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Andrés Trapiello: "No puede ser que unas personas digan qué se tiene que recordar y qué no"

El escritor charló con Jorge Bustos y Maite Pagazaurtundúa durante la conferencia "Memoria histórica y propaganda".

Imagen tomada en Madrid durante la Guerra Civil | Cordon Press

Explicaba Maite Pagazaurtundúa que "Ante la democracia asediada. Ciclo de conferencias sobre el futuro de España y de Europa" nació de la necesidad de encontrar respuestas a las amenazas que a día de hoy cuestionan la legitimidad de las democracias liberales occidentales. "Debemos resistirnos a caer en los encantos del pensamiento sectario", dijo ayer, durante la sesión inaugural. "Porque, de lo contrario, cabe la posibilidad de que truhanes de la política consigan hacerse con mucho poder; y que se encuentren de pronto con las herramientas para horadar las instituciones democráticas".

Con esos temas en mente, el primer debate del ciclo ha llevado por título "Memoria histórica y propaganda", y reunió ayer mismo, en la Sala Valle Inclán del Círculo de Bellas Artes de Madrid, al escritor Andrés Trapiello y al periodista Jorge Bustos. "Considero que mientras no resolvamos una serie de cuestiones que quedan pendientes con el pasado no podremos hablar del futuro", arrancó el primero de ellos, vocal del comisionado de Memoria histórica que instauró Manuela Carmena durante su mandato en el Ayuntamiento de Madrid. "Porque lo que pensábamos que estaba cerrado ha resurgido, traído nuevamente por unas personas que parecen interesadas en recuperarlo", explicó.

Durante su trabajo en el comisionado, Trapiello tuvo ocasión de conocer los métodos y los enfoques de muchos de los encargados de rescatar la memoria del país, por lo que ayer se limitó a recuperar algunos ejemplos: "Ahora mismo, en la Puerta del Sol hay una placa que conmemora el 15-M. Habla en nombre de 'El pueblo de Madrid'. El hecho de que alguien se apropie de la palabra 'pueblo', que en Madrid es de casi cuatro millones de personas, ya es grave, pero lo preocupante es que es algo que también sucede en Barcelona, en Bilbao, o en Inglaterra", dijo. Pese a todo, el tema predilecto de la Memoria histórica en España no es otro que la Guerra Civil: "Hay una exposición maravillosa, muy bien preparada por Juan Manuel Bonet y de la que he formado parte, que se llama 'El exilio republicano español', pero que tiene la única pega de estar supervisada por un sectario", explicó. "Manuel Aznar considera que existen unos exiliados buenos y unos exiliados malos, y por eso la exposición no recoge, por ejemplo, a ninguno de los tres intelectuales que, de hecho, trajeron la República a España, pero que terminaron renegando de ella: Ortega, Marañón y Pérez de Ayala". Por eso, prosiguió: "No puede ser que un acto organizado para conmemorar a los exiliados de la guerra sólo recoja a los afines a un bando. Lo único que se consigue al colocar el membrete de 'republicanos' en el título de la exposición es desenfocar la historia, y crear una ficción que termina siendo mucho más poderosa que la verdad".

Su denuncia no iba encaminada a condenar la memoria: "Hace falta recordar, nadie lo duda. Para poder olvidar es necesario haber recordado antes. Pero el problema es que existan personas que digan qué se tiene que recordar y qué no". Y relató, por ejemplo, que en el comisionado dependían de "un concejal que, el primer día, descolgó la imagen del rey de su despacho y colgó una fotografía de Lenin". Personas con esa ideología han sido las encargadas de velar por la memoria de la capital durante los últimos cuatro años, protagonizando episodios como el del monumento a las víctimas del franquismo del cementerio de la Almudena. "Lo que pasa es que la ciudad de Madrid sufrió una violencia mayor durante los años de la guerra, donde murieron entre 8.000 y 12.000 personas, que en los años del franquismo. Y nosotros no pudimos más que advertir que no tenía sentido levantar un monumento únicamente con los nombres de 2.500 víctimas, cuando otras 8.000 estarían enterradas a pocos metros sin ningún tipo de reconocimiento", explicó. Por cosas como esa, precisamente, Trapiello considera que "la tumba de Chaves Nogales en Londres, sin nombre, explica muy bien lo que hace la España de izquierdas y de derechas con aquellos que no quieren ser ni de unos ni de otros: olvidarlos".

