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Pedro de Tena

Memoria de África: una comunista casi perfecta (III)

El tipo ideal de un enemigo de la democracia y de la tolerancia

África de las Heras | Archivo

En los dos artículos anteriores hemos procurado atenernos a los hechos más importantes protagonizados por la caballa África de las Heras, la agente comunista española más condecorada de todos los tiempos por la URSS, que sepamos. Hay muchos acontecimientos que no se conocen por la prohibición rusa de acceder a los archivos del KGB y otros muchos que quedarán siempre en la intimidad de las memorias de quienes participaron en ellos.

Si se desea una aproximación a la África de los hechos reales, más o menos confirmados, hay que recurrir a la única obra de investigación histórica realizada hasta la fecha. Se trata, como ya anticipamos, del libro del periodista, escritor e investigador histórico Javier Juárez, titulado Patria, una española en el KGB. Es un libro escrito con voluntad de rigor, que sopesa las circunstancias, la entereza y veracidad de las fuentes y modera sus juicios acerca de nuestro personaje.

Por ello, es un libro que no se decanta abiertamente por una interpretación definida y definitiva. A veces parece impresionado por la vida de un personaje tan sombrío, como puede deducirse justamente que fue, África de las Heras. Al final de su vida cuando llora alguna vez, Juárez lo interpreta como el resultado tardío de una especie de examen de conciencia en el que valoraba el mundo que se había perdido reduciendo su universo al Partido Comunista de la URSS, ya en acelerada descomposición.

Pero una y otra vez, contra esta apreciación bien amable, resuenan las palabras de la autobiografía que se supone, y así lo acepta Juárez, fue escrita por ella misma: "Soy miembro del Partido Comunista y creo en los ideales de la revolución, que siempre me han guiado. Ni los años ni las dificultades de la lucha han deteriorado mis convicciones. Al contrario…Nadie ni nada podrán arrebatarme mi fe hasta la muerte". Ni paz, ni piedad, ni perdón, ni arrepentimiento a pesar de unos comportamientos que otros muchos podrían considerar escalofriantes.

Dicho de otro modo, la persona real que fuera África de las Heras, la violinista nos es desconocida. Las impresiones de quienes trataron con ellas coinciden en que era dura, fría, disciplinada, implacable, precisa, minuciosa y con una escasa valoración de la vida, la de los demás e incluso la suya propia. Más importante que todo era su "patria", la Unión Soviética.

Como ya aportamos en el primer artículo de esta serie, hay tres novelaciones disponibles acerca del personaje. Y gracias a alguno de sus familiares, hemos podido ver, por fin, la película producida por la Televisión Central Rusa en 2011 que, según se nos ha dicho, contó con el visto bueno del Servicio Secreto que heredó los archivos del KGB.

Nombre clave: Patria, una espía del KGB en Uruguay

Comenzaremos sobre el atípico libro de Raúl Vallarino, escritor que fue director de la Biblioteca Nacional de Uruguay. Atípico lo es porque siendo mayormente una biografía, algo escasa de África de las Heras, introduce dos personajes ficticios. Hay un joven teniente ruso, Gregory Gurivich, que la custodió en la hora de su muerte por orden de la superioridad y un archivero del KGB, Anastasievich, que usa como comodines en su novelación.

A lo ya conocido sobre la Guerra Civil y las checas de Barcelona, Vallarino añade dos asesinatos perpetrados por la propio África de las Heras. Uno, bajo el alias de Ivonne, en el frente de Ucrania cuando ejecutó al traidor Serguei. El otro, el de un oficial alemán con el que tuvo una relación sentimental planeada en Kiev y al que mató cuando descubrió su carácter de infiltrada soviética.

Añade que en casa de Trotsky en México simulaba con entusiasmo ser trotskista mientras planeaba su asesinato. Destaca en su descripción cómo logró seducir al pianista y escritor uruguayo, Felisberto Hernández, a pesar de que le desagradara la idea de casarse con él. Su amor por las órdenes del servicio secreto superó siempre a toda otra clase de amor.

Vallarino también duda de que la muerte de su segundo marido, Valentino Marchetti, hubiera sido natural. Su oscuro archivero del KGB dice que el espía italiano estaba siendo un problema para el Centro y que "medios para conseguir una muerte provocada, que no pudiera descubrirse en una simple autopsia, los teníamos".

