurridos desde entonces.

Pero miren por donde los partidarios de la regeneración de la democracia española desde perspectivas liberales pueden, podemos, apelar a otro Pablo Iglesias, bien diferente de otros de igual nombre, digno ejemplo de unos propósitos que no hubieran implicado la condena de la monarquía sino el rechazo del absolutismo de cualquier tipo, cabe suponer.

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