Para Maite Pagazaurtundúa la cuestión de fondo es que, a día de hoy, "no se trata de memoria, sino de política"; y Jorge Bustos analizó que todo se explica como "una estrategia bien diseñada". "Si quieres cimentar el futuro, no hay mejor combustible que controlar el pasado, y utilizarlo después para consolidar identidades muy definidas". "No hay más que ver lo sobredimensionado que está el franquismo en los medios de comunicación, y lo poco que parece importar la memoria de las víctimas más recientes, que son las de ETA", añadió. En ese sentido, el jefe de opinión del diario El Mundo comentó que "una de las cosas más curiosas de la utilización de la memoria es que no importa el tiempo en el que sucedieron las cosas; si sabes renovar con éxito el pasado, y utilizarlo como combustible identitario, puedes llegar a movilizar a muchísima gente".

Trapiello, por su parte, destacó el "masoquismo de la izquierda española", encargada únicamente de "recuperar lo peor de nuestra historia", "como si necesitase reivindicar su derrota para ver si, de esa forma, consigue vencer ahora". Ante esa afirmación, Pagazaurtundúa relató la impresión que le causó el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, después de haber mantenido "una larga conversación con él": "Yo noté que él quería establecer un marco bien definido en España. El espíritu de la Transición no le interesaba. Prefería instalarse en una Segunda República mítica, no la que fue, sino la que ‘debió haber sido’, y por eso comenzó la labor de rescatar a una serie de víctimas del pasado, curiosamente en un momento en el que la democracia española todavía amanecía con las víctimas de ETA por las mañanas". Para ella, todo se debió a una "operación política concreta", con la que pretendía, "conservar el chollo del poder durante décadas".

Ante esas palabras, Trapiello expresó su sorpresa por una cuestión que "no tiene explicación". "No hay ni un sólo propósito de la Segunda República que no se haya llevado a cabo en la democracia del 78", dijo. "Es decir, si a una persona que reivindica la Segunda República la colocases ahora mismo en ella, se le caería el alma a los pies". Y se preguntó en alto: "¿Cómo es posible que el mito llegue a ser más poderoso que la realidad? Porque la República que rescata la izquierda no es la verdadera. Es una República completamente fosilizada".

La conversación fue derivando entonces hacia la consecuencia última de políticas como la de la Memoria histórica: "La estigmatización del contrario". "Hoy en día no importa lo que hayas hecho en el pasado, o lo que hagas a diario, porque si vas en contra de una serie de ‘verdades aceptadas’ corres el riesgo de ser un fascista". Para Bustos, esto se debe a que "ya no estamos en el terreno de la política racional, sino de la identidad, que se sustenta de la emoción y que tiene como único objetivo la negación moral del contrincante". Trapiello, en ese sentido, habló de "la superioridad moral de la izquierda, que realmente se cree que está en el lado correcto de la historia, y que tiene tintes claramente supremacistas". "Una de las mayores mentiras que se sostienen hoy en día es la de que los mejores intelectuales españoles se posicionaron a favor del bando republicano", explicó. "Es algo claramente falso, pero mucha gente de izquierdas se lo cree, y utiliza esa mentira para legitimar su superioridad moral". Esa es una de las razones, añadió, por las que "algunos de ellos se creen con derecho a llamar fascista a cualquiera que no piense igual". Una circunstancia que, según él, "deberíamos comenzar a denunciar en los juzgados de guardia, ya que en la situación actual no nos queda mucho más que la figura del rey y la de los jueces".

Por último, Jorge Bustos llamó la atención acerca de cómo "los que se catalogan hoy como antifascistas olvidan el antifascismo de Churchill, y sólo parecen recordar el de Stalin". Y Pagazaurtundúa reivindicó "una democracia militante", con la que "defendernos del efecto que tiene la estrategia de desgaste de quienes difaman a las personas que únicamente quieren seguir viviendo libremente".

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