Habitando la mentira de forma continuada, contó a sus amigos uruguayos que había tenido un hijo llamado Luis (en otro momento posterior le llamó Julián), que había muerto de meningitis en España a los 8 años. A los 12 dijo en otra ocasión. Igualmente mentía sobre la relación con su primer marido, al que llamaba Fernando, que, decía, murió en la guerra combatiendo contra Franco, cuando fue exactamente al contrario. Aparentaba preocupación por personas refugiadas, aunque realmente buscaba documentaciones falsas

De la lectura de Vallarino parece deducirse que más que otra cosa le desagradaba que África de las Heras hubiera sido capaz de engañar de ese modo a una estrella uruguaya de las letras y, en general, a toda la élite montevideana a la que hizo creer que era modista de alta costura. Incluso para obtener secretos de Estado no dudó en suministrar un espía joven bien parecido a un importante industrial casado pero homosexual para chantajearlo.

Igualmente, concluía que la espía española, de haber podido volver a nacer, no cambiaría nada de lo hecho salvo dejarse llevar a veces por los afectos, algo que le provocaba dolor.

La muñeca rusa o las personalidades múltiples

El segundo libro de interés sobre la comunista española es el de Alicia Dujovne, La muñeca rusa (2007), donde aporta algunos datos nuevos, aunque se centra sobre todo en la estancia uruguaya de África de las Heras, entonces María Luisa de las Heras, llamada la "gallega" o española por quien fue su primer marido en dicho país.

Como el de Vallarino, su libro es una biografía novelada pero con una interpretación clara: África de las Heras era una especie de Matrioshka, de muñeca rusa de identidades sucesivas y ocultas para la que ya resultaba difícil reconocerse como una persona con una identidad real, salvo la que le unía al KGB y a la URSS.

Añade que la llamaban la "ardiente" o la "sofocante", una pincelada sobre su liberalidad en costumbres sexuales de las que se habló también en la Cataluña de las checas. Le endosa un matrimonio poco creíble con el dirigente ugetista García-Lago y afirma que fue a Ceuta a avisar a su tío Julián Francisco de un intento de asesinato por tres fascistas a los que menciona por su nombre.

Contempla la influencia de Caridad Mercader, "la madre que nunca tuvo", en el fanatismo de África de las Heras y el plan de su amante, el espía soviético Eitington, para reclutar a la ceutí e involucrarla en el asesinato de Trotsky. Afirma que Ramón Mercader, el asesino del líder ruso, y África fueron amantes no deseados por el NKVD y duda que África matara a su segundo marido, Marchetti. Admite sin embargo que si se lo hubieran ordenado lo habría hecho.

Dujovne, hija de uno de los fundadores del Partido Comunista Argentino conoce mucho mejor que Vallarino los entresijos del comunismo ruso y se extiende en comentarios acerca de la deriva internacional del comunismo. Pero lo más interesante para nosotros en este momento es conocer cómo la veía: implacable. Pone en boca de un camarada, Pavel, la siguiente descripción: "Implacable… Una mujer heroica y valiente porque es insensible. Con una sola idea en mente, obedecer… Nunca amó a nadie".

Sin embargo, fue eficaz y astuta. Logró cruzar la tenebrosa telaraña soviética "sin un rasguño, ni físico ni moral", intacta a pesar de todo, sin remordimientos por sus camaradas asesinados o enviados al Gulag y encima, dice un personaje al final, se dio el lujo de morir un año antes de la caída del Muro de Berlín.

Independientemente de sus juicios sobre la crueldad despiadada del estalinismo, la Dujovne diserta, cómo no en una argentina, sobre el análisis de la personalidad de África. Supone que nadie sabrá nunca quién fue, como fue el caso de Eva Perón, otro de sus personajes novelados. África era un personaje, antes que una persona, con una identidad fragmentaria o dividida, pero capaz de llegar hasta el final. Entrega absoluta, como si la política fuera una religión. Por eso, el gran protagonista de su novela es el comunista que consiguió su entrega, el que la catequizó. Y como no sabe quién es, lo inventa.

África, la catalizadora del asesinato de Trotsky

El tercer relato novelado es el del cubano Leonardo Padura, un poco posterior (2009) que costaba 22 euros en su primera edición de Tusquets, lo que cobraba un cubano en un mes, según el autor. El hombre que amaba a los perros se refiere esencialmente a Ramón Mercader, que murió en Cuba, el sicario que paseaba con sus perros por La Habana. Podría haber sido "Truco", el nombre de un perro citado por Padura por su habilidad para ocultarse, otro alias de África de las Heras, pero no.

El libro de Padura trata sobre Ramón Mercader y su eterno vínculo con el piolet que clavó en el cráneo de León Trotsky, como él, curiosamente, amante de los perros. "Patria" y su segundo marido, Marchetti, también tuvieron perros en Montevideo. Los de Mercader —Jaime o Ramón López se hacía llamar en Cuba—, tuvieron que ser muy llamativos porque incluso aparecieron en la película Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea (1978).

África de las Heras, personaje lateral de la trama, es mencionada más de 100 veces en la novela y es descrita como una adicción afectiva y sexual de Mercader, un "volcán en erupción" capaz de recitar pasajes completos de Marx, Engels y Lenin. Llamaba a Stalin, por el que sentía devoción, Guía del Proletariado Mundial y "vivía cada segundo y cada acto como una verdadera militante comunista". Precisamente, así lo ve Padura, ella le contagió el odio mortal hacia Trotsky que le llevará finalmente a asesinarlo.

Es más, para África de las Heras, Mercader era demasiado blando. Cuando él dudaba de las instrucciones del partido, ella le decía que "el Partido siempre tiene la razón… y si no entiendes, no importa, tienes que obedecer".

Leonardo Padura fabula que en 1934 África y Mercader, ya amantes, estaban en Cataluña y luego en la Asturias de 1934 e incluso que de sus relaciones nació una niña, Lenina, devenida guerrillera antifranquista que murió en una escaramuza antes de cumplir los 20 años, algo nada creíble. Ni siquiera tal hija es mencionada por Javier Juárez que admite que los Mercader eran amigos de África, e incluso que Caridad Mercader fue quien la reclutó para el NKVD, pero nada más.

Igualmente, el libro del cubano sugiere que fueron los anarquistas y los trotskistas los autores de los asesinatos de las patrullas milicianas en las calles y checas de Barcelona, algo que no se compadece del todo con la realidad pues el PSUC era quien las dirigía con el consentimiento de Luis Companys. Es más, relata cómo África contaba a Mercader los fusilamientos ordenados por los anarquistas y el miedo de los obreros.

Padura deduce que poco a poco la admiración ciega de Ramón Mercader por su gran amor, África, se deteriora por su ortodoxia "enfermiza", por su "frialdad inquietante, sencillamente antinatural", su "incapacidad de amar", su dependencia de la disciplina, su destreza para invisibilizar su alma, si es que existía, su fanatismo mecánico, su disposición a la repetición inmisericorde de las consignas.

En definitiva, Leonardo Padura convierte a Ramón Mercader en un personaje débil y dependiente que asesinó a Trotsky para demostrarle a una despiadada África de las Heras, que su desdén por su capacidad como agente no estaba justificado y que estaba dispuesto a hacer algo grande por la causa comunista.

Una película aprobada por el Servicio Secreto

No es fácil de encontrar, pero, gracias a uno de los familiares de África de las Heras, hemos podido disponer de la versión rusa, que es la única que hay, que sepamos, de Mujer clasificada "Secreta". Si hemos podido conocer el contenido de su narración y sus diálogos ha sido por obra y gracia de un amigo de la familia que los tradujo al español volcándolos en unos folios.

La película incluye elementos documentales y certifica, de creer a los servicios secretos rusos que la aprobaron, que hubo relaciones entre Ramón Mercader y África de las Heras (se habla incluso de boda), que la ceutí estuvo involucrada en la preparación del asesinato de Trotsky (proporcionar los planos de la casa mexicana) y que tuvo un papel muy destacado en las dependencias parisinas de la Gestapo donde se infiltró como limpiadora logrando copias de documentos importantes.

Durante un ataque a la casa de Trotsky, aparece el revolucionario parapetado ridículamente en medio de un grupo donde hay tres mujeres y un hombre. Pero sutilmente hay una evidente confirmación de que los crímenes de Stalin llegaron hasta el cráneo de Trotsky, lo que hace a la víctima un personaje más atractivo.

Sobre la etapa de las checas españolas, la película certifica que los crímenes fueron constantes y Mercader llega a decir que por cada comunista muerto hay que matar a diez fascistas. Naturalmente, se desliza oportunamente que los trotskistas y los anarquistas eran unos traidores, tesis estalinista por excelencia.

Una gran importancia da la película a la etapa "heroica" de la vida de África de las Heras como guerrillera soviética en Ucrania donde actuó como radiotelegrafista bajo el alias de "Ivonne Sánchez". En esta parte, la española aparece como una fiel y enamorada comunista de la URSS y presenta como justificado el tiro en la nuca con el que ejecuta impasiblemente a un traidor de su guerrilla.

También se trata su etapa de espía en Uruguay y su vuelta a Moscú en 1967, pero no se desvela ninguna de las muchas operaciones secretas en las que tuvo que participar. No falta su supuesto amor por los niños, escasamente creíble, e incluso una referencia visual a Don Quijote.

Contrasta la interpretación "emotiva" y "pasional" de la África que se presenta en la película, algo que la humaniza y la acerca afectivamente al público, con esa otra África inconmovible, gélida, mentirosa (sus ojos dicen lo que ella quiere que digan, llega a escribirse) y manipuladora que parece desprenderse cabalmente de su vida.

Pinceladas finales encontradas en otras obras

Además de los reportajes ya mencionados en la primera pieza de esta serie, otros autores han escrito o aportado su visión sobre África de las Heras. El más destacable el de José Gros, guerrillero comunista en Ucrania junto a nuestra ceutí, que, si bien la considera valiente ya desde la época de Barcelona y enumera algunas condecoraciones, la llama meramente la "radista", una de las mejores y guapas, eso sí.

Muchos de ellos son citados por Javier Juárez en su libro tantas veces mencionado. Pero, además, África de las Heras aparece en la obra de la periodista Pilar Cernuda sobre las espías españolas No sabes nada de mí, pero duda de su nombre auténtico, dice que nació en Melilla y la considera más interesante que la Mata Hari.

También fue tratada en crónicas de El Faro de Ceuta, de la BBC, El Mundo, ABC, El País, Historia y Vida (que la hace colaboradora de William Fischer, alias Rudolf Abel para los soviéticos, que creó una red de espías en Estados Unidos y fue detenido por el FBI en 1957), y otros medios, incluidos los que están al servicio de los servicios rusos de inteligencia en la actualidad.

De interés es el tratamiento que hace de ella la familiar de los Mercader y escritora Nuria Amat, que aporta que la actriz María Mercader, prima de Ramón Mercader, era la esposa del cineasta Vittorio de Sica y que Caridad del Río, madre del asesino de Trotsky era, entre otras cosas, una enferma mental con intentos de suicidio. De África de las Heras dice que colaboró en el asesinato de Trotsky, pero tuvo que huir de México por la deserción de Alexander M. Orlov. Subraya asimismo su casamiento con el escritor uruguayo, Felisberto Hernández.

Almudena de Arteaga la hace aparecer en su novela Cenizas de plata y sangre como una agente soviética instigadora de la famosa explosión de Cádiz de 1947. Aunque cita la obra de Raúl Vallarino, éste ni siquiera menciona dicha explosión y muchos menos a África de las Heras como responsable del "atentado". Esto es, se sirve de ella como personaje, pero le atribuye un sabotaje en el que murieron 150 personas.

Susana Peiró, en su compendio biográfico 80 mujeres de armas tomar, se refiere asimismo a África de las Heras si bien comete errores como creer que era hija del ex alcalde de Ceuta, Julián Francisco de las Heras. Considera que "esta espía jamás fue descubierta. Trabajó en solitario, sobrevivió a las purgas estalinistas y a las redes del espionaje estadounidense".

Gregorio Luri, en su libro El cielo prometido, destaca que África de las Heras "fue una de las dirigentes de las Patrullas de Control de Barcelona, una especie de policía revolucionaria que dispuso de una considerable manga ancha para sus operaciones. África era una mujer que sabía imponer su autoridad. Es probable que participara en una especie de tribunal sumarísimo que sólo dependía de las mismas Patrullas de Control y que se encontraba en San Elías".

Hay otras muchas referencias a África de las Heras, pero o están recogidas en el libro de Javier Juárez o no añaden datos de interés a lo ya conocido, que no es mucho. De hecho, en el Informe sobre Documentación española y sobre España en los archivos estatales y municipales de la Federación Rusa, de Luis Encinas, puede leerse:

1.18. Archivo Estatal Militar de Rusia.

Informes de consejeros soviéticos del GRU, del NKVD y de la Komintern a Moscú. Expedientes y documentación de África de las Heras, Caridad Mercader, Ramón Mercader y otros republicanos españoles que colaboraron con el Departamento Extranjero del Servicio Exterior de Inteligencia del NKVD y KGB durante la Guerra Civil y en épocas posteriores e información prolija sobre su actividad en el extranjero y las acciones en que participaron.

O sea, existir la información existe, pero… nadie tiene acceso a ella.